¿Fortaleza o democracia abierta? El debate por la seguridad en los capitolios estatales de EE.UU.

Tras el asesinato de legisladores en Minnesota, crecen las alarmas y se replantea la seguridad en lugares de poder como el Capitolio de Wisconsin

Madison, Wisconsin – Lo que alguna vez fue considerado un símbolo de transparencia y cercanía democrática —los capitolios estatales de Estados Unidos— hoy se encuentra en el centro de una compleja disyuntiva: ¿Debemos salvaguardar la apertura ciudadana o priorizar la seguridad legislativa?

Un asesinato que cambió la percepción

El asesinato reciente de dos legisladores en Minnesota encendió la alarma de legisladores y cuerpos de seguridad en todo el país. Los hechos ocurrieron en el hogar de uno de los legisladores, en lo que las autoridades han calificado como un ataque premeditado y con múltiples objetivos. El sospechoso, identificado como Vance Boelter, no solo atentó contra la pareja, sino que en su lista se encontraban nombres de políticos tanto a nivel estatal como federal en otros estados, incluido Wisconsin.

Desde entonces, legislaturas como la de Wisconsin —una de las pocas aún en sesión este verano— han tomado medidas de emergencia para reforzar la seguridad física en sus instalaciones. Estas acciones tienen lugar en uno de los capitolios más accesibles del país, donde aún se puede ingresar sin pasar por detectores de metales o escáneres de rayos X.

Una historia de puertas abiertas

El Capitolio de Wisconsin ha sido históricamente un ejemplo de apertura cívica. Cualquier persona puede ingresar entre las 8 a.m. y las 6 p.m., recorrer sus pasillos e incluso llegar directamente a las oficinas de los legisladores. Esta tradición responde a un ideal democrático profundo: que el poder esté verdaderamente al alcance del pueblo. Sin embargo, este ideal ha comenzado a mostrar sus fisuras frente a la creciente amenaza de violencia política.

Aumento de seguridad: ¿suficiente o simbólico?

Para la sesión legislativa del pasado miércoles, el Capitolio de Wisconsin experimentó cambios visibles e invisibles en la seguridad. Si bien los ciudadanos aún pudieron ingresar sin pasar detectores de metal, para acceder a las galerías públicas del Senado fue requerido un control adicional. Además, los periodistas que acudieron a la conferencia de prensa debieron someterse a nuevas revisiones y se incrementó la presencia de patrullas estatales.

Oficinas como la del líder demócrata de la Asamblea, que normalmente permanecía abierta, ahora requerían una cita. Pero aún con estas medidas, el edificio sigue estando lejos de los estándares de seguridad adoptados en otras partes del país.

La opinión dividida de los legisladores

Las voces al interior del Congreso estatal no son unánimes. Para la líder de minoría demócrata, Dianne Hesselbein, “me siento segura en nuestro Capitolio”. En contraste, el senador republicano Chris Kapenga insistió en que “necesitamos un mayor nivel de seguridad”, proponiendo incluso prohibir el ingreso de armas para todos, excepto los legisladores. Kapenga admitió llevar un arma consigo cada vez que entra al Capitolio: “No deberíamos tener que temer por nuestras vidas simplemente por venir a trabajar”.

¿Una respuesta desproporcionada?

El líder de la Asamblea Republicana, Robin Vos, pidió calma: “Es importante que tomemos un respiro y no actuemos impulsivamente. Convertir el Capitolio en una fortaleza no es la solución”, declaró. Vos recordó que el atentado en Minnesota ni siquiera ocurrió en un edificio público, sino en un domicilio particular.

Seguridad: ¿de quién y para qué?

El equilibro entre accesibilidad democrática y protección efectiva no es solo un dilema logístico, sino político. De acuerdo con un informe del Council of State Governments en 2021:

  • Solo 7 estados, entre ellos Wisconsin, permiten el ingreso de armas ocultas en sus capitolios.
  • 36 estados prohíben categóricamente armas ocultas en edificios gubernamentales.
  • 11 capitolios no poseen detectores de metales en sus entradas.
  • 19 estados carecen de máquinas de rayos X para escanear lo que portan los visitantes.

Antecedentes que no se pueden ignorar

Este no es un problema nuevo. En 2022, un exjuez en Wisconsin fue asesinado en un ataque dirigido. El agresor tenía una lista que incluía al gobernador Tony Evers y a otros jueces. En otro caso, un hombre armado ingresó al Capitolio estatal buscando al gobernador sin éxito.

Tras estos eventos, se implementó una política de revisión a través de detectores de metales únicamente para quienes asisten a las audiencias de la Corte Suprema estatal, cuyo recinto se encuentra a pocos pasos de las cámaras legislativas.

Comparativa nacional: distintas realidades, misma amenaza

Otros estados también han reaccionado. En Carolina del Norte, el jefe policial del Congreso informó que están evaluando nuevos planes de seguridad. En Arizona, se reforzó la disposición de policías estatales en el Senado.

Entre tanto, en Minnesota —origen del ataque que detonó esta conversación nacional—, se trabaja para proteger la información personal de legisladores como dirección y número de contacto privado. Se identificó que Boelter tenía una lista de más de una docena de objetivos potenciales.

Más allá del momento: una reflexión de fondo

¿Deberían cerrarse los accesos para proteger a quienes legislan? ¿Se debería reevaluar el ideal estadounidense de un gobierno cercano y literal “al alcance del pueblo”?

Las respuestas están lejos de ser uniformes. Lo que está claro es que la seguridad dejó de ser un concepto abstracto. Hoy, para muchos legisladores, es personal. Es tangible. Es urgente. Pero también lo es la necesidad de no ceder al miedo al punto de perder la esencia de una democracia abierta.

Charles Franklin, director de encuestas de Marquette University Law School, resume el dilema: “¿Cómo proteger sin desconectarse de la ciudadanía? Esa será la pregunta clave de los próximos años mientras se redefinen las fronteras entre poder, protección y participación”.

La tensión continuará

El caso de Wisconsin ha expuesto la delgada línea que separa la prudencia de la paranoia. Las escenas de policías armados en los pasillos del Capitolio estatal, las puertas cerradas con carteles, los detectores de metales provisionales y el debate sobre portar armas dentro del edificio son señales de un periodo de transición.

Un sistema político construido sobre la piedra angular del acceso público tendrá que renovarse sin renunciar a sus valores. La seguridad llegó para quedarse; la pregunta es si lo hará como aliada de la democracia o como su mordaza silenciosa.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press