Perseguidos por su fe: el calvario de los líderes religiosos en Nicaragua bajo el régimen de Ortega
El testimonio de pastores y feligreses revela cómo la fe cristiana se ha convertido en blanco de represión gubernamental
Una detención inesperada con fe como única arma
José Luis Orozco no imaginó que aquella visión que le llegó en su celda de Nicaragua se haría realidad. Había sido arrestado junto a otros 12 miembros de la organización evangélica Mountain Gateway, enfrentando cargos graves como lavado de dinero e enriquecimiento ilícito. Pero su fe —la misma que desde los 13 años lo había motivado a predicar— fue lo que lo sostuvo durante los nueve meses que pasó en condiciones precarias, incomunicado de su familia y privado incluso de una Biblia.
“El Señor me había dicho: ‘No temas, José Luis. Un viento soplará del norte, tus cadenas se romperán y las puertas se abrirán’”, relató Orozco desde su nuevo hogar en Austin, Texas. Esa promesa se cumplió cuando el gobierno estadounidense negoció su liberación en septiembre de 2024, junto con otros prisioneros políticos.
El régimen Ortega-Murillo: una represión sin precedentes contra líderes religiosos
Desde las protestas masivas de 2018 detonadas por reformas al sistema de seguridad social en Nicaragua, el gobierno de Daniel Ortega y Rosario Murillo ha arremetido contra todo indicio de oposición, incluidos sacerdotes y pastores. Según datos de la organización Christian Solidarity Worldwide (CSW), solo en 2024 se documentaron 222 casos de violaciones a la libertad religiosa en el país centroamericano.
“La persecución religiosa en Nicaragua es la más cruel que ha vivido América Latina en años”, expresó la abogada nicaragüense Martha Patricia Molina, quien lleva años documentando estos abusos.
El caso Mountain Gateway: misioneros criminalizados
Mountain Gateway, organización fundada por el pastor estadounidense Jon Britton Hancock, comenzó su labor evangelizadora en Nicaragua en 2013. Más allá de la predicación, impulsaban el comercio justo de café y prestaban apoyo en zonas afectadas por huracanes. Al inicio, incluso contaban con aprobación gubernamental para eventos masivos, como uno celebrado en Managua en 2023, donde se congregaron más de 230,000 personas.
Pese a no tener discursos políticos en sus actividades, en diciembre de ese mismo año Orozco y los otros 12 misioneros fueron arrestados. Los cargos se mantuvieron difusos durante tres meses, tiempo en el que ninguna autoridad estatal dio razón de su paradero. Cuando finalmente enfrentaron juicio, fueron condenados a 12 años de prisión y una multa de 84 millones de dólares sin derecho a apelación.
La cárcel como campo de misión
Aunque fueron víctimas de torturas psicológicas, privación de agua potable y vigilancia constante, los pastores encarcelados convirtieron su celda en un templo improvisado. “La mayor guerra que he librado en mi vida cristiana fue mental”, recuerda Orozco. Aun así, predicaban entre ellos e incluso llegaron a conmover a los custodios, que se burlaban de ellos al principio, pero luego reconocieron los milagros que, según Orozco, allí se produjeron.
La dimensión católica: Francisco Arteaga y el laicado reprimido
Francisco Arteaga, un laico católico, fue arrestado en junio de 2024 por denunciar prácticas represivas del gobierno en redes sociales: cobros en las iglesias, restricciones a procesiones e incluso la vigilancia de los rezos. Posteriormente se unió a una red de monitorio que documentaba las violaciones a la libertad religiosa. Fue víctima de espionaje digital, y tras su arresto, pasó meses sin saber de su familia ni contar con medicinas para su diabetes.
Sin sus gafas, apenas podía leer la Biblia prestada por un recluso, pero afirma que la devoró dos veces. “No sé cómo Dios me permitió ver las letras. Eso me dio fuerzas”, declaró desde Bilbao, España, donde hoy reconstruye su vida tras ser liberado junto con Orozco.
Represión sistemática contra la expresión de fe
Procesiones canceladas, cámaras en parroquias, restricción de homilías y prohibición de invocar justicia en oraciones públicas: estos son algunos de los elementos que configuran el patrón de represión. Según CSW, predicar sobre unidad, justicia o simplemente rezar por la situación nacional es percibido como un acto subversivo.
“Los líderes espirituales enfrentan detenciones arbitrarias, amenazas e incluso tortura mental”, concluye el último informe de la organización.
¿Por qué atacar a la fe? El trasfondo político
Para Ortega, cuya legitimidad ha sido cuestionada internacionalmente y quien ha concentrado el poder en formas autoritarias, las instituciones religiosas representan una amenaza por su capacidad de convocatoria y su papel en la defensa de los derechos humanos.
Desde 2018, la Iglesia Católica ha jugado un rol crucial acogiendo manifestantes heridos, denunciando ejecuciones extrajudiciales y demandando diálogo nacional. Esta postura le ha costado la expulsión de docenas de sacerdotes, el cierre de medios católicos y la confiscación de propiedades religiosas.
Una fe sin fronteras: predicar desde el exilio
Muchos religiosos, como Orozco y Arteaga, han logrado salir de Nicaragua y predican ahora en el exilio. Desde Texas, Orozco lidera servicios evangélicos donde comparte su experiencia como un testimonio de fe inquebrantable. “Si Dios hizo ese milagro conmigo, también puede hacerlo contigo”, les dice.
Por su parte, Arteaga promete cumplir una promesa hecha en prisión: escribir un libro que retrate la visión más profunda de su camino espiritual. “La fe no es solo creer; es resistir, esperar y amar incluso en las peores condiciones”, afirma. Su obra llevará el título: “La fe no es solo creer”.
La comunidad internacional, entre la denuncia y la pasividad
Si bien organismos como Human Rights Watch y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos han denunciado la persecución religiosa en Nicaragua, informes recientes indican que los esfuerzos internacionales para frenar los abusos siguen siendo insuficientes.
La comunidad internacional debe asumir un rol de vigilancia más efectivo, sancionar diplomáticamente al régimen de Ortega y brindar más vías de protección a religiosos refugiados. La indiferencia, dicen los líderes liberados, es una forma pasiva de complicidad.
La historia de José Luis Orozco y Francisco Arteaga no termina en Nicaragua. Comienza de nuevo en el exilio, como ejemplo de que la fe verdadera, incluso cuando es perseguida, florece en las grietas más oscuras del poder autoritario.