Inundaciones en Nigeria: tragedia climática entre la negligencia y el cambio climático
Más de 200 muertos y miles de desplazados en Mokwa tras lluvias torrenciales; ¿cuánto más puede soportar la región sin una acción responsable?
Por Redacción
Una catástrofe que pudo evitarse
El pasado jueves, entre la oscuridad de la madrugada y en apenas cinco horas, la ciudad de Mokwa, en el estado nigeriano de Níger, fue arrasada por una inundación sin precedentes. Hasta el momento, más de 200 personas han muerto, al menos 11 están heridas y más de 3,000 han sido desplazadas. Todo esto producto de lluvias intensas que, aunque habituales en la temporada húmeda de Nigeria, encuentran a comunidades como Mokwa completamente vulnerables.
El vicealcalde local, Musa Kimboku, confirmó que no hay esperanza de encontrar más sobrevivientes, y que por ello se han detenido las operaciones de rescate. Sin embargo, ahora se enfrentan a otro reto: evitar el brote de epidemias al exhumar cuerpos enterrados bajo los escombros.
El peso de la negligencia
Mientras las autoridades locales entierran a sus muertos, surgen cuestionamientos inevitables sobre la prevención de desastres. Según el portavoz del servicio estatal de emergencias de Níger, Ibrahim Audu Husseini, al menos 500 hogares fueron afectados, dos caminos y dos puentes colapsaron, evidenciando la precariedad de la infraestructura en una zona que funciona como un importante hub comercial entre el norte y el sur del país.
Los líderes comunitarios señalan que la falta de obras de control de inundaciones ha sido ignorada durante años. En declaraciones para medios locales como Premium Times, Jibril Muregi, presidente del gobierno local de Mokwa, admitió que la construcción de infraestructura contra inundaciones “estaba más que atrasada”.
El cambio climático asfixia a Nigeria
Nigeria tiene una temporada de lluvias bien definida que, sin embargo, está siendo intensificada por el cambio climático. La combinación de sequías prolongadas y lluvias torrenciales concentradas en cortos periodos está provocando una escalada en la severidad de las inundaciones.
En 2022, más de 600 personas murieron por inundaciones en el país según datos de la Agencia Nacional de Manejo de Emergencias (NEMA, por sus siglas en inglés). Esto convierte al país en uno de los más vulnerables ante fenómenos climáticos extremos en África.
Según el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, la región del Sahel (donde se encuentra parte de Níger) experimenta un calentamiento 1.5 veces más rápido que el promedio global. Esto tiene consecuencias devastadoras sobre los sistemas naturales e infraestructuras.
Mokwa: una comunidad expuesta
Estratégicamente ubicada a orillas del río Níger, Mokwa es una ciudad agrícola donde se cultivan y comercializan productos como frijoles y cebolla. Esto la convierte en un eje neurálgico para los mercados del sur del país. Pero estar cerca del río también la hace extremadamente vulnerable.
Las imágenes del desastre son desoladoras: techos apenas visibles bajo el agua, personas intentando rescatar pertenencias entre las corrientes y estructuras destruidas por completo. Los sobrevivientes, en muchos casos, están lidiando con lo que les quedó: el agua aún llega hasta la cintura en zonas donde hace días había hogares y plazas comerciales.
Un estado desbordado
El presidente de Nigeria, Bola Tinubu, expresó sus condolencias el viernes por la noche y prometió activar una respuesta de emergencia para acelerar la recuperación. Pero para muchos, las palabras llegan demasiado tarde. Los habitantes de Mokwa y organizaciones comunitarias habían advertido repetidamente sobre la necesidad de canales de desagüe y protección ribereña.
Aliki Musa, líder comunitario local, explicó que los residentes “no están acostumbrados a este nivel de desastre”, lo que subraya que el evento no forma parte de una estacionalidad prevista o manejable, sino de un fenómeno ahora exacerbado por la crisis climática global.
La dimensión humana: entre la desgarradora pérdida y la lucha por justicia
Las cifras pueden anestesiar, pero detrás de cada número hay una historia. Una madre que perdió a sus hijos en la madrugada, un comerciante que vio desaparecer su tienda y único sustento bajo aguas fangosas. El miedo a enfermedades como cólera y disentería es real, especialmente cuando el agua estancada convive con cadáveres todavía sin recuperar.
“Esto no debería haber pasado así”, dice Amina Garba, una comerciante entrevistada por medios locales. “Cada año llueve, pero nunca así. Nunca lo perdimos todo en una noche”.
¿Qué tan preparada está Nigeria para futuras catástrofes?
La recurrente falta de políticas de ordenamiento territorial, estructuras de drenaje obsoletas y la corrupción, han hecho de Nigeria un país peligroso para vivir en ciertas regiones durante la temporada de lluvias. Y mientras el cambio climático avanza, la preparación institucional no parece seguirle el ritmo.
Los investigadores señalan que los fenómenos hidrometeorológicos como los de Mokwa están aumentando en frecuencia e intensidad. Las proyecciones del IPCC (Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático) prevén más lluvias torrenciales en la región del África occidental, lo que exige un giro inmediato en las políticas públicas.
¿Qué se puede hacer?
La repetición de desastres naturales como el de Mokwa exige medidas urgentes:
- Inversión en infraestructura: drenajes, canales, muros de contención y sistemas de alerta temprana.
- Educación climática comunitaria: capacitación a líderes locales e inclusión de saberes tradicionales.
- Descentralización de respuestas: empoderar gobiernos locales para reaccionar con más rapidez.
- Cooperación internacional: aprovechar fondos y tecnología mediante colaboración con organizaciones multilaterales.
La urgencia de actuar
El desastre de Mokwa es el espejo donde Nigeria —y muchos países africanos— deben mirarse. El cambio climático ya no es una amenaza futura. Es una emergencia actual, y la falta de adaptación adecuada está costando miles de vidas.
El país necesita no solo promesas, sino acciones sostenidas y contundentes. Y estas deben llegar no después de cada tragedia, sino antes de que ocurra la próxima.