“Elio”: Pixar pierde el rumbo en su travesía intergaláctica
Una mirada crítica al último intento de Pixar por emocionar y deslumbrar: entre fórmulas gastadas, guiños filosóficos y sensacionales efectos visuales
Pixar lo intenta de nuevo. Y esta vez, lo hace desde las estrellas. Con “Elio”, su más reciente apuesta cinematográfica, el estudio que revolucionó la animación hace ya casi tres décadas nos propone una historia cósmica con elementos tragicómicos, personajes adorables y un mensaje emocional... pero manteniéndose peligrosamente cerca del territorio conocido.
El viaje de Elio: lágrimas, estrellas y alienígenas con corazón
El protagonista, Elio (voz de Yonas Kibreab), es un niño de 11 años que lidia con una pérdida profunda: la muerte de sus padres. Vive con su tía Olga (interpretada por Zoe Saldaña), científica frustrada y ahora su única figura materna, dentro de una base militar. El muchacho canaliza su soledad y desesperación en una obsesión infantil (pero entrañable): ser abducido por extraterrestres. No tarda en lograrlo, lo que lo lanza a una odisea intergaláctica más allá de su comprensión.
En ese nuevo universo —el colorido y tentacular Communiverso— conoce a Glordon, un alienígena baboso sin ojos pero con mucho carisma (voz de Remy Edgerly). Juntos navegan una serie de enredos cósmicos cuando Elio es tomado por error como el líder de la Tierra y convocado a representar a la humanidad en negociaciones muy serias con civilizaciones de otras galaxias.
¿Un niño perdido en el espacio o un nuevo “protagonista que se descubre a sí mismo” más?
La historia, si bien creativa en su premisa, se inscribe dentro de la habitual estructura Pixar: un niño incomprendido aprende que su dolor lo convierte en alguien especial. Es una receta que funcionó en “Luca”, “Turning Red”, “Soul” e incluso en “Coco”. Pero con Elio el guion se torna predecible y, a ratos, redundante.
Desde el inicio, la película se recarga emocionalmente. La escena de apertura, con Elio solo en la playa escribiendo “Por favor, llévenme” en la arena, es visualmente impactante, pero emocionalmente forzada. La película parece querer hacernos llorar antes de construir una relación emocional sólida con su protagonista.
De “Coco” a “Elio”: ¿la despedida de la magia Pixar?
Adrian Molina, uno de los tres créditos de dirección (los otros son Madeline Sharafian y Domee Shi), fue también coguionista de “Coco”. Su huella se nota en la intención de empapar el relato con capas temáticas profundas. Sin embargo, en “Elio” esta ambición resulta contraproducente. La trama se dispersa en subtramas poco cohesionadas, desde mensajes espirituales sobre el duelo hasta sátiras del poder político interestelar.
En un momento se nos enseña cómo negociar con líderes alienígenas como el temible Lord Grigon (Brad Garrett): usar el miedo como moneda, mostrar debilidad como estrategia, ocultar la verdad mientras se gana tiempo. Todo suena más a “El arte de la guerra” que a una cinta para públicos familiares. ¿A quién va dirigida realmente “Elio”?
¿Dónde está la alegría infantil?
Uno de los mejores momentos de la película ocurre cuando Elio y Glordon simplemente juegan juntos. Sin drama, sin urgencia narrativa. Sólo dos niños, aunque uno sea una babosa de otro planeta, explorando un mundo que parece diseñado con amor y humor. Es en esa inocencia donde reluce el viejo encanto Pixar. Desafortunadamente, estos momentos son breves y escasos.
Visualmente impecable, emocionalmente confusa
Como es habitual en Pixar, “Elio” es un festín visual. Cada rincón del Communiverso está plagado de color, texturas metálicas y criaturas tan creativas como inquietantes. El diseño de personajes es arriesgado y fresco; hay homenajes juguetones al cine retro de ciencia ficción, deformaciones grotescas y chistes visuales ingeniosos.
Sin embargo, esta riqueza estética no compensa los déficits emocionales. “Elio” fascina al ojo pero no al corazón. La emotividad parece calculada, más que sentida. Y es que la estructura está tan marcada que se anticipa cada giro narrativo varios minutos antes.
Entre autoayuda interplanetaria y humor espacial: ¿hay espacio para la chispa Pixar?
La película tiene una clara intención de hablar del dolor, del crecimiento y de la aceptación. Pero el mensaje se entrega en forma de conceptos casi de coaching emocional. En lugar de dejar que el espectador descubra, se le dice directamente qué sentir. Hay incluso sesiones de diálogo que se sienten más un taller de salud mental que una narrativa fílmica.
¿Dónde quedaron los silencios que decían todo? ¿Dónde los giros impredecibles? Esta Pixar parece temer a la ambigüedad.
Las cifras y el futuro
Pixar no atraviesa su mejor momento. En taquilla, títulos como “Lightyear” y “Elemental” no rindieron como se esperaba. Según Box Office Mojo, “Lightyear” recaudó solo $226 millones a nivel mundial —una cifra pobre para estándares del estudio.
Con “Elio”, el panorama es incierto. La recepción de la crítica ha sido tibia, con una calificación de 2.5 estrellas sobre 4 en primeras reseñas. Muchos fanáticos de Pixar anhelan una vuelta a la espontaneidad y a la narración audaz, como la de “Up” o “Ratatouille”.
¿Reiniciar o reinspirar?
La animación ha cambiado, y los públicos también. Frente a competidores como Sony Animation (con “Spider-Man: Into the Spider-Verse”) o incluso A24 en películas más arriesgadas como “Marcel the Shell”, Pixar corre el riesgo de quedar rezagada si continúa reciclando emociones conocidas.
“Elio” intenta llegar al alma del espectador, pero en el proceso pierde naturalidad. Su corazón intergaláctico late fuerte, sí, pero con un guión que ha olvidado la frescura y la sorpresa que alguna vez nos hizo amar a Woody, Wall·E, Joy o Miguel.
¿Estamos ante una nueva era para Pixar, o el inicio de un repliegue creativo? Sólo el tiempo —y los próximos lanzamientos— lo dirán.
“Elio” se estrena este viernes en salas de cine y cuenta con una duración de 99 minutos. Clasificada PG por elementos temáticos, algo de acción y peligro.