Kyle Hendricks: Una victoria número 100 con alma de mentor y pasión por el béisbol

El lanzador de los Angels celebra una carrera forjada con constancia, sabiduría y el legado de su maestro Clyde Wright

Una victoria que vale mucho más que un número

El pasado viernes por la noche en Anaheim, Kyle Hendricks logró una hazaña que muy pocos lanzadores alcanzan: su victoria número 100 en las Grandes Ligas. Pero más allá del número y la celebración, esta victoria marcó un emotivo círculo completo en su vida como pelotero profesional. ¿La razón? Hendricks no solo ganó su partido 100, también lo hizo bajo la mirada y abrazo de su mentor de infancia: el exlanzador de los Angels Clyde Wright.

Hendricks, de 35 años, no tuvo su mejor actuación en términos de estadísticas: permitió cuatro carreras y ocho hits en seis entradas, con apenas dos ponches. Su velocidad —tan criticada en una era de lanzadores con rectas de 95 mph o más— no pasó de 86.6 mph. Sin embargo, como ha demostrado a lo largo de su carrera, Hendricks gana con inteligencia, colocación de lanzamientos y temple. Y eso también es parte de lo que aprendió de Wright cuando tenía apenas 12 años.

El legado de Clyde Wright: Más que un no-hitter

Clyde Wright, de 84 años, es una figura entrañable en la historia de los Angels. Lanzador zurdo, es recordado sobre todo por el juego sin hit ni carrera que lanzó en 1970, además de terminar su carrera con 100 victorias, exactamente el mismo número que Hendricks alcanzó esta semana.

Wright cambió el rumbo del joven Kyle cuando este participaba en su academia de pitcheo en Anaheim. “Me enseñó cómo lanzar curvas, cómo cuidar mi brazo, cómo prepararme mentalmente”, declaró Hendricks en una entrevista post-partido. “Y sobre todo, me enseñó a amar este juego”.

El viernes, Wright bajó al clubhouse para abrazar a su pupilo. Hendricks, entre risas, le comentó: “Solo tardé 23 años desde nuestra primera clase para alcanzarte”. Un momento que mezcló nostalgia, respeto y un orgulloso cierre de ciclo entre dos generaciones de lanzadores.

Una carrera construida con constancia, no con velocidad

En una MLB donde abundan los pitchers con velocidades supersónicas, la carrera de Kyle Hendricks ha sido una anomalía feliz. Su promedio de velocidad se mantiene entre los 85 y 88 mph, y sin embargo, su carrera ha sido una de las más estables en la última década.

Ganador de 97 encuentros con los Chicago Cubs y pieza clave en el equipo campeón de 2016 —el título que rompió la maldición de 108 años sin trofeo para los Cubs—, Hendricks ha construido su éxito con localización quirúrgica y confianza. Actualmente posee un récord de 100-87.

“No es lo mismo lanzar 100 millas por hora que saber cómo sacar outs,” dijo una vez Greg Maddux, leyenda de los Braves. Hendricks parece seguir esa escuela: precisión, lectura del bateador y economía de lanzamientos.

El partido del centenar: Cómo se desarrolló

En su victoria número 100, Kyle Hendricks se enfrentó a los Seattle Mariners en el Angel Stadium. Aunque le hicieron daño —permitió cuatro carreras— supo cómo navegar las situaciones críticas. En la quinta entrada, escapó de una amenaza con corredores en segunda y tercera, forzando un rodado de Randy Arozarena para cerrar el inning sin más sobresaltos.

En la cuarta, un batazo imponente de Rowdy Tellez fue devuelto milagrosamente por Jorge Soler, quien robó un grand slam al saltar por encima del muro corto del jardín derecho. “Lo vi salir del bate y pensé: ‘eso fue un jonrón de calle’... pero luego vi a Soler y casi no podía creerlo”, dijo Hendricks.

En la ofensiva, los Angels se apoyaron en un cuadrangular de Travis d'Arnaud, quien empató el juego a tres carreras en la cuarta. Posteriormente, Chris Taylor empató nuevamente el duelo con un doble impulsor, y Nolan Schanuel remolcó la carrera decisiva del 5-4 final.

El bullpen, liderado por Ryan Zeferjahn, Reid Detmers y Kenley Jansen, cerró las últimas tres entradas sin permitir más carreras. Jansen se llevó su salvamento número 13 y tuvo un gesto especial: le obsequió a Hendricks la pelota final del juego.

De Irvine a Wrigley a Anaheim

Hendricks nació en Newport Beach (California) y creció en el condado de Orange. Jugó béisbol en Dartmouth College, donde también fue un estudiante estrella. Fue drafteado por los Texas Rangers, pero fue en los Cubs donde escribió sus páginas doradas.

Debutó en MLB en 2014. En 2016, lideró la Liga Nacional en efectividad (2.13 ERA) y fue clave durante la postemporada en la que los Cubs ganaron la Serie Mundial. Desde entonces, ha sido uno de los lanzadores más subestimados pero constantes.

Este año, con los Angels, su historia parece acercarse a su epílogo, pero sigue escribiendo capítulos importantes, como este juego número 100. El béisbol, por ahora, no quiere apagar su llama.

Una victoria que es símbolo, y no solo estadística

Cuando se retire, Kyle Hendricks verá su nombre probablemente fuera de debates sobre el Salón de la Fama. Su estilo no tiene el glamour de otros. Pero para quienes aman el béisbol con precisión y pasión, su carrera simboliza algo esencial del juego: la sabiduría supera la fuerza cuando hay constancia y pasión.

Además, su victoria número 100 no fue una simple estadística: fue una postal viviente del significado de los mentores. Cuando Clyde Wright lo abrazó ese viernes, no solo celebraba a un pupilo que lo alcanzó, celebraba a un hombre que cerró el círculo con amor al juego.

“Cuando deje de jugar y mire hacia atrás, sé que este juego significará mucho para mí” dijo Hendricks. Y sin duda, también para quienes siguen su historia, de Irvine a Anaheim, con el corazón en el montículo y la visión de un niño que soñaba... lanzando curvas enseñadas por un sabio zurdo de los años 70.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press