La travesía épica de tres españoles a lomos de sus caballos rumbo a La Meca
Un viaje de más de 8.000 kilómetros a caballo para cumplir uno de los pilares del islam y revivir una ruta olvidada por más de quinientos años
Por más de seis siglos, ningún peregrino había seguido esta ruta ancestral desde el sur de España hasta la ciudad más sagrada del islam: La Meca. En el año 2025, tres hombres decidieron revivir el antiguo trayecto sobre caballos cruzando desiertos, montañas y fronteras en una de las hazañas espirituales más sorprendentes del siglo XXI.
Abdelkader Harkassi Aidi, Tarek Rodríguez y Abdallah Rafael Hernández Mancha emprendieron su travesía en octubre de 2024 desde el sur de España. Su objetivo era llegar a Arabia Saudita para realizar el Hajj, la gran peregrinación islámica que todo musulmán debe cumplir al menos una vez en la vida si tiene los medios.
Una ruta olvidada desde 1491
Según el equipo, ningún peregrino había intentado cubrir esta ruta ecuestre desde 1491. El significado histórico es vasto: fue en este año cuando terminó el dominio islámico en Granada, y con ello se rompieron muchos vínculos culturales entre Al-Ándalus y el oriente islámico.
Pero para estos tres jinetes del siglo XXI, el espíritu de la umma –la comunidad musulmana global– seguía vivo. Recorrieron unos 8.000 kilómetros atravesando España, Francia, Italia, Eslovenia, Croacia, Bosnia, Serbia, Bulgaria, Turquía, Siria, Jordania y finalmente Arabia Saudita.
La geografía y la espiritualidad del camino
Durante su travesía pasaron por parajes impresionantes: desde los Alpes cubiertos de nieve en Europa central hasta los valles áridos de Siria. En cada región, encontraron vestigios de antiguas rutas comerciales, santuarios islámicos y ruinas históricas que los conectaban con su herencia religiosa y cultural.
Un punto clave fue cuando descubrieron una abandonada línea férrea otomana que antiguamente conectaba Estambul con Arabia Saudita. “Esa vía fue como un faro para nosotros”, declaró Harkassi. Les ayudó a orientarse durante días en el desierto y simbolizó el nexo roto entre Oriente y Occidente que ellos buscaban reconstruir.
Los peligros de una aventura a caballo
La travesía no estuvo exenta de desafíos. El momento más complicado fue en Bosnia, cuando los caballos se extraviaron y terminaron entrando en una zona minada. La tensión fue extrema: los lugareños se negaban a ingresar para rescatarlos. Sin embargo, como si hubiera sido parte de un milagro, los animales lograron salir indemnes del campo de minas.
“Nadie entendía cómo habían salido vivos. Fue una señal para nosotros”, expresó Tarek Rodríguez. En otros tramos, la asistencia también fue crucial. Un coche que usaban como apoyo se averió varias veces, y lugareños musulmanes los ayudaron de forma espontánea, reparando vehículos, ofreciendo comida y hasta dinero.
Una hermandad musulmana palpable
“Cuando no teníamos nada, la umma nos sostuvo. Uno tras otro, los musulmanes nos trataron como hermanos sin importar el país”, dijo Hernández Mancha. Este sentimiento de fraternidad no solo los mantuvo físicamente en movimiento, sino emocionalmente unidos.
El significado simbólico del viaje fue más allá del aspecto religioso. Mostraron que la fe islámica puede ser un puente entre culturas ahora divididas, y que las rutas antiguas pueden ofrecer valiosas lecciones de unidad y generosidad.
El simbolismo de llegar a la Kaaba
Todo cambió cuando los tres españoles llegaron finalmente frente a la Kaaba, el lugar más sagrado del islam, ubicado dentro de la Gran Mezquita de La Meca. Según relataron, fue como si el tiempo se detuviera:
“Habíamos cruzado tantos kilómetros para estar ahí, y Al-lah respondió a nuestro deseo”, dijo Harkassi. “Estábamos delante de la Kaaba y pudimos tocarla. Esos 8.000 kilómetros se volvieron nada.”
Una inspiración para las nuevas generaciones
El viaje de estos tres jinetes no ha pasado desapercibido. Cientos de miles de musulmanes en redes sociales compartieron su historia como una fuente de inspiración y ejemplo de devoción pura. Historiadores compararon su viaje con las antiguas rutas de peregrinos como Ibn Battuta, y algunos hasta propusieron revivir el camino “andalusí” hacia La Meca como una nueva forma de turismo espiritual y cultural.
Reflexiones sobre identidad, fe e historia
Los participantes relataron cómo, a través de su experiencia, comprendieron que el islam no es una mera religión, sino una civilización entera, una identidad viviente que puede conectar a personas separadas por idiomas, fronteras y contextos sociopolíticos.
Además, su travesía recordó los tiempos de las antiguas rutas de caravanas que unían el Magreb, Al-Ándalus y el Medio Oriente. En palabras de Harkassi:
“Este viaje no solo fue por la fe, fue por nuestra historia. Ha sido revivir el puente entre Al-Ándalus y La Meca.”
Y tal vez eso sea lo más valioso de esta aventura: que en una era de conflictos globales, polarización y xenofobia, tres hombres comunes, guiados por la fe y montados a caballo, han podido trazar un camino simbólico de unión, hermandad y voluntad humana.
En un mundo dominado por la inmediatez, la digitalización y los vuelos exprés, estos peregrinos eligieron el paso lento, el contacto directo con la tierra y el esfuerzo físico como vía para sanar las heridas del pasado y demostrar que el espíritu humano aún tiene la capacidad de asombrar.