Crisis en el Partido Demócrata: jóvenes reformistas vs. veteranos del poder
David Hogg abandona su cargo en el DNC tras desafiar la estructura del partido y exigir una renovación generacional
Un terremoto juvenil sacude al Partido Demócrata
David Hogg, una de las caras más reconocibles del activismo juvenil en Estados Unidos desde la tragedia de Parkland en 2018, ha generado un sismo político dentro del Comité Nacional Demócrata (DNC). Su reciente salida de la vicepresidencia del organismo, después de una polémica desatada por sus críticas a la vieja guardia del partido y su campaña por renovar a los representantes en distritos seguros, pone de manifiesto una lucha interna que podría definir el futuro del progresismo en el país.
Hogg: del activismo estudiantil a la política nacional
David Hogg saltó a la fama tras sobrevivir al tiroteo en la escuela secundaria Marjory Stoneman Douglas en Parkland, Florida, un suceso que costó la vida a 17 personas y fue catalizador de un movimiento nacional a favor del control de armas. Su abogado, discurso elocuente y capacidad de movilización lo convirtieron en icono generacional. Pero ahora, lejos de las calles y cerca de los pasillos del poder, Hogg se enfrentó al sistema que aparentemente quería cambiar.
¿Qué desató el conflicto en el DNC?
En febrero de 2025, tanto Hogg como el legislador estatal de Pensilvania Malcolm Kenyatta fueron elegidos vicepresidentes del DNC en circunstancias que, según el partido, no cumplieron con sus reglas procedimentales. El órgano anuló sus elecciones. Pero lo significativo no fue la tecnicidad del proceso, sino el mensaje que representaban sus candidaturas: un desafío abierto a los congresistas demócratas afianzados en distritos seguros.
Hogg, a través de su comité de acción política Leaders We Deserve ("Líderes que merecemos"), prometía recaudar millones de dólares para promover jóvenes progresistas que disputaran las primarias a veteranos del partido. En sus palabras:
"Hay una grave falta de visión por parte de los líderes demócratas; muchos están dormidos al volante".
Sus críticas no fueron bien recibidas. Figuras dentro del partido argumentaron que los cargos del DNC deben mantener neutralidad para evitar que se repita el escenario de 2016, donde los partidarios de Bernie Sanders acusaron al partido de favorecer a Hillary Clinton.
El peso de la historia reciente
Los temores no son infundados. En 2016, la percepción de que el DNC estaba "arreglando" el proceso generó fracturas profundas entre progresistas y moderados. El resultado: la nominación de Clinton, su derrota ante Trump y una guerra interna que perdura hasta hoy.
Hogg entiende ese contexto, pero cree que la inercia y el statu quo le están costando al partido su relevancia con nuevas generaciones:
"En este momento de crisis, el conformismo no es una opción".
Una respuesta institucional: reformas a la neutralidad
En abril, Ken Martin, presidente del comité de reglas del DNC, propuso una modificación estatutaria que exige a los oficiales del partido mantenerse neutrales en todas las primarias demócratas. Se trata de evitar que el aparato partidario influya en los procesos internos, una práctica que causó enorme resentimiento en años anteriores.
El trasfondo: ¿deben los cargos institucionales ser activistas o moderadores? La visión reformista de Hogg representa a una generación cansada de la parsimonia política y que busca acción real ante amenazas como el regreso de Donald Trump, el cambio climático o la reforma del sistema judicial.
El papel del dinero: el PAC del descontento
La herramienta clave de Hogg es "Leaders We Deserve", un Political Action Committee (PAC) independiente del DNC. A través de este organismo pretende financiar campañas de jóvenes progresistas, al estilo de Alexandria Ocasio-Cortez, que derrocó al poderoso Joe Crowley en 2018 en Nueva York.
Inspirándose en las tácticas de Justice Democrats, el PAC apunta a cambiar el rostro del partido con más diversidad, energía y propuestas audaces. Pero para los defensores del actual sistema, esto implica sacrificar estabilidad a cambio de confrontación interna justo cuando más unidad se necesita.
¿Quién teme a los jóvenes reformistas?
Parte del malestar existente con reformistas como Hogg radica en la acusación de que su ímpetu puede dividir al partido irremediablemente. Al respecto, un alto miembro del DNC (declaración anónima) dijo al New York Times:
“Estamos luchando por volver a ser relevantes tras una derrota desastrosa en 2024, y algunos quieren echar más gasolina al fuego”.
Sin embargo, también podría argumentarse que la pasividad ha condenado a los demócratas a derrotas constantes. El mismo Hogg señala que en lo que va del año, tres congresistas demócratas murieron después de ser reelegidos, generando vacíos legislativos que podrían haberse evitado con una sucesión planificada.
¿El mismo fenómeno que los republicanos?
Curiosamente, la disputa recuerda a lo que ocurrió en el Partido Republicano hace varios años, cuando el movimiento Tea Party desafió con éxito a los moderados republicanos. Ahora los demócratas enfrentan su propio dilema transformador, aunque desde el ala izquierda.
Si el Tea Party dio paso a Trump y a una política más populista y nacionalista, ¿podría el ala progresista demócrata redefinir el partido hacia un modelo más europeo, con énfasis en justicia social, ambiental y redistributiva?
El peligro de un discurso estancado
La narrativa del Partido Demócrata ha tenido pocos cambios estructurales desde la presidencia de Obama. Hogg señala que, en un mundo donde los jóvenes enfrentan crisis múltiples – climática, educativa, laboral y habitacional – el viejo discurso liberal ya no conecta. Las grandes ciudades siguen siendo bastiones progresistas, pero en zonas rurales y suburbios, el mensaje no resuena.
Datos lo respaldan: en 2024, partidos conservadores aumentaron en 28 de los 37 estados más rurales, según Pew Research. Además, el voto joven entre 18 y 30 años cayó 9%, una cifra preocupante si se repite en 2026 o 2028.
¿Qué sigue para Hogg?
Si bien ha renunciado a postularse de nuevo al DNC, Hogg aseguró que no se retirará de la política. Más bien, duplicará sus esfuerzos desde afuera, usando su red, visibilidad y PAC para impulsar a nuevos aspirantes al Congreso.
Es un camino más difícil, pero también más libre del aparato partidario. Para él, la guerra es cultural, política y generacional, y no espera que los cómodamente instalados cedan sin pelea.
"La historia nos enseña que las personas cómodas con poder no cambian sin enfrentar presión".
¿Será escuchado o marginado?
Todo indica que el mensaje de Hogg no desaparecerá. Al contrario, podría ganar fuerza si el partido no logra recomponer sus bases o si sufre nuevas derrotas. De momento, es el símbolo de una generación impaciente con procesos lentos y deseosa de respuestas contundentes.
Puede que su figura no encaje aún en las estructuras institucionales, pero ya dejó claro que no necesita estar dentro del DNC para generar cambios.