Israel e Irán al borde: ¿Estamos ante una escalada nuclear regional?

El ataque israelí a instalaciones nucleares iraníes reaviva temores de una guerra a gran escala en Medio Oriente

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Una chispa en un polvorín nuclear

El 2025 arrancó con una alerta roja en Medio Oriente: Israel ha lanzado ataques contra múltiples instalaciones nucleares y militares en territorio iraní. Este suceso, confirmado por autoridades israelíes e informado ampliamente por medios internacionales, se produce justo después de una reprimenda histórica por parte de la Junta de Gobernadores del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) contra Irán, acusándolo de obstruir la labor de los inspectores.

La acción no solo eleva el tono de una confrontación que lleva años gestándose en las sombras, sino que también pone sobre la mesa interrogantes vitales sobre hasta dónde están dispuestos a llegar ambos Estados para garantizar sus intereses estratégicos.

¿Por qué ahora?

Israel justificó sus ataques asegurando que la amenaza de que Irán desarrolle armas nucleares era inminente. Si bien Teherán ha sostenido desde hace décadas que su programa nuclear persigue fines pacíficos, agencias de inteligencia occidentales y gobiernos vecinos, principalmente Israel y Arabia Saudita, han puesto esto en duda reiteradamente.

Lo que desató la situación fue la censura del OIEA, algo que no sucedía desde hace 20 años. En represalia, Irán anunció inmediatamente la instalación de una nueva planta de enriquecimiento de uranio y la sustitución de centrifugadoras antiguas por modelos más avanzados.

Poco después, Israel decidió actuar antes de que "fuera demasiado tarde". La pregunta crucial es: ¿existen antecedentes que justifiquen esta ofensiva militar preventiva?

Los sitios clave del programa nuclear iraní bajo fuego

Irán cuenta con varias instalaciones de importancia estratégica en su programa atómico. Veamos las más relevantes que ahora han ganado atención internacional:

  • Natanz: Ubicada a 220 km al sureste de Teherán, esta planta subterránea ha sido apuntada en múltiples ocasiones. Fue víctima del virus informático Stuxnet en 2010, atribuido a EE.UU. e Israel.
  • Fordo: Esta instalación, enterrada bajo una montaña y protegida por baterías antimisiles, también alberga cascadas de centrifugadoras, aunque en menor escala que Natanz.
  • Bushehr: Planta de energía construida por Rusia en el Golfo Pérsico. No se considera una amenaza directa ya que usa combustible ruso y es vigilada por la OIEA.
  • Arak: Este reactor de agua pesada podría producir plutonio, una ruta alternativa al uranio para crear armas nucleares. Su rediseño fue clave en el acuerdo nuclear de 2015.
  • Isfahán: Allí se realizan investigaciones y es hogar de varios reactores chinos. Es vital en el ciclo del combustible nuclear.
  • Teherán: El reactor de investigación que EE.UU. regaló a Irán en los años 60 bajo el programa “Átomos para la Paz”.

Al bombardear o sabotear estas instalaciones, Israel busca no solo frenar los avances técnicos, sino también lanzar un mensaje político: no permitirá una bomba nuclear persa.

Una historia de sabotaje, espionaje y tensión

Este episodio no brota de la nada. La historia del conflicto Irán-Israel sobre el programa nuclear se ha escrito con capítulos de sabotaje cibernético, asesinatos misteriosos a científicos iraníes y ataques a instalaciones estratégicas.

En 2010, el mundo se sorprendió cuando se reveló la operación Stuxnet. Este gusano informático destruyó aproximadamente 1.000 centrifugadoras en Natanz, retrasando el programa nuclear durante años. Era un ataque sofisticado nunca antes visto, y se le atribuyó a las agencias de inteligencia de Israel y EE.UU.

Desde entonces, Irán ha acusado constantemente a Israel de orquestar asesinatos de científicos como Mohsen Fakhrizadeh (2020) y de estar detrás de explosiones en instalaciones nucleares clave, como las ocurridas en 2020 y 2022.

La diplomacia en ruinas

Durante años, la comunidad internacional intentó frenar las ambiciones nucleares de Irán mediante acuerdos diplomáticos. El más representativo fue el JCPOA (Plan de Acción Integral Conjunto) firmado en 2015 entre Irán y el llamado Grupo 5+1 (EE.UU., Reino Unido, Francia, China, Rusia y Alemania).

Este pacto limitaba el enriquecimiento de uranio a cambio de la eliminación de sanciones. Pero Donald Trump lo abandonó en 2018, reinstaurando sanciones y empujando a Irán a reanudar sus actividades con mayor intensidad.

Desde entonces, tanto la administración de Joe Biden como los gobiernos europeos han intentado salvar el acuerdo, sin éxito.

Impactos económicos y geopolíticos inmediatos

El ataque ha tenido repercusiones más allá del campo de batalla. El precio del petróleo se disparó un 8.2% en un solo día, afectando mercados asiáticos, europeos y americanos.

China y la India, grandes consumidores de crudo iraní, observaron con preocupación cómo los conflictos en el Golfo Pérsico afectan sus importaciones. Por su parte, países como Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos, rivales de Irán pero socios económicos crecientes de Asia oriental, podrían beneficiarse de esta coyuntura como proveedores alternativos de energía.

¿Se acerca una guerra regional?

Este intercambio podría ser solo el comienzo. Irán, que ha prometido "venganza contundente", tiene capacidad para responder mediante sus aliados en la región, como Hezbolá en Líbano, milicias chiíes en Siria e Irak, y los hutíes en Yemen.

El temor a una “tormenta perfecta”, donde múltiples frentes hostiles comienzan a atacar intereses israelíes y estadounidenses en la región, es real. Ya hay reportes de drones y ataques con cohetes en las zonas fronterizas de Israel.

¿Cuál es el límite del derecho a defenderse?

Israel argumenta que su ataque está amparado por el principio de defensa preventiva. Sin embargo, este razonamiento está bajo debate. La ONU y gobiernos como el de Alemania y Francia han pedido “máxima contención”.

Si bien la Carta de la ONU consagra el derecho a defenderse, una acción militar contra un país que no ha iniciado hostilidades siempre será polémica. Y ahora que Irán está más aislado diplomáticamente, el riesgo es que se radicalice aún más.

¿Hay vuelta atrás?

La posibilidad de restablecer un canal diplomático parece cada vez más remota. Si en algún momento Washington y Teherán estuvieron cerca de un nuevo acuerdo nuclear (como lo sugirió un borrador filtrado en abril), este ataque lo ha enterrado de forma definitiva, al menos en el corto plazo.

El tablero geopolítico está cambiando rápidamente. Rusia y China, más alineadas con Irán que con Israel, podrían utilizar este conflicto como presión estratégica contra Occidente en otros frentes, como Ucrania y Taiwán.

Una carrera contra el tiempo, otra vez

Según estimaciones del Instituto para la Ciencia y la Seguridad Internacional, Irán podría acumular suficiente uranio altamente enriquecido para una bomba nuclear en tan solo dos semanas, y diseñarla en unos seis meses. Si esto es cierto, el ataque israelí podría haber ganado algo de tiempo... o quizás, haber acelerado la bomba.

La historia reciente nos ha enseñado que la presión militar pocas veces frena de forma definitiva el desarrollo tecnológico de los estados decididos. Y que las guerras preventivas suelen alimentar precisamente aquello que buscan evitar.

"No podemos permitir un Irán nuclear", dijo el primer ministro israelí en su conferencia. Pero la gran pregunta sigue siendo: ¿cuál es el precio de evitarlo, y estamos dispuestos a pagarlo?

Este artículo fue redactado con información de Associated Press