Amazonía bajo amenaza: el doble discurso petrolero de Brasil
Mientras se prepara para la cumbre climática de la ONU en la Amazonía, Brasil subasta bloques petroleros cercanos al río Amazonas, desatando una ola de críticas ambientales e indígenas
Brasil y una encrucijada ambiental: ¿desarrollo o destrucción?
En una escena que parece extraída de un guion distópico, Brasil subastó recientemente 34 bloques de exploración petrolera en una de las regiones más sensibles del planeta: las cercanías del río Amazonas. El hecho se produce meses antes de que el país sudamericano reciba en la ciudad amazónica de Belém la próxima conferencia climática de las Naciones Unidas, lo que tiñe de ironía el discurso oficial de liderazgo ambiental que intenta promover el gobierno del presidente Luiz Inácio Lula da Silva.
La puja por estos bloques —muchos de ellos ubicados frente a la desembocadura del Amazonas y cerca de territorios indígenas— ha desatado una tormenta de reacciones, desde protestas de pueblos originarios hasta acusaciones de hipocresía climática. En total, se ofrecieron 172 bloques petroleros, aunque apenas 34 fueron adjudicados, generando un ingreso récord por bonos de firma de 180 millones de dólares, según declaraciones de la ONG ambiental Arayara.
El eje de la controversia: la desembocadura del Amazonas
Las joyas de la corona de esta subasta fueron los 47 bloques offshore cercanos a la desembocadura del Amazonas, una zona de alto valor ecológico por su increíble biodiversidad costera y marina, aunque también de alto interés para las grandes petroleras por su potencial geológico similar al de Guyana, donde ExxonMobil y otros han descubierto grandes reservas en los últimos años.
Empresas como Chevron, ExxonMobil, Petrobras y la china CNPC figuran entre los adjudicatarios. El entusiasmo de estas compañías contrasta con la alarma de grupos indígenas y ecologistas, que llevaron a cabo una manifestación pacífica fuera del hotel de lujo en Río de Janeiro donde se realizó la subasta. Más de 200 personas, incluidos líderes de pueblos originarios como los Manoki, pidieron frenar la entrega de licencias hasta que se realicen estudios independientes y se garantice el derecho a consulta previa.
“Habríamos querido ser consultados y ver estudios sobre cómo la perforación nos puede afectar. Nada de esto se ha hecho”, reclamó Giovane Tapura, del pueblo Manoki.
Un récord que genera alarma
La reacción pública no se limitó a las calles. Nicole Oliveira, directora de Arayara, calificó la subasta como una “acción irresponsable de la Agencia Nacional de Petróleo”, criticando que se vendieran bloques en cuencas donde aún no se ha completado el licenciamiento ambiental. En referencia a un lote cerca de la desembocadura del Amazonas, Oliveira destacó que la bonificación por firma alcanzó un sobreprecio de casi 3.000%.
A pesar de que solo se adjudicaron 34 bloques, la subasta fue histórica por los montos recaudados. Aunque muchos bloques quedaron sin oferentes, las empresas apuestan a que se trata de un territorio inexplorado con gran promesa energética.
Lula, el líder ambientalista con pies de petróleo
El presidente Lula da Silva ha intentado posicionarse como un referente global en la lucha contra el cambio climático. Su gobierno impulsó la reducción de la deforestación en más de un 50% entre 2022 y 2023, revivió el Fondo Amazónico con apoyo de Noruega y Alemania, y se comprometió a alcanzar emisiones netas cero para 2050.
Sin embargo, estos gestos se ven enturbiados por acciones contradictorias, como la aceleración de proyectos extractivos en la Amazonía. Junto con licitaciones de infraestructura como carreteras en áreas vírgenes, las perforaciones petroleras generan dudas sobre el verdadero rumbo del país.
“El gobierno brasileño está poniendo en riesgo el futuro de todos. La ciencia ha sido clara: hay que detener la expansión de los combustibles fósiles”, declaró Claudio Angelo, del Observatorio del Clima, una coalición de 133 organizaciones en Brasil.
Una transición energética... pero al revés
Brasil afirma que estas subastas forman parte de una “estrategia de diversificación energética”. Según la Agencia Nacional de Petróleo, los contratos incluyen cláusulas de inversión obligatoria en proyectos de transición energética y mecanismos para reducir la intensidad de carbono de la producción.
Sin embargo, numerosos expertos señalan la contradicción de ampliar la producción de petróleo mientras se intenta liderar los esfuerzos climáticos globales. En 2023, el petróleo se convirtió en la principal exportación de Brasil, superando por primera vez a la soya, con ingresos de más de 65 mil millones de dólares según datos del Ministerio de Industria y Comercio Exterior.
El gobierno también intenta asegurar su producción hacia 2030, ya que muchos yacimientos actuales alcanzarán su pico o comenzarán a declinar. En ese contexto, la exploración de nuevas áreas offshore se ha transformado en una prioridad.
¿El legado de Lula en juego en Belém?
La ironía no pasa desapercibida: la próxima gran cumbre climática de la ONU, conocida como COP30, se celebrará en 2025 en Belém do Pará, a escasos kilómetros de varias de las áreas subastadas. Activistas ven como un despropósito el celebrar estos encuentros mientras se consolidan proyectos extractivos con graves consecuencias socioambientales.
Durante las últimas décadas, el discurso ambiental ha sido utilizado como herramienta política por muchos gobiernos, pero pocas veces las contradicciones han sido tan evidentes. Esta “diplomacia verde” choca con la geopolítica del petróleo y la presión de poderosos actores del sector energético internacional.
El Amazon Mouth Basin: el nuevo Pangea del petróleo
El interés por esta zona obedece a su geología compartida con la cuenca offshore de Guyana, donde se han hallado más de 11.000 millones de barriles de crudo desde 2015, lo que ha convertido al país vecino en el exportador de petróleo que más ha crecido en el mundo, según cifras de la Agencia Internacional de Energía (AIE).
Brasil sueña con repetir esta hazaña, apostando a que la Cuenca de la Foz do Amazonas contenga reservas de similar magnitud. La petrolera estatal Petrobras ya impulsa un plan de exploración en la región que ya cuenta con las aprobaciones preliminares de IBAMA.
“Es lamentable que se archive la posibilidad de una nueva economía verde para el país por la sed rápida de rentas petroleras del viejo modelo extractivo”, señaló en redes sociales Marina Silva, exministra de Medio Ambiente y figura clave en la política verde de Brasil.
Resistencia indígena: mucho más que una protesta simbólica
Frente al avance de la maquinaria petrolera, la resistencia indígena ha cobrado fuerza. Grupos como los Manoki, Yanomami y Kayapó han denunciado el hostigamiento a sus territorios ancestrales bajo el paraguas del desarrollo. La falta de consulta previa libre e informada, tal como lo establece el Convenio 169 de la OIT —al que Brasil está suscrito—, podría desencadenar procesos judiciales internacionales.
Este año, un informe de la organización Global Witness resaltó que Brasil es uno de los países más peligrosos para los defensores del medio ambiente. En 2022, al menos 34 activistas ambientales fueron asesinados en el país, la cifra más alta en América Latina ese año.
¿Y la cumbre climática de la ONU?
Mientras Brasil se prepara para recibir a líderes globales en busca de pactos climáticos, queda la duda de si podrá sostener su narrativa de nación verde. La imagen del país está en juego, y con ella, millones de hectáreas de ecosistemas que podrían ser impactados por derrames, industrialización y desplazamiento forzado.
En palabras de un manifestante en la protesta: “No se puede defender la selva con una mano, y perforarla con la otra”.
La Amazonía no solo es el pulmón del planeta: también es un espejo donde se refleja la inconsistencia de nuestras promesas. Y hoy, Brasil mira ese espejo con el rostro dividido entre el verde de la esperanza y el negro del petróleo.