El dilema republicano en Pensilvania: ¿Quién se atreve a desafiar a Josh Shapiro en 2026?
Con la popularidad en alza del gobernador demócrata y un panorama complicado para los conservadores, los republicanos buscan desesperadamente a su campeón electoral
En el siempre volátil tablero político de Estados Unidos, Pensilvania se vuelve a posicionar como una pieza clave en las elecciones estatales y nacionales. Y no solo por sus votos electorales o su tradición como estado bisagra, sino por el fenómeno político que representa su actual gobernador: Josh Shapiro.
Shapiro, demócrata y figura emergente en la política nacional, parte como claro favorito para las elecciones de 2026. Su dominio en las encuestas, victoria arrasadora en 2022 y una maquinaria de campaña formidable han hecho sonar las alarmas en el Partido Republicano, que todavía no tiene candidato para enfrentarlo. Pero ¿por qué es tan importante esta elección? ¿Y por qué los republicanos parecen evitar el reto?
Shapiro, el invicto de Pensilvania
Josh Shapiro ha ganado tres elecciones estatales consecutivas. Dos veces como fiscal general del estado y una como gobernador. Su última victoria en 2022 fue un auténtico tsunami electoral: casi 15 puntos porcentuales de ventaja sobre su oponente republicano, Doug Mastriano, en una campaña que sirvió como advertencia de lo que estaba por venir.
No solo venció con holgura, sino que también ganó en todos los distritos clave que ahora los demócratas están intentando recuperar en el Congreso. Esta capacidad de arrastre es lo que más preocupa a los estrategas republicanos. Shapiro es, sencillamente, una fuerza difícil de detener.
Una elección con impacto nacional
El dominio de Shapiro plantea un problema estratégico para el Partido Republicano: cualquier elección estatal en Estados Unidos repercute a nivel nacional cuando está en juego el control del Congreso o la credibilidad de las nuevas figuras en sus partidos.
En 2026, mientras gran parte del país vota en elecciones intermedias, cuatro escaños republicanos en Pensilvania estarán en juego —es decir, casi la mitad de los tres que necesitan los demócratas para recuperar la mayoría en la Cámara de Representantes. Si Shapiro vuelve a arrasar como en 2022, muchos de estos escaños podrían caer en manos demócratas gracias al “efecto arrastre”.
Un campo sin jugadores
Hoy, junio de 2025, la campaña republicana para la gobernación de Pensilvania sigue siendo un desierto. No hay candidatos oficiales, y solo dos políticos han mostrado indicios de interés: Dan Meuser, congresista de un distrito pro-Trump, y Stacy Garrity, tesorera estatal y ganadora de dos elecciones de bajo perfil.
Meuser recibió elogios personales de Donald Trump en un reciente mitin, donde el expresidente aseguró públicamente que, si Meuser se lanzaba, tendría su respaldo total. Esto podría convertirlo en una pieza importante en el rompecabezas republicano actual. No obstante, el congresista no tomará una decisión hasta el 1 de julio. Garrity, por su parte, tiene visibilidad limitada y una capacidad de recaudación de fondos muy inferior a la de Shapiro.
El temor al “candidato quemado”
Los expertos en estrategia política son claros: quien se lance contra Shapiro podría destruir su carrera. Con una aprobación robusta, buena gestión y sin escándalos, Shapiro representa un desafío que pocos están dispuestos a enfrentar. El republicano que asuma ese reto podría quedar marcado como el que fue derrotado por una estrella ascendente del Partido Demócrata.
Christopher Borick, director del Instituto de Opinión Pública del Muhlenberg College, lo explica con crudeza: “¿Quién querría apostar su capital político a una carrera casi imposible de ganar? Mejor esperar a 2030 o más adelante”.
Una jugada defensiva... ¿válida?
La alternativa analizada por algunos estrategas es que el Partido Republicano presente a un candidato con perfil técnico, cuyo objetivo no sea tanto ganar la gobernación como evitar una catástrofe electoral. Se trataría de una candidatura para contener daños, mantener la moral del partido alta y proteger tanto como sea posible los escaños del Congreso.
Bob Salera, veterano estratega del partido, reconoce esta realidad: “Shapiro tendrá todos los recursos a su favor. Se necesita a alguien fuerte, pero quizá no para ganar, sino para evitar que su victoria perjudique al resto del partido”.
El contexto nacional y su influencia en Pensilvania
Pensilvania ha sido protagonista de elecciones decisivas desde 2016. Trump la ganó por poco ese año, pero los demócratas recuperaron terreno desde entonces, con victorias presidenciales y estatales consecutivas.
En 2026, con Trump de nuevo en la Casa Blanca (según el escenario hipotético de este artículo) y los demócratas en la oposición, es esperable que estos últimos reaccionen —como suele ocurrir en elecciones intermedias—. Históricamente, el partido en el poder presidencial pierde escaños durante estas jornadas, algo que podría beneficiar a los demócratas en distritos como los de Rob Bresnahan, Brian Fitzpatrick, Ryan Mackenzie y Scott Perry.
Bresnahan y Mackenzie son novatos en el Congreso y ganaron por márgenes menores al 2%. Son vulnerables. Perry y Fitzpatrick tienen más experiencia, pero siguen siendo objetivos clave. Fitzpatrick, de hecho, representa uno de los pocos distritos ganados por Kamala Harris que aún está en manos republicanas.
¿Quién es realmente Fitzpatrick y cuán frágil es su bastión?
Brian Fitzpatrick ganó por 13 puntos en 2024, pero en un distrito donde ganó Harris. Es conocido por su perfil más centrista, algo que puede ser un escudo frente a las candidaturas de extrema derecha en su partido. Sin embargo, la presión ideológica interna y el clima polarizado podrían hacer tambalear incluso a candidatos como él.
Por eso, para los republicanos, proteger distritos como el de Fitzpatrick es una prioridad, incluso si eso significa sacrificar estrategias ofensivas y limitarse a contener la fuerza de Shapiro en las urnas.
Donald Trump y su intervención
Trump sigue siendo una voz potente entre muchos votantes del partido. Su respaldo a Meuser podría desencadenar una campaña más visible y polarizada. Pero esa visibilidad puede tener consecuencias contraproducentes: reactivar a la base demócrata, fortalecer la imagen nacional de Shapiro y provocar votaciones récord en los suburbios, que suelen ser decisivos.
Todo mientras los demócratas apuntan a 35 distritos republicanos claves en todo el país. Solo necesitan tres para recuperar la Cámara de Representantes. Pensilvania es el campo de batalla principal.
Un gobernador con ambiciones más altas
Shapiro no solo busca ser reelegido; quiere proyectarse como figura nacional. Está en las listas para una posible vicepresidencia o incluso presidencia para 2028. Su disciplina comunicativa, capacidad de recaudación de fondos y pragmatismo lo distinguen.
Berwood Yost, del Centro de Investigación de Opinión de la Universidad Franklin & Marshall, lo resume así: “Shapiro actúa como alguien que tomará el siguiente paso. Pero para llegar allí, necesita consolidar su dominio local. Y eso empieza con una reelección contundente”.
¿Vale la pena el riesgo para los republicanos?
Es una jugada arriesgada. Los republicanos deben decidir si enfrentan frontalmente a Shapiro en 2026 con el riesgo de sufrir una nueva humillación, o si eligen una carrera simbólica, solo para contener daños en sus bastiones en la Cámara.
Shapiro, mientras tanto, ya tiene preparada su maquinaria. Con unidad partidaria, visibilidad nacional y sin escándalos a la vista, su camino parece claro. Y esta elección, aunque local, será observada con lupa desde Washington hasta Los Ángeles.