Los trabajadores tailandeses en Israel: entre la oportunidad económica y el peligro permanente
Tras la muerte del último rehén tailandés en Gaza, se reabre el debate sobre las condiciones laborales y humanas de los miles de trabajadores de Tailandia en Israel
Una tragedia que muestra una realidad oculta
La reciente confirmación de la muerte de Nattapong Pinta, el último rehén tailandés secuestrado por Hamás durante el ataque del 7 de octubre de 2023, ha puesto nuevamente el foco sobre una comunidad silenciosa pero fundamental para el funcionamiento del campo israelí: los trabajadores agrícolas tailandeses. Con más de 38,000 tailandeses actualmente empleados en Israel, mayoritariamente en la agricultura, la noticia no solo marca el cierre de un capítulo doloroso del conflicto, sino que también abre una ventana a una problemática poco visibilizada: las condiciones de vida y trabajo de esta fuerza laboral migrante.
¿Por qué hay tantos tailandeses trabajando en Israel?
Israel solía depender de trabajadores palestinos para labores agrícolas, pero tras las tensiones desencadenadas por la primera Intifada (1987-1993), el flujo se volvió limitado y en su lugar se recurrió a mano de obra extranjera. Aquí es donde Tailandia entra en escena.
Desde hace más de dos décadas, miles de tailandeses —principalmente del noreste del país, una de las regiones más pobres— han emigrado a Israel buscando empleos que les garanticen mejores ingresos. Según explica el Ministerio de Trabajo tailandés, un trabajador en Israel puede ganar hasta cuatro veces más que en su país de origen, incluso considerando las comisiones pagadas a intermediarios.
Este fenómeno se institucionalizó en 2012 mediante un acuerdo bilateral entre Tailandia e Israel, diseñado para facilitar la contratación legal de trabajadores tailandeses en el sector agrícola.
Una promesa económica manchada de explotación
No todo es promesa de prosperidad. Informes de Human Rights Watch y otros organismos de derechos humanos destacan que muchos de estos trabajadores son sometidos a condiciones laborales precarias. En su informe de 2015, HRW documentó casos donde los trabajadores tailandeses eran albergados en viviendas improvisadas, trabajaban horas excesivas sin la debida compensación y recibían salarios por debajo del mínimo legal.
Una auditoría reciente, realizada en 2023 por la Centro de Monitoreo de Migrantes en Israel, concluyó que más del 70% de estos trabajadores no recibían el salario mínimo, no contaban con seguros adecuados y eran incapaces de cambiar de empleador, lo cual viola los derechos fundamentales de cualquier trabajador migrante.
Incluso hay registros de problemas de salud crónicos vinculados a la exposición prolongada al calor, productos químicos agrícolas y una alta tasa de estrés psicológico.
7 de octubre y el inicio del horror
El ataque de Hamás ocurrido el 7 de octubre de 2023 no solo provocó un nuevo conflicto abierto entre Israel y Gaza, sino que también alcanzó a la comunidad tailandesa en el país. De los aproximadamente 30,000 trabajadores tailandeses presentes en ese momento, 31 fueron secuestrados en incursiones de Hamás, siendo utilizados como moneda de cambio política.
La situación escaló a tal punto que más de 7,000 tailandeses fueron repatriados mediante vuelos organizados por el gobierno de Tailandia. Sin embargo, en apenas meses, nuevos trabajadores continuaron llegando, atraídos por los altos sueldos y los incentivos económicos ofrecidos por el gobierno israelí.
Actualmente, hay más de 38,000 tailandeses trabajando en Israel, lo cual indica que, a pesar del peligro, la necesidad económica ejerce una presión ineludible.
Bonificaciones, visas y necesidad laboral
Tras el éxodo parcial de trabajadores migrantes, Israel se enfrentó a una crisis laboral en su sector agrícola. Para solucionarlo, el Ministerio de Agricultura del país ofreció bonos mensuales de aproximadamente $500 y la extensión de visados laborales para atraer de nuevo a los trabajadores evacuados o nuevos inmigrantes.
Además, según datos recientes del Ministerio de Trabajo tailandés, se aprobó la solicitud de 3,966 nuevos trabajadores tailandeses para laborar en Israel durante 2024, manteniendo al país como uno de los principales destinos laborales extranjeros para Tailandia junto con Taiwán, Corea del Sur y Japón.
¿Quién cuida a los cuidadores del campo?
Este fenómeno expone un conflicto moral profundo: ¿dónde están los mecanismos de control que aseguren la dignidad humana de los trabajadores? Aunque la legislación israelí estipula condiciones mínimas de vivienda, salario y jornada laboral, la aplicación es deficiente.
ONGs como Kav LaOved (Línea Directa para los Trabajadores) han denunciado con frecuencia el sistema de cuotas laborales y patrocinadores, que tiende a favorecer a los empleadores a costa de los derechos de los trabajadores.
Esto convierte, en muchos casos, la oportunidad laboral en una forma de servidumbre moderna.
El precio humano de un conflicto ajeno
Thais como Nattapong Pinta no se encontraban en Israel como políticos, soldados ni activistas. Estaban allí para trabajar y ayudar a sus familias. Su muerte, al igual que la de otros 45 ciudadanos tailandeses, es una consecuencia directa de ser peones en una guerra que no es la suya.
La situación también recalca la fragilidad de las redes diplomáticas y consulares en momentos de crisis. Aunque Tailandia provee medios de repatriación y administración de visas, muchos trabajadores emigran a través de redes informales y permanecen vulnerables ante abusos y negligencia.
Una diplomática de alto rango de Tailandia, Pannabha Chandraramya, embajadora en Israel, mencionó recientemente que la embajada está trabajando en ampliar los canales formales de denuncia para los trabajadores actuales, una medida importante pero insuficiente sin el respaldo de inspecciones regulares y exigencias al gobierno israelí.
Una relación con tensiones históricas
La relación entre trabajo foráneo y el funcionamiento de la agricultura israelí ha sido tema de discusión hace décadas. Desde que los trabajadores palestinos fueron sustituidos por migrantes del sudeste asiático, el sistema ha demostrado ser eficiente para la economía pero deficiente para los derechos humanos.
Israel produce anualmente más de $2 mil millones solo en cultivos de exportación agrícola, gran parte gracias al trabajo de esta silenciosa comunidad tailandesa. El contraste entre el beneficio económico y el escaso reconocimiento institucional es brutal.
Una memoria para no olvidar
Al confirmarse la muerte de Nattapong Pinta el 8 de junio de 2024, el gobierno tailandés emitió un comunicado lamentando la pérdida y reconociéndolo como un "héroe del trabajo emigrado". Sus restos aún no han sido repatriados, al igual que los de otros dos trabajadores cuyos cuerpos no han sido recuperados.
Mientras tanto, su historia se vuelve símbolo de una diáspora silenciosa: miles de tailandeses que, armados con esperanza y necesidad, han construido su futuro en tierras desconocidas, muchas veces sin la seguridad y los derechos que merecen.
Como recuerda el analista laboral israelí Ilan Katz en un editorial reciente: "Si tanta parte de nuestra agricultura depende de manos extranjeras, tengamos el valor y la humanidad de honrar esas manos, protegerlas y escucharlas".