Barcelona se rebela contra el turismo masivo: ¿está perdiendo su alma la Ciudad Condal?

Entre alquileres inasequibles, expulsión de vecinos y medidas drásticas contra Airbnb, Barcelona lidera una revuelta contra el turismo descontrolado en Europa

Una ciudad en pie de guerra

Barcelona, ese mosaico de arte, vida mediterránea y calles vibrantes, está cambiando. No es por un nuevo edificio de Antoni Gaudí ni por una renovación urbanística. Lo que ha desatado la ira de muchos barceloneses es el turismo masivo, el fenómeno que alguna vez fue motor económico pero que hoy los propios vecinos acusan de arrebatarles su ciudad.

Las plazas del barrio de Gràcia, antes animadas con niños, ancianos y estudiantes, ahora son dominadas por mochilas, cámaras y despedidas de soltero en diversos idiomas. Las voces locales se apagan ante la algarabía constante de visitantes temporales. Txema Escorsa, profesor de 33 años, resume la frustración colectiva: “Si me voy, ¿estaré colaborando con la pérdida de la esencia de Barcelona?”.

Las cifras del descontento

En 2024, España alcanzó una cifra récord de 94 millones de turistas internacionales, superando el récord anterior de 83 millones en 2019. De estos, una buena parte tuvo como destino Barcelona. Pero no todo es celebración. Según una encuesta de junio de 2022, sólo el 2% de los españoles consideraban el acceso a la vivienda como un problema nacional prioritario. Tres años después, esa cifra ha escalado al 30%, según el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS).

En Barcelona, el problema se agrava por la proliferación de viviendas turísticas de corto plazo. Una encuesta local reveló que dos tercios de los habitantes consideran que estos alojamientos fomentan comportamientos molestos y alteran negativamente la convivencia en los barrios.

Airbnb bajo fuego

En respuesta a la presión ciudadana, el ayuntamiento de Barcelona ha anunciado una medida histórica: la eliminación total de las 10.000 licencias de alquiler turístico de corta duración para el año 2028. Esta decisión busca devolver las viviendas al mercado residencial y frenar el éxodo de los vecinos que ya no pueden pagar los alquileres.

Además, el gobierno nacional ha impuesto nuevas normativas que permiten a las comunidades de vecinos bloquear actividades turísticas en sus edificios y ha obligado a Airbnb a retirar más de 66.000 anuncios de alojamientos que infringen las normativas municipales.

Pablo Bustinduy, Ministro de Derechos del Consumidor, fue contundente: “El sector turístico no puede poner en riesgo los derechos constitucionales del pueblo español, como el derecho a la vivienda”.

Protestas con pistolas de agua

La rabia se ha trasladado a las calles. Protestas contra el turismo masivo han tenido lugar en Barcelona y se han extendido a destinos turísticos como Palma de Mallorca, Ibiza, Lisboa, Venecia y otras ciudades del sur de Europa. Esta es la primera vez que se organiza un movimiento internacional coordinado contra el turismo.

En la protesta barcelonesa de 2023, algunos residentes lanzaron pistolas de agua contra turistas, en un acto simbólico que se volvió viral. Daniel Pardo, organizador de las últimas protestas, anticipa que “muy probablemente las pistolas de agua volverán” en la manifestación de este año.

¿Por qué tanta protesta ahora?

El modelo turístico dominante en Barcelona, centrado en la hiperexplotación del centro urbano y el alquiler vacacional, ha generado consecuencias inesperadas. El 12% del PIB nacional proviene del turismo, pero a costa de una precariedad habitacional para los residentes locales.

  • Barcelona tiene un precio medio de alquiler de 1.237€ según Idealista (abril 2024), mayor que la media nacional.
  • En barrios como el Gòtic, el 40% de las viviendas están destinadas a uso turístico.
  • Un estudio del Ayuntamiento indica que los salarios locales no han aumentado al mismo ritmo que el alquiler.

Una lucha que viene de atrás

Para algunos analistas, este problema no es nuevo. Como explica Jaime Rodríguez de Santiago, director general de Airbnb España y Portugal: “Se está usando a Airbnb como chivo expiatorio por los errores en políticas de vivienda durante décadas, desde los años sesenta”.

Rodríguez argumenta que las estadísticas demuestran que los hoteles aún acogen más turistas que las viviendas vacacionales: de los 32 millones de pernoctaciones en Barcelona en 2024, 20 millones se hicieron en hoteles y 12 millones en apartamentos turísticos.

Además, hay tensiones internas en la administración local. Mientras el alcalde Jaume Collboni impulsa restricciones sobre los pisos turísticos, también respalda la ampliación del aeropuerto internacional de El Prat. Este doble discurso ha generado críticas por parte de activistas que lo acusan de promover una “doble moral turística”.

Más allá de Barcelona: una revolución turística europea

Barcelona no está sola. Ciudades como Venecia han decidido imponer tasas de entrada a turistas de un solo día, Lisboa ha empezado a limitar nuevas licencias de Airbnb y Ámsterdam prohíbe el alquiler turístico en tres de sus barrios más céntricos.

Los movimientos vecinales en toda Europa comienzan a tener eco: bajo el lema “Ciudades para vivir, no para visitar”, una coalición de asociaciones ciudadanas ha lanzado una campaña europea para promover un modelo turístico sostenible y con enfoque social.

¿Es el turismo una amenaza o una oportunidad?

El debate está servido. ¿Debe Barcelona reducir su dependencia del turismo o buscar un modelo más justo? Según el economista urbano Gerard Llobet, “necesitamos cambios que permitan convivir turismo, economía local y residentes. No hay fórmula mágica, pero sí muchas decisiones urgentes que tomar”.

Cabe recordar que Barcelona ya ha experimentado con políticas turísticas más sostenibles en el pasado, como la limitación de licencias hoteleras y la “descentralización turística”, que buscaba distribuir el flujo de visitantes más allá del centro histórico. Sin embargo, la eficacia de estas medidas ha sido limitada ante el auge de las plataformas digitales de alquiler.

Un futuro incierto pero necesario

Aunque los dirigentes insisten en que protegerán a la población local, muchos barceloneses siguen esperando soluciones reales. La ciudad está en una encrucijada histórica donde el modelo turístico que la hizo famosa también puede ser el que la desplace de sí misma.

Como dijo Escorsa, el joven profesor: “He dejado de usar Airbnb en mis viajes. No quiero contribuir a que otra ciudad pierda a sus propios vecinos como nos está pasando aquí”.

Quizá el turismo no deba desaparecer, pero sí reinventarse. Porque si una ciudad como Barcelona no encuentra cómo preservar su alma, ¿quién podrá hacerlo?

Este artículo fue redactado con información de Associated Press