La Operación Midnight Hammer: El regreso del poder aéreo invisible de EE.UU.
Una mirada en profundidad al ataque estratégico que buscó desarticular el programa nuclear de Irán con una combinación de sorpresa, precisión y la temida fuerza de los bombarderos B-2
Un ataque cuidadosamente orquestado
El 22 de junio de 2025 quedará inscrito en la historia como una fecha clave en el conflicto latente entre Estados Unidos e Irán. Esa madrugada, el ejército estadounidense ejecutó una de las operaciones aéreas más ambiciosas, secretas y poderosas desde la invasión de Irak en 2003. Bajo el nombre en clave Operación Midnight Hammer, el objetivo fue doble: golpear con precisión los centros neurálgicos del programa nuclear iraní y enviar un mensaje inequívoco de superioridad aérea y táctica.
Lo que comenzó como nueve días de ataques previos por parte de Israel contra la infraestructura militar iraní, culminó con la incursión de los stealth bombers más avanzados del mundo, los B-2 Spirit, acompañados por cazas, aviones quirúrgicos de reabastecimiento y submarinos armados con misiles crucero Tomahawk.
¿Por qué ahora? La larga historia del enfrentamiento nuclear
Estados Unidos e Irán llevan décadas enfrentados por el desarrollo nuclear de la República Islámica. El acuerdo nuclear de 2015 (JCPOA por sus siglas en inglés) fue una tregua temporal, hasta que fue abandonado en 2018 por la administración Trump. Desde entonces, las tensiones sólo han escalado.
Israel, que considera a Irán una amenaza existencial, ha sido siempre el principal impulsor de acciones preventivas. Pero esta vez, Estados Unidos decidió intervenir directamente, con el argumento de evitar una escalada nuclear en Medio Oriente. Washington acusó a Teherán de acelerar clandestinamente el enriquecimiento de uranio, especialmente en instalaciones subterráneas como Fordo, donde el reporte de la AIEA indicaba actividades no justificadas por el uso civil de la energía nuclear.
El despliegue: precisión milimétrica y sigilo absoluto
El corazón de la operación fueron siete bombarderos B-2 Spirit, cada uno armado con dos bombas GBU-57A/B, conocidas como bunker busters de 13,6 toneladas (30,000 libras). Estos artefactos están diseñados para perforar estructuras subterráneas reforzadas antes de detonar.
Una estrategia de distracción fue clave. Mientras un grupo de B-2 volaba hacia el Pacífico como señuelo (captando la atención de observadores militares y aficionados), el grupo real se dirigía furtivamente hacia el este desde Misuri, evitando comunicaciones para mantener el efecto sorpresa. Según el general Dan Caine, sólo un grupo muy reducido de tomadores de decisiones estaba al tanto, incluso dentro del Pentágono y la Casa Blanca.
Los números de una operación histórica
- 125 aeronaves participaron en total, incluyendo aviones cisterna, cazas de escolta y vehículos de reconocimiento.
- 14 bombas GBU-57 lanzadas por los siete B-2.
- Más de 24 misiles crucero Tomahawk lanzados desde un submarino en el Golfo Pérsico.
La ruta de vuelo de los bombarderos, que cruzó el Mediterráneo oriental, Líbano, Siria e Irak, no fue revelada a los gobiernos regionales. A las 02:10 a.m. en Teherán, las primeras bombas impactaron la planta de Fordo. Minutos después, otras bombas impactaron las instalaciones de Natanz e Isfahán.
Una piloto entre los B-2: historia de inclusión
En un dato revelador, trascendió que entre los pilotos se encontraba una mujer, marcando un hito en misiones de esta envergadura. Aunque el Pentágono no reveló su identidad, medios señalan que pudo ser parte de la unidad 393rd Bomb Squadron, que ha entrenado a mujeres pilotos desde 2003.
Trump y la política del engaño estratégico
El viernes previo al bombardeo, Donald Trump declaró públicamente que tomaría una decisión sobre Irán “en dos semanas”, generando una falsa sensación de margen diplomático. Sin embargo, esa misma noche ya había ordenado el despliegue operativo.
Desde el Salón Este de la Casa Blanca, acompañado por su vicepresidente JD Vance, el secretario de Estado Marco Rubio y el secretario de Defensa Pete Hegseth, Trump declaró: “Esta operación representa la determinación de América de impedir que Irán adquiera armas nucleares. Nuestros B-2 entraron, golpearon y salieron sin que nadie notara.”
Fordo, Natanz e Isfahán: ¿quedó algo en pie?
Irán admitió que hubo explosiones en sus instalaciones, pero negó daños significativos. Sin embargo, imágenes satelitales mostradas por Planet Labs PBC revelan daños estructurales en Fordo, que podrían complicar su operación a corto plazo. La planta está incrustada dentro de una montaña, lo que normalmente la haría inmune a bombardeos convencionales.
La AIEA (Agencia Internacional de Energía Atómica) informó que no se detectó fuga radiactiva, lo que sugeriría que los reactores nucleares no fueron directamente alcanzados, o que las bombas no detonaron dentro de esos compartimentos. Aun así, el retraso y los daños son considerables.
Reacción iraní: “Responderemos con fuego”
Desde Teherán, el líder supremo Ali Jamenei juró represalias. “La sangre de nuestros científicos no será en vano. Estados Unidos e Israel serán responsables por sus crímenes”. El Consejo de Seguridad Nacional activó el protocolo de defensa aérea y puso en estado de alerta sus bases militares, mientras las ciudades aumentaban controles antimotines ante posibles manifestaciones nacionales.
La posibilidad de ataques asimétricos (ciberguerra, operaciones por proxy a través de Hezbolá, ataques a bases estadounidenses en Siria o Irak) es latente. De hecho, ya se han multiplicado los rumores de movimientos de milicias chiitas iraquíes.
Una táctica que recuerda otras eras
La Operación Midnight Hammer recuerda a la Tormenta del Desierto de 1991, cuando EE.UU. usó ataques quirúrgicos nocturnos para desmantelar la defensa aérea iraquí. También se compara con los bombardeos de los primeros días de la guerra de Kosovo en 1999.
Sin embargo, lo que la distingue es el uso intensivo y sin precedentes del B-2. Esta fue, como afirmó el general Caine, “la operación más grande jamás realizada con B-2 y una de las más largas desde los días posteriores al 11 de septiembre".
Punto de inflexión o chispa de una nueva guerra
Si bien a corto plazo puede verse como una victoria táctica, el riesgo de un conflicto regional a gran escala no ha disminuido. La inestabilidad en el estrecho de Ormuz, los vínculos de Irán con Rusia y China, y la salida del acuerdo nuclear complican las posibles vías diplomáticas.
La historia dirá si esta operación evitó una catástrofe nuclear o sembró la semilla de una nueva guerra en Medio Oriente. Lo único seguro es que Estados Unidos ha demostrado que su poder aéreo invisible sigue operativo y mortal.
Por ahora, el silencio volvió a caer sobre el cielo iraní. Pero, como muestran los escombros de Fordo, ese silencio puede ser más elocuente que mil discursos.