Brian Wilson y Sly Stone: Genios musicales, vidas paralelas y legados inmortales
La extraña coincidencia en la muerte de dos titanes de la música revive el poder sanador y transformador de su arte
Una sinfonía de coincidencias
Cuando dos leyendas musicales mueren con solo días de diferencia, ambos con 82 años, las comparaciones se vuelven inevitables. Brian Wilson, fundador de los Beach Boys, y Sly Stone, líder de Sly and the Family Stone, compartieron algo más que su talento prodigioso: tuvieron carreras brillantes rubricadas por caídas dolorosas, luchas internas y un legado eterno.
Ambos transformaron el panorama musical de Estados Unidos durante las décadas de 1960 y 1970, pero sus caminos siguieron rumbos contrastantes. Wilson, con su sensibilidad melódica sofisticada, capturó la esencia optimista y luminosa del sur de California. Stone, por su parte, imprimió un mensaje de lucha social y unidad racial en ritmos incendiarios de funk y soul. Esta es una comparación apasionada y una reflexión sobre sus vidas, música y legado.
Brian Wilson: Melancolía bajo el sol californiano
Brian Wilson fue el arquitecto del "California Sound". Junto a sus hermanos Carl y Dennis, y sus compañeros de banda Al Jardine y Mike Love, dio forma a himnos soleados que se convertirían en la banda sonora de una generación. Sin embargo, detrás de canciones como “Surfin' USA”, “Wouldn’t It Be Nice” o “California Girls” se escondía una mente compleja, atormentada por problemas de salud mental.
Wilson, a menudo citado como un “Mozart americano” —como lo definió Sean Ono Lennon—, alcanzó su cúspide creativa en 1966 con “Pet Sounds”, un álbum que inspiró incluso a The Beatles. Paul McCartney ha dicho que “God Only Knows” es una de las canciones más bellas jamás escritas.
Poco tiempo después, Wilson se sumió en un abismo generado por el fracaso del álbum inacabado “Smile”, su presión autoimpuesta, y problemas mentales, en parte originados por su padre abusivo. Pasó varios años recluido, apartado de la música, hasta que logró algo de paz en las últimas décadas de su vida.
Sly Stone: El caos funky de una revolución racial y sonora
Mientras Wilson redefinía el pop, Sly Stone nutría una revolución. Su grupo, Sly and the Family Stone, rompió moldes al ser integrado en términos raciales y de género, adelantado a su tiempo. La mezcla de rock, soul, funk y psicodelia en sus canciones convirtió su música en una especie de manifiesto festivo y político.
Entre 1967 y 1973, el grupo lanzó una serie de éxitos que aún resuenan: “Dance to the Music”, “Everyday People”, “Thank You (Falettinme Be Mice Elf Agin)”, y “Family Affair”. Presentaciones como la de Woodstock de 1969 lo catapultaron como un ícono de su época. Su música era un llamado a la unidad y la igualdad, con un beat imparable.
Questlove, baterista de The Roots y archivista hip hop, resumió el impacto de Stone: “Sus canciones no solo luchaban contra la injusticia, ayudaban a transformar el alma. Usaba alegría infantil para expresar verdades profundas.”
Duelos personales, caídas públicas
Ambos genios compartieron una característica común: la autodestrucción. Wilson sufrió episodios severos de depresión, esquizofrenia y adicción a las drogas, siendo controlado por un psiquiatra cuestionado durante más de una década. Por su parte, Sly Stone cayó en una espiral aún más notoria, marcada por adicción a la cocaína y crack, desapariciones del ojo público y años sin hogar.
Stone intentó varios regresos musicales, aunque ninguno con mucho éxito. En 2023 publicó su autobiografía “Thank You (Falettinme Be Mice Elf Agin)”, donde narró con crudeza su descenso y autodescubrimiento.
Brian Wilson, en cambio, pudo retomar parte de su legado. En los 2000 volvió a los escenarios, y en 2004 finalmente lanzó una versión completa de “Smile”. Su historia fue contada en el filme “Love & Mercy” (2014) y el documental “Long Promised Road” (2021), mostrando su restauración emocional y su reconciliación con el público.
Legado y cultura pop: gastronomía sonora
La influencia de ambos músicos se ramifica por generaciones. Brian Wilson ha sido citado por Radiohead, Animal Collective, Tame Impala y hasta Kanye West. Su capacidad de armonizar capas sonoras lo convierte en un modelo para productores contemporáneos.
Stone, en cambio, es padrino directo del funk moderno y de géneros como el hip hop. Sus canciones han sido muestreadas por Public Enemy, Janet Jackson, Dr. Dre y Kendrick Lamar. “Si el soul, el funk, el gospel y la psicodelia tuvieran un hijo, se llamaría Sly Stone”, dijo Prince en una entrevista durante los 90.
¿Tragedias o triunfos perpetuos?
Ambos murieron habiendo superado la esperanza de vida media de los músicos populares —abrumadoramente afectados por suicidios, sobredosis y enfermedades crónicas. Y sin embargo, ambos murieron con obra hecha, con honores ganados y con multitudes que aún cantan sus canciones.
“¿Vivieron tragedias o vidas gloriosas?”, se preguntaba recientemente un crítico del New York Times. La respuesta puede variar según el criterio, pero si el arte se mide por la cantidad de vidas que impacta, entonces ambos triunfaron rotundamente.
“En ocasiones hay una fuerza que viene a través de la música, un calor que lo cambia todo”, dijo Jason Fine, amigo de Wilson, en el documental Long Promised Road. “Brian entendía eso, y por eso creó melodías que nos recuerdan que todo va a estar bien”.
Como dijo Anthony DeCurtis de Rolling Stone: “Millones no solo disfrutaron su música, millones transformaron sus vidas gracias a ella”.
Cuando toda la historia se resume en una nota
La música de Wilson y Stone no era solo entretenimiento, sino salvación. El eco de “Good Vibrations” o “Family Affair” aún vibra hoy en playlists, manifestaciones, pistas de baile y almas heridas. Al final, los nombres quizás desaparezcan, pero la melodía permanece.
Y eso, al fin y al cabo, es la eternidad.