De plástico a supervivencia: cómo los jóvenes palestinos convierten basura en combustible en Gaza

En medio del bloqueo y el conflicto, jóvenes desplazados de Gaza encuentran sustento en la peligrosa práctica de convertir desechos plásticos en combustible rudimentario —una mezcla de necesidad, ingenio y riesgo ambiental.

Una economía improvisada en tiempos de crisis

En pleno corazón de una de las regiones más golpeadas por el conflicto del siglo XXI, los jóvenes palestinos han comenzado a crear su propia revolución energética. A lo largo de la Sea Road, al sur de Ciudad de Gaza, un grupo cada vez más numeroso de desplazados ha encontrado una alternativa de subsistencia: la creación artesanal de combustible a partir de la quema y destilación de plástico.

Bajo un cielo teñido de humo negro, a pasos del Mediterráneo, emerge un escenario apocalíptico. Hornos improvisados, formados por tambores metálicos oxidados, calientan montones de plástico derretido. El proceso, lejos de cualquier normativa ambiental, libera vapores tóxicos y llama la atención por igual de transeúntes y caballos que cruzan con carros tirados por las carreteras ahumadas. Esta práctica, aunque rudimentaria y peligrosa, se ha convertido en la única fuente de ingresos para muchos adolescentes y jóvenes adultos sin empleo ni hogar.

El método detrás del humo

El proceso se conoce como pirólisis, una técnica antigua que consiste en descomponer materiales a altas temperaturas sin presencia de oxígeno. Aunque es estudiada en distintos ámbitos científicos como opción para el reciclaje avanzado, en Gaza el procedimiento se lleva a cabo sin ningún tipo de regulación o protección.

Primero, los jóvenes recolectan desechos plásticos de los escombros o la basura. Luego, los introducen en tambores metálicos cerrados que calientan hasta que el plástico se derrite. El gas que se libera se condensa lentamente en tuberías rudimentarias hasta convertirse en un líquido parecido al crudo. Este se enfría manualmente con agua, se filtra de forma básica y se embotella en jarras o botellas plásticas, listas para ser vendidas por menos de la mitad del precio del combustible comercial.

Este diésel improvisado se utiliza principalmente para alimentar generadores eléctricos —imprescindibles en un lugar donde los cortes de luz son la norma— o incluso para vehículos antiguos y motores de pesca en zonas cercanas al mar.

Sobrevivir en lo imposible

Para los jóvenes involucrados, como Mohammed Najm, esta alternativa energética no es una elección sino una necesidad. Como lo expresó uno de ellos en una entrevista local: “No tengo otra forma de ganar dinero. Todo lo que quiero es alimentar a mi familia y sobrevivir.”

La mayoría de los que trabajan en esta labor es desplazada interna, habiendo perdido sus hogares o sus vehículos de subsistencia en los múltiples bombardeos recientes del conflicto entre Israel y Hamas. Muchos viven ahora en carpas levantadas a lo largo de la carretera, justo al lado de los hornos donde trabajan.

Riesgo para la salud y el medio ambiente

El uso constante de fuego abierto y el contacto frecuente con vapores tóxicos, muchos de ellos cancerígenos, hacen que esta actividad tenga graves consecuencias para la salud. La quema de plásticos libera dioxinas, furanos y bencenos —todos altamente perjudiciales para el sistema respiratorio e inmunológico— especialmente en contextos de exposición prolongada y sin ningún tipo de protección.

  • Una investigación publicada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) indica que la exposición a emisiones de plástico quemado puede aumentar el riesgo de enfermedades cardiovasculares, cáncer y trastornos neurológicos.
  • Ni los ojos cubiertos con bufandas ni el uso improvisado de guantes protegen de los riesgos.
  • Las zonas circundantes también sufren: animales, cultivos y el mar se ven contaminados por los residuos del proceso.

Reflejo de un colapso estructural

La necesidad de recurrir a esta práctica subraya el colapso total de las estructuras básicas en Gaza: falta de electricidad, escasez de combustible, mercados destruidos y desempleo cercano al 70%, según cifras de las Naciones Unidas de 2024.

Desde que comenzó el bloqueo israelí en 2007 —intensificado tras los combates de 2023 y 2024— el acceso a productos básicos y materiales ha estado sujeto a un régimen de control militar. Esto ha provocado una economía informal en expansión que va desde túneles de contrabando hasta este nuevo tipo de destilación callejera.

En palabras de Sara Roy, investigadora de Harvard especializada en Gaza: “Los jóvenes están siendo forzados a la economía del ‘hazlo tú mismo’ para sobrevivir en una sociedad sin estado funcional.”

Entre la resiliencia y el peligro

El caso de Gaza pone en primer plano una paradoja: el ingenio de su población para adaptarse en condiciones extremas a menudo implica prácticas problemáticas tanto en lo ético como en lo ecológico.

Mientras el mundo explora soluciones tecnológicas sostenibles y el reciclaje verde, en Gaza la ingeniería de supervivencia toma formas oscuras. Jóvenes como Mohammed Najm dominan procesos de conversión química sin haber puesto un pie en un laboratorio, a costa de su salud. Y lo peor: muchos son adolescentes. Algunos tienen apenas 14 o 15 años.

Una solución que no busca ser permanente

Los propios jóvenes palestinos admiten que la práctica no es sostenible. Muchos sueñan con un trabajo normal, con estudiar mecánica formalmente o trabajar en tiendas. Pero mientras la ayuda humanitaria llega en cantidades insuficientes, y los pasos fronterizos siguen cerrados gran parte del año, la conversión de plástico a combustible continúa su marcha lenta y tóxica a lo largo de la costa.

En lugar de ver en estas imágenes simplemente una historia de ingenio o resiliencia, quizás también debamos ver el reflejo de un fracaso colectivo más amplio: el de permitir que generaciones enteras crezcan en condiciones donde quemar basura sea la única opción viable.

Mientras el humo negro sigue danzando sobre los caminos de Gaza, el mundo continúa mirando, por momentos con admiración, pero en muchos más con indiferencia. ¿Hasta cuándo?

Fuentes consultadas:

  • Organización Mundial de la Salud (2022): Contaminación del aire y salud
  • United Nations Office for the Coordination of Humanitarian Affairs (OCHA): Gaza Humanitarian Snapshot, 2024
  • Sara Roy, testimonios en Middle East Policy Council, 2023
Este artículo fue redactado con información de Associated Press