Isla de esperanza: cómo Chipre se convirtió en el puente humanitario hacia Israel durante una crisis sin precedentes
Más de 6,500 personas, atrapadas por el conflicto entre Irán e Israel, encontraron refugio temporal en Chipre. La comunidad se movilizó para brindar apoyo en medio del caos.
Un nuevo refugio en medio del caos
Cuando Irán e Israel recrudecieron sus ataques mutuos en junio de 2025, miles de viajeros quedaron atrapados en medio de una región en ebullición. Pero pocos habrían imaginado que la pequeña isla de Chipre, situada a tan solo 470 kilómetros al oeste de Israel, se transformaría en un inesperado refugio humanitario para más de 6,500 personas con la esperanza de volver a casa.
Este fenómeno, sin precedentes en la historia reciente del Mediterráneo, ha sido tanto una crisis logística como una demostración extraordinaria de cooperación comunitaria, movilización civil e intervención internacional.
El epicentro humanitario: Lárnaca y Pafos
Todo comenzó el 12 de junio cuando al menos 10 vuelos con destino Israel fueron desviados al aeropuerto de Lárnaca, dejando a 2,400 pasajeros sin plan de regreso. Rápidamente el número creció, y Chipre se convirtió en un “puente aéreo y marítimo” hacia la tierra prometida para aquellos que huían del conflicto.
El rabino Arie Zeev Raskin, líder espiritual de la comunidad judía en Chipre, refiere la magnitud del desafío: “Nos enfrentamos al enorme reto de alojar de golpe a más de 6,000 personas en plena temporada turística”.
Judíos ayudando a judíos: organización sin precedentes
La activación de recursos logísticos fue inmediata. Un total de 14 rabinos, junto con decenas de voluntarios organizados alrededor del centro comunitario judío Chabad, asumieron la responsabilidad de alimentar, consolar y encontrar camas para los recién llegados.
Lejos de descansar, voluntarios como Yossi Levitan ayudaron a preparar alimentos kosher, lidiar con la escasez de alojamiento, coordinar transportes especiales y atender a quienes estaban en situaciones vulnerables, como madres solteras, niños con necesidades especiales o ancianos.
“Estamos esperando ese momento en que podamos regresar”, dice Yossi, de 44 años, quien llegó a Chipre solo de paso, pero se ha convertido en pilar clave para asistir a otros evacuados. Dice que su objetivo es reunirse pronto con su hija recién parida y su nieto en Ramla, al sur de Tel Aviv.
Un nuevo nodo geoestratégico de evacuación
El papel de Chipre no es casual. Como nación europea más cercana a Israel, se ha convertido ahora en un hub geoestratégico logístico en tiempos de conflicto.
“Han llegado aviones desde Hungría, Roma, Georgia y Nueva York. Todos con pasajeros cuyo destino final era Israel”, explicó Raskin. “La esperanza es que apenas se reanuden los vuelos, Chipre será el primer trampolín hacia el retorno”.
Además, se han activado rutas marítimas —aunque lentas y propensas a la cancelación— como alternativa para los más ansiosos o quienes podían permitirse alquilar un barco privado para el viaje de 20 horas hasta la costa israelí.
La organización de prioridades: vuelos con sentido humano
Debido a la escasez de plazas en vuelos de evacuación, se estableció una jerarquía de prioridades basada en necesidad médica, edad o situación familiar. “Madres solteras, personas con enfermedades, ancianos o eventos excepcionales como bodas”, se valoran primero, dijo Raskin.
Uno de los momentos más emotivos ocurrió cuando un joven, cuyo matrimonio estaba programado para las 4 de la tarde en Tel Aviv, logró un asiento a último minuto y llegó justo a tiempo para casarse. “Fue un milagro”, compartió uno de los voluntarios.
Una comunidad bajo tensión: recursos agotados
Sin embargo, no todo es esperanza. Chipre, al borde de su capacidad, ahora está viendo hoteles llenos, hospitales sobrecargados y alimentos escaseando entre los refugiados temporales.
“No vengan más”, fue el sincero mensaje del rabino Raskin a quienes aún planean escapar al país mediterráneo. “Si están en Viena o Budapest, quédense allí. Aquí ya no tenemos más camas”.
Alimentando el alma en tiempos de guerra
La comunidad también ha sido clave en mantener la espiritualidad de los atrapados. Desde servicios religiosos hasta ceremonias improvisadas, la fe ha sido uno de los pilares principales en medio del desarraigo.
“Este lugar se ha convertido casi en el Muro Occidental”, expresó Raskin simbólicamente al señalar la carga emocional que supone lidiar con tantas expectativas de retorno.
Costos ocultos de un conflicto regional
No solo hay víctimas visibles. La situación ha tenido impacto económico. El turismo chipriota ha sufrido, con departamentos turísticos redirigiendo recursos a la hospitalidad humanitaria. Además, la inflación alimentaria y el costo de vida han mostrado variaciones en la isla debido a la demanda excesiva de bienes.
Mientras tanto, en el Reino Unido, la inflación anual fue del 3.4% en mayo, aún por encima del objetivo del Banco de Inglaterra (2.0%), impulsada por los aumentos en productos como el chocolate, azúcar e incluso helados.
El encarecimiento de estos productos coincide con las olas de refugiados en Europa, obligando a cadenas de suministro a redirigir sus prioridades hacia lo humanitario en varias regiones.
Lecciones desde Chipre y más allá
La experiencia chipriota refleja lecciones profundas para el futuro de las evacuaciones civiles en zonas de conflicto: planificación de nodos logísticos secundarios, activación comunitaria e incluso la importancia geográfica de pequeños países como puentes en situaciones imprevistas.
La solidaridad desplegada por personas como el rabino Raskin y Yossi Levitan demuestra el poder de la compasión frente al desastre.
Y mientras Chipre continúa albergando a miles que esperan regresar a sus hogares, su papel como “puerta hacia Israel” quedará grabado como uno de los capítulos más destacados de la cooperación entre comunidades en medio de una de las crisis más complejas del 2025.