El experimento fiscal de Trump: ¿una bomba económica enmascarada por recortes y aranceles?

Entre la ilusión de recortar impuestos y el uso de aranceles para financiar el gobierno, EE.UU. se enfrenta a un debate profundo sobre desigualdad, salud pública y sostenibilidad fiscal

Por años, la política fiscal ha sido una de las arenas más conflictivas en la política estadounidense. Desde los recortes masivos de impuestos de Ronald Reagan hasta la Reforma de 2017 promovida por Donald Trump, la tensión entre recortar tributos, mantener servicios públicos y sostener la deuda federal está llegando a un punto de ebullición con una nueva propuesta: la "One Big Beautiful Bill Act".

En este artículo de opinión analizamos una de las políticas más ambiciosas y polémicas del expresidente Donald Trump: un paquete fiscal que aspira no solo a extender recortes impositivos masivos, sino incluso a reemplazar, parcial o totalmente, el impuesto sobre la renta con ingresos provenientes de aranceles a las importaciones.

La gran promesa: impuestos bajos para todos (¿o solo para algunos?)

El corazón del proyecto de ley, aprobado ya por la Cámara de Representantes y actualmente en manos del Senado, es sencillo en teoría: mantener o incluso expandir los recortes fiscales que Trump implementó durante su primer mandato. Esto incluye la eliminación de impuestos sobre las propinas, una medida popular entre trabajadores del sector servicios, pero más simbólica que efectiva a gran escala.

Sin embargo, cuando la Oficina de Presupuesto del Congreso (CBO) analizó sus efectos a largo plazo, los hallazgos fueron alarmantes: el paquete agregaría alrededor de 2.4 billones de dólares (trillion en inglés) al déficit fiscal en la próxima década. Y eso, sin contar con nuevas medidas compensatorias.

Tarifas como solución: el fiscalismo unilateral de Trump

Ante esa monumental cifra, Trump presentó su solución estrella: los aranceles. Según sus cálculos (y los de su equipo), los aranceles anunciados hasta el 13 de mayo, que incluyen tarifas recíprocas y aumentos de hasta el 50% a países con déficit comercial con EE.UU., generarían 2.5 billones de dólares durante el mismo periodo. Con eso, asegura, bastaría para cubrir el agujero del déficit.

“Es posible que podamos hacer un recorte fiscal completo”, dijo Trump en abril. “Creo que las tarifas serán suficientes para eliminar todo el impuesto sobre la renta”.

Pero los economistas y expertos tributarios están en total desacuerdo.

El veredicto económico: "la reforma fiscal más estúpida"

Es quizás la reforma fiscal más tonta que se podría diseñar”, afirma Erica York, vicepresidenta de política fiscal federal de la Tax Foundation. Sus argumentos, ampliamente respaldados por economistas tanto conservadores como progresistas, son múltiples:

  • Los aranceles son impuestos regresivos; afectan más a los consumidores con bajos ingresos.
  • Son volátiles y dependen del clima político, judicial y presidencial.
  • Reducen el poder adquisitivo al encarecer productos importados.
  • Invitan a represalias comerciales, afectando las exportaciones estadounidenses.
  • Desincentivan la inversión extranjera.

Kent Smetters, del Penn Wharton Budget Model, cuantifica el daño: los aranceles son dos veces más destructivos para el PIB y los salarios que el siguiente impuesto más perjudicial, el de rentas corporativas.

El impacto social: los más pobres, los más castigados

No solo las empresas y el crecimiento se verían afectados. Los hogares más pobres serán los que más sufran los efectos combinados de recortes al bienestar y aumento en los precios de productos esenciales. Según un análisis del Penn Wharton Budget Model:

  • Los hogares en el quintil más bajo (menos de $17,000 anuales) perderán $820 de ingresos netos el próximo año.
  • El 0.1% más rico (más de $4.3 millones anuales) ganará $390,070 adicionales para 2026.

“Si añades un impuesto regresivo como los aranceles a ese escenario”, dice York, “haces que muchas familias de bajos y medianos ingresos estén mucho peor”.

Medicaid en la mira: la batalla por la salud pública

La otra gran polémica de la "One Big Beautiful Bill Act" es su ataque indirecto, aunque agresivo, al sistema de salud pública expandido bajo Obama y Biden. La Ley del Cuidado de Salud Asequible (Obamacare) y la Ley de Reducción de la Inflación de Biden están siendo desmanteladas pieza a pieza dentro de esta ley.

La CBO estima que 10.9 millones de personas perderán cobertura de salud bajo la propuesta republicana. Se introducen requisitos de trabajo mensual (80 horas) para adultos Medicaid, revisiones semestrales de elegibilidad y restricciones que podrían sacar del programa a millones.

Senadores como Josh Hawley (R-MO) advierten que estos recortes podrían ser políticamente insostenibles, y que incluso Trump ha señalado estar “100% en contra” de eliminar Medicaid sin ajustes.

El golpe al medio ambiente: adiós a los créditos verdes

Otra víctima silenciosa del proyecto es la transición energética. La ley eliminaría progresivamente (en solo 60 días) los beneficios fiscales a la energía verde, incluyendo:

  • Créditos por compra de vehículos eléctricos.
  • Créditos de inversión y producción para energía solar y eólica.

Empresarios y gobiernos estatales están alarmados, y algunos senadores republicanos como Lisa Murkowski intentan preservar partes de estos beneficios. Pero el ala conservadora liderada por el House Freedom Caucus presiona por eliminar cada centavo de lo consideran el “Green New Scam”.

El futuro político: ¿repetición del pasado?

Este escenario recuerda al colapso del intento republicano por derogar Obamacare en 2017, bloqueado dramáticamente por el fallecido senador John McCain. Ahora, entre presiones internas y externas, los líderes del partido tienen poco espacio para maniobrar.

El líder del Senado, John Thune, asegura que Trump está comprometido con el plan. Pero con las elecciones presidenciales cerca, el riesgo de aprobar una ley que genera más pobreza, menos seguridad sanitaria y desmantela incentivos verdes puede ser políticamente costoso.

¿Aranceles como reemplazo del impuesto sobre la renta?

En la raíz de todo este debate yace una tesis ideológica radical: ¿puede realmente un país como Estados Unidos reemplazar los impuestos directos con aranceles comerciales?

Históricamente, los aranceles fueron una fuente importante de ingreso para los EE.UU. en el siglo XIX. Pero en la economía moderna —interconectada, global y basada en cadenas de suministro complejas—, su rol ha cambiado. Hoy, los aranceles no son solo impopulares entre economistas; son vistos como una herramienta obsoleta e ineficiente en comparación con los impuestos progresivos.

Además, casi el 30% de la deuda del gobierno federal es en manos extranjeras. Los aranceles, al desincentivar la inversión, aumentarían las tasas de interés para atraer capital interno. ¿Quién pagaría esa factura? Usted. Nosotros. Todos.

¿Qué país queremos construir?

La "One Big Beautiful Bill Act" no es solo un paquete fiscal. Es una declaración ideológica. Un rediseño de prioridades que reduce el papel del Estado en asistencia social, salud pública y transición energética, mientras otorga beneficios fiscales desproporcionados a los más ricos.

El objetivo inmediato puede ser "estimular la economía" —algo cuestionable, dados los análisis— pero su legado podría ser una nación más desigual, aislada y vulnerable ante una economía globalizada y un planeta en cambio climático.

Ya lo dijo una vez Theodore Roosevelt: “No puedo consentir que la política de ninguna clase sea utilizada para crear una oligarquía en América”. El debate sobre los impuestos y los aranceles trasciende los números; se trata de valores, equidad y futuro.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press