Trump, Harvard y la política migratoria: un pulso de poder sobre la educación internacional

Mientras Donald Trump intensifica su ofensiva contra Irán, también libra otra batalla silenciosa pero crucial: impedir que estudiantes internacionales estudien en Harvard

Política exterior e interior: un choque de frentes

En las últimas semanas, el expresidente Donald Trump ha intensificado su postura contra Irán, retomando un tono beligerante que recuerda a sus tensiones diplomáticas más notorias. Sin embargo, mientras la atención internacional se enfoca en la posibilidad de un nuevo conflicto militar en Medio Oriente, al interior de Estados Unidos su administración también ha reavivado un frente menos visible pero igualmente relevante: la guerra contra las universidades de élite, con Harvard como blanco principal. Y es que tanto en su posición ante Teherán como en su política migratoria y educativa, Trump despliega una lógica de confrontación basada en lo que él llama "la defensa de los intereses estadounidenses". ¿Pero qué intereses están realmente en juego?

¿Irán desarrolla armas nucleares? Una disputa interna con implicaciones bélicas

Los últimos comentarios de Trump sobre Irán han generado controversia. En respuesta al testimonio de la directora nacional de inteligencia Tulsi Gabbard, quien dijo ante el Congreso que no había evidencia clara de que Irán estuviese desarrollando un arma nuclear, Trump reaccionó con incredulidad y desdén: “Entonces, mi comunidad de inteligencia está equivocada. ¿Quién dijo eso?”. Gabbard replicó rápidamente afirmando que sus palabras fueron sacadas de contexto. Según ella, “Estados Unidos tiene inteligencia de que Irán está cerca de poder producir un arma nuclear en semanas o meses, si decide ensamblarla”. Trump, quien alguna vez criticó duramente la invasión a Irak por ser basada en premisas falsas (las supuestas ‘armas de destrucción masiva’), ahora lanza declaraciones que evocan una nueva narrativa prebélica. “Israel está ganando la guerra. Es difícil pedirles que paren”, afirmó, descartando cualquier posibilidad inmediata de cese al fuego. La tensión se agrava con la posible implicación directa de fuerzas armadas estadounidenses si no prosperan las negociaciones con Irán durante las próximas dos semanas.

Harvard, el nuevo ‘enemigo’ interno

Mientras tanto, en territorio estadounidense, Trump ha emprendido una serie de acciones legales y administrativas contra la Universidad de Harvard, considerada una de las instituciones más prestigiosas del mundo. ¿Su falta? Permitir, según el expresidente, protestas pro-palestinas sin suficiente censura y promover posturas “antiamericanas”. Pero más allá del discurso político, lo que está en juego es el acceso a la educación internacional. En mayo, el Departamento de Seguridad Nacional intentó revocar la certificación de Harvard para albergar estudiantes internacionales dentro del programa de visas F-1. La medida afecta potencialmente a más de 7,000 estudiantes patrocinados por la universidad, alrededor del 26% de su comunidad estudiantil.

Un sistema bajo asedio

El sistema de intercambio estudiantil internacional ha sido uno de los pilares del prestigio de las universidades estadounidenses. De acuerdo con datos del Departamento de Educación, más de 200 universidades estadounidenses cuentan con un cuerpo estudiantil que supera el 15% de estudiantes internacionales. En instituciones como la Harvard Kennedy School (49% de estudiantes internacionales) o el programa de Derecho Comparado (94%), la dependencia de este flujo es aún mayor. Desde 2023, el gobierno de Trump ha impulsado políticas restrictivas como:
  • Bloqueo de ingreso para nuevos estudiantes internacionales en Harvard a través de proclamas presidenciales.
  • Revisión de redes sociales de solicitantes de visa para detectar posturas "hostiles a EE.UU.".
  • Priorización de visas para universidades donde estudiantes internacionales no excedan el 15% del total.
Al explicar sus motivos, Trump ha dicho que Harvard se ha convertido en un foco de antisemitismo por permitir manifestaciones pro-palestinas en su campus. Harvard, por su parte, asegura haber implementado medidas claras contra todas las formas de odio y acusa al gobierno de usar la inmigración como herramienta de castigo político.

Política migratoria como brazo de política exterior

La ofensiva legal contra Harvard no ocurre en el vacío. A la par de lo que sucede con Irán e Israel, la administración Trump ha endurecido políticas migratorias aplicadas con especial crudeza en California, estado que sirve como antagonista habitual para el expresidente. Recientemente, 4,700 miembros de la Guardia Nacional y Marines fueron desplegados en Los Ángeles tras una serie de redadas migratorias que provocaron violentas protestas. JD Vance, vicepresidente y mano derecha de Trump, acusó al gobernador Gavin Newsom y la alcaldesa de Los Ángeles, Karen Bass, de “alentar” los disturbios y proteger a inmigrantes indocumentados. “Han tratado esta ciudad como un santuario, diciendo que es temporada abierta para atacar a la ley federal”, dijo. Vance también se refirió al senador Alex Padilla como “José Padilla”, lo cual provocó indignación dado que ese nombre también corresponde a un condenado por terrorismo durante la administración Bush.

Un conflicto multipolar con centro en la educación

Resulta revelador que en medio del conflicto con Irán y las tensiones internas sobre inmigración, una universidad privada sea uno de los blancos más prominentes del gobierno. La educación superior no solo es una fuerza económica en EE.UU. —aportando más de 45 mil millones de dólares al año en ingresos relacionados con estudiantes extranjeros—, sino también un eje de influencia blanda global. Trump ha dejado claro que en su visión, universidades como Harvard no son “instituciones de aprendizaje creíbles”, sino bastiones de liberalismo adversos a su proyecto ideológico. Al poner en duda su legitimidad para acoger estudiantes extranjeros, busca modelar un nuevo país donde la educación internacional debe pasar primero por un filtro patriótico.

Redefiniendo alianzas: ¿Trump como pacificador o provocador?

Las declaraciones recientes de Trump sugieren una dualidad compleja. Él mismo se presenta como un “pacificador”, aquel que se opuso a la guerra de Irak y quiere evitar nuevos conflictos. No obstante, simultáneamente mantiene la puerta abierta a la intervención militar directa contra Irán y asfixia legalmente a una de las universidades más influyentes del mundo. “Yo nunca creí que hubiera armas de destrucción masiva”, dijo respecto a la guerra en Irak. Pero ahora añade: “La cantidad de material que ha reunido Irán es tremenda”. Así, promueve un relato más acorde con la lógica de disuasión nuclear. Sobre Harvard, ha tildado sus campus como epicentro de discursos antiamericanos. “No se trata de educación, sino de ideología”, dijo en un evento reciente. Sus críticos ven esto como otro ejemplo de uso del poder ejecutivo para castigar a las voces disidentes, algo que históricamente ha marcado a los regímenes autoritarios.

El laboratorio político de 2024

Las acciones contra Irán y Harvard no son aisladas. Son ensayos de una campaña política construida sobre nacionalismo, confrontación y redefinición del “verdadero” interés nacional. En ambas esferas —la política exterior y la educación superior— Trump parece querer marcar los nuevos límites del poder estadounidense. En 2024, cuando los votantes vuelvan a elegir entre modelos de país, será imposible separar estas maniobras de sus implicancias mayores. La pregunta ya no será simplemente sobre política exterior o migración, sino sobre qué clase de país quiere ser Estados Unidos: uno que construye su poder desde la inclusión y el conocimiento o desde la exclusión y la fuerza.
Este artículo fue redactado con información de Associated Press