El Vaticano ante la encrucijada del abuso: ¿Será Papa Leo XIV el artífice de un cambio real?

Tras años de escándalos por abusos sexuales, víctimas y expertos exigen al nuevo pontífice una política de tolerancia cero y justicia para los sobrevivientes

El Papa Leo XIV se ha convertido en el centro de la atención mundial tras su primera reunión con la Comisión Pontificia para la Protección de Menores, un grupo creado para responder a décadas de encubrimientos y abusos sexuales dentro de la Iglesia Católica. Este encuentro marca un momento crucial para su pontificado y para la Iglesia global: ¿será el arquitecto de un cambio auténtico o solo una figura de buenas intenciones sin reformas efectivas?

Una historia marcada por el silencio y el encubrimiento

Desde que se hicieron públicas las primeras denuncias de abusos sexuales por parte de miembros del clero en Boston a principios de los 2000, el Vaticano ha sido objeto de una crítica constante por su aparente lentitud, e incluso complicidad, en el tratamiento de estos casos. A pesar de las promesas de reforma y de la creación de estructuras como la comisión actual, aún persisten actitudes eclesiásticas que priorizan la imagen institucional por encima del bienestar de las víctimas.

La gestión de estos casos durante el pontificado de Francisco estuvo plagada de contradicciones. Por un lado, se creó la comisión presidida por el cardenal Sean O’Malley, quien fue una de las figuras más comprometidas en la lucha contra los abusos. Por otro lado, la recomendación más importante del grupo —la creación de un tribunal para juzgar a obispos encubridores— fue ignorada. Esto contribuyó a una creciente pérdida de confianza por parte de las víctimas y de expertos en derechos humanos.

Un nuevo Papa, una nueva esperanza

Leo XIV, anteriormente conocido como el cardenal estadounidense Robert Prevost, cuenta con un historial mixto en su camino hacia el papado. Por un lado, víctimas del Perú lo han elogiado por desmantelar una organización eclesial abusiva mientras fue obispo en ese país. Por otro, aún hay demandas que le exigen rendir cuentas por otros casos ocurridos durante sus años como superior de los agustinos.

El Papa acaba de recibir a la comisión de protección de menores en una reunión privada, la primera que mantiene con este grupo desde el inicio de su pontificado. Aunque el Vaticano no ha publicado sus comentarios ni ofrecido grabaciones, la comisión calificó este momento como una oportunidad de “renovación del compromiso inquebrantable” con la protección de menores y personas vulnerables.

El peso del caso Rupnik: una prueba de fuego

Uno de los asuntos más explosivos que espera resolución en el escritorio del Papa Leo XIV es el escándalo del exjesuita Marko Rupnik. Acusado por más de dos decenas de mujeres de abuso sexual, psicológico y espiritual durante décadas, este caso ha puesto de manifiesto la cultura del encubrimiento que todavía reina en sectores de la Iglesia.

En 2023, ante una creciente presión mediática y de las víctimas, el entonces Papa Francisco decidió abrir un juicio canónico —anulando incluso la prescripción del caso—, pero hasta marzo de este año no se habían encontrado jueces para llevar el proceso. Mientras tanto, Rupnik sigue ejerciendo funciones religiosas, con numerosos defensores que consideran que es víctima de una “cacería mediática”.

Víctimas piden acciones, no palabras

Grupos de sobrevivientes como SNAP (Survivors Network of those Abused by Priests) han sido tajantes: es hora de adoptar la política estadounidense que exige la expulsión inmediata y definitiva del sacerdocio de cualquier cura acusado creíblemente de abuso. No más traslados, no más encubrimientos, no más tratos especiales. El caso Rupnik no solo representa la oportunidad de reparar con justicia y verdad, sino también de marcar un precedente firme para futuros abusos.

“Nadie está por encima de la ley moral, ni siquiera los artistas renombrados o los miembros devotos de órdenes religiosas”, señaló una portavoz de SNAP. “La compasión y la justicia van de la mano. El Papa debe demostrar con hechos que proteger a los menores es más importante que proteger reputaciones institucionales”.

Los pendientes del pasado

El nuevo Papa también debería abordar su pasado con una mayor transparencia. Aunque ha sido elogiado por sus acciones en Perú, hay otros casos de cuando fue superior de los agustinos que siguen siendo opacos. Diversas organizaciones piden que, si realmente quiere liderar una Iglesia renovada, debe permitir una revisión exhaustiva —y pública— de sus decisiones pasadas en temas de abuso.

La falta de rendición de cuentas no solo debilita su autoridad moral, sino que también prolonga el dolor de muchas víctimas que aún no han recibido justicia o consuelo. Un liderazgo ético empieza por reconocer los propios errores.

Una oportunidad de redención para la Iglesia

Más allá de Leo XIV como individuo, la Iglesia Católica en su conjunto enfrenta una oportunidad histórica. Por primera vez en décadas, podría pasar de la retórica a la acción concluyente. Instituir un mecanismo independiente y vinculante para juzgar a miembros del clero, incluyendo obispos y cardenales, sería un paso disruptivo, pero necesario.

  • Transparencia total en los casos de abusos pasados y actuales
  • Colaboración con autoridades civiles, renunciando a la protección eclesiástica
  • Participación directa de víctimas en las políticas de prevención
  • Formación obligatoria para clérigos en salud mental, abuso y trauma

Estas no son ideas nuevas, pero han sido implementadas de forma parcial o superficial. Si Leo XIV quiere ser recordado como el pontífice que transformó la historia de la Iglesia frente a los abusos, necesita valentía, claridad moral y determinación política.

El legado que podría marcar a Leo XIV

El peso de la historia es ineludible. Desde los escándalos en Irlanda y Estados Unidos hasta los recientes casos en América Latina, la percepción pública de la Iglesia ha sufrido un daño severo. La desconfianza generalizada ha llevado a una pérdida de feligreses en muchas regiones del mundo occidental y una erosión del respeto hacia las estructuras clericales.

En este contexto, Leo XIV —el primer Papa estadounidense, elegido en una coyuntura delicada y lleno de expectativas por su pasado pastoral— tiene la posibilidad de liderar un giro auténtico. Pero el tiempo se agota, y el mundo observa con atención cada una de sus decisiones.

Como dijo el cardenal O’Malley —quien llevó consigo el peso de los abusos a la reunión con Leo—: “No basta con decir que queremos proteger a los niños, debemos demostrarlo con acciones concretas. Las víctimas ya han esperado demasiado”.

¿Una iglesia realmente comprometida con los vulnerables?

El desafío aún mayor no será enfrentar los escándalos ya conocidos, sino crear mecanismos confiables para que nunca más ocurran. Aquí radica el principal reto del pontificado de Leo XIV: dar a luz una Iglesia donde la tolerancia cero no sea solamente una consigna, sino un principio rector.

Ante el clamor de las víctimas, la presión mundial y el juicio de la historia, el nuevo Papa tiene la llave para forjar un nuevo destino para millones de fieles —y para los que han sido silenciados, ignorados y lastimados por demasiado tiempo.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press