Thames Water: el hundimiento de un gigante entre aguas residuales y deuda millonaria

Entre sanciones récord, fugas tóxicas y abandono millonario, la mayor compañía de aguas del Reino Unido enfrenta la amenaza real de nacionalización

La caída del coloso: Thames Water entre deuda, negligencia y la ira pública

En el corazón del Reino Unido, una de las infraestructuras públicas más esenciales parece tambalearse ante una tormenta perfecta de negligencia corporativa, deuda insostenible y descontento social. Hablamos de Thames Water, la mayor empresa de agua y saneamiento de Gran Bretaña, que atiende a más de 16 millones de personas en Londres y los condados circundantes. Ahora, el futuro de la compañía cuelga de un hilo tras el retiro de un potencial salvador: el fondo de inversión estadounidense KKR.

Un retiro de inversión que agita las aguas

Hace solo unos meses, parecía que KKR podría convertirse en el ancla financiera que evitara el naufragio total de Thames Water. Sin embargo, el 4 de junio, la compañía anunció oficialmente que KKR se retiraba como posible comprador, dejando a la empresa nuevamente en la deriva financiera, bajo una deuda acumulada de 19 mil millones de libras esterlinas (unos 26 mil millones de dólares).

Arian Montague, presidente de la empresa, intentó calmar la preocupación inmediata con una declaración diplomática: "Seguimos creyendo que una recapitalización sostenible de la compañía es lo mejor para todas las partes interesadas", dijo, aunque la incertidumbre ya sacudía tanto a inversionistas como a funcionarios gubernamentales.

¿Nacionalización a la vista?

La retirada de KKR aumenta la posibilidad de que el gobierno británico se vea forzado a nacionalizar la compañía, al menos temporalmente. Una medida drástica, pero considerada cada vez más inevitable en varios sectores políticos. El Secretario de Medio Ambiente, Steve Reed, aseguró que el gobierno “está monitoreando la situación” pero insistió en que “Thames Water sigue siendo estable”. Este intento de transmitir estabilidad, sin embargo, contrasta con los informes financieros y la percepción pública.

La empresa ya fue intervenida en los juzgados en marzo para recibir una inyección de emergencia de 3 mil millones de libras, para evitar precisamente que cayera bajo tutela estatal. Esto ocurrió después de una advertencia clara: Thames Water estaba al borde de la insolvencia.

Entre las cloacas y el escarnio: el desastre ambiental

Más allá de los números, lo que ha llevado a Thames Water a protagonizar titulares negativos es su desastroso manejo ambiental. La empresa fue multada recientemente por casi 123 millones de libras por vertidos ilegales de aguas fecales en ríos y arroyos. Esta cifra representa la mayor multa ambiental jamás impuesta a una empresa de aguas en Reino Unido.

Las imágenes de playas, lagos y ríos contaminados por aguas negras han indignado a la población británica mientras se incrementan las tarifas para financiar mejoras que tardan en llegar. Este fenómeno ha sido apodado por los medios como la "crisis invisible": porque ocurre bajo tierra —en tuberías anticuadas—, pero sus consecuencias son visibles, tóxicas y, para muchos, inaceptables.

Dividendos dorados y ejecutivos millonarios

Una de las fuentes principales del enfado público es el desbalance financiero entre gasto corporativo y mantenimiento. Thames Water ha sido duramente acusada de haber priorizado el pago de dividendos y salarios ejecutivos millonarios en lugar de reinvertir en infraestructura vital.

Entre 2010 y 2022, la empresa distribuyó más de 2,800 millones de libras en dividendos pese al evidente deterioro de su red de saneamiento. Al mismo tiempo, los directores ejecutivos percibieron salarios y bonos superiores al millón de libras anuales. Todo, mientras los consumidores enfrentan aumentos de tarifas de hasta 40% en algunas zonas.

¿Quién tiene la culpa? ¿Empresarios avaros o reguladores débiles?

La cúpula administrativa de Thames Water ha intentado culpar a los órganos reguladores, acusándolos de mantener las tarifas demasiado bajas durante años, lo que según afirman, habría dificultado inversiones significativas. Sin embargo, críticos del sector y parlamentarios argumentan que fue una decisión gerencial permitir que fondos de capital privado priorizaran retornos sobre el mantenimiento.

“En lugar de operar como un servicio público responsable, Thames actuó como un fondo de inversión voraz”, dijo en el Parlamento británico la diputada ambientalista Caroline Lucas. “Se han beneficiado enormemente mientras los ecosistemas acuáticos del país han sido destruidos”.

Una historia de privatización controvertida

Thames Water fue privatizada durante el gobierno de Margaret Thatcher en 1989, siguiendo la lógica neoliberal de que el sector privado traería eficiencia y mejores servicios. Sin embargo, 35 años después, muchos se preguntan si la privatización del agua ha sido un fracaso rotundo.

Según un informe del grupo We Own It, desde la privatización, las empresas de agua en Reino Unido han acumulado más de 57 mil millones de libras en deuda, mientras reparten dividendos por más de 72 mil millones. Además, el 70% del suministro de agua británico ahora pertenece a consorcios extranjeros, muchos de ellos con sede en paraísos fiscales.

Impacto climático: más presión sobre un sistema colapsado

La crisis se agrava por la presión del cambio climático y el crecimiento demográfico. En el sur de Inglaterra, las sequías se vuelven más frecuentes, poniendo a prueba depósitos, canales y sistemas de purificación. Thames Water ha sido incapaz de hacer frente a estas nuevas exigencias, generando escasez de agua en verano y obligando a la restricción del consumo domiciliario.

Además, el sistema de alcantarillado, diseñado en muchos casos en la época victoriana, no está preparado para las nuevas condiciones de lluvias torrenciales. Como resultado, el sistema colapsa y riega aguas negras sin tratar directamente a los cuerpos de agua naturales.

¿Qué sigue para Thames Water?

La pregunta ahora no es si Thames Water necesita un rescate, sino cómo se ejecutará ese salvavidas y quién deberá pagarlo. Las opciones son limitadas:

  • Nacionalización temporal: Implicaría que el Estado asuma el control con dinero público para evitar un colapso de servicios esenciales.
  • Reestructuración con sus acreedores: Lo que está en curso, negociando un plan de recapitalización directa que evite la intervención estatal.
  • Una nueva inversión privada: Posiblemente menos generosa y bajo condiciones más duras que las ofrecidas por KKR, si se encuentra algún interesado.

La incógnita se mantiene en qué medida el sistema político británico está dispuesto a permitir otra crisis evitada con fondos públicos para una empresa privada, sin una reforma estructural del modelo de propiedad y regulación.

La lección de fondo

Thames Water se ha convertido en el símbolo de una privatización fallida que antepuso las ganancias a corto plazo sobre la vital planificación a largo plazo. En este momento, no solo se trata de salvar a Thames, sino reimaginar el sistema británico de gestión del agua.

¿Debe el agua —fuente de vida, recurso limitado y motor económico— seguir en manos de consorcios privados alejados de cualquier control democrático? La sociedad británica se enfrenta a esa pregunta. Thames sólo es el presagio de un debate mucho mayor sobre cómo y para quién debe funcionar un bien público en el siglo XXI.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press