Trump y el fuego cruzado entre Irán e Israel: diplomacia caótica, logros precarios
El expresidente estadounidense proclamó una victoria diplomática con el cese al fuego entre Irán e Israel, pero la realidad evidencia una paz frágil y tensiones latentes
Una tregua improbable en medio del fuego cruzado
En un giro diplomático tan dramático como inusual, el expresidente estadounidense Donald Trump anunció con euforia un “cese al fuego total y completo” entre Israel e Irán, después de días de ataques, amenazas y tensas negociaciones. Lo que parecía una nueva era de hostilidades abiertas entre dos de los actores más tensos del Medio Oriente, dio un abrupto paso hacia una pausa… o algo que se le parece.
Trump se presentó como artífice de la paz, pero detrás de las declaraciones triunfales de Washington se esconde una historia mucho más compleja, donde la diplomacia se escribió entre redes sociales, llamadas de emergencia y advertencias militares.
Una escalada veloz y sin control
Todo comenzó con los ataques de Estados Unidos a tres instalaciones nucleares clave en Irán, que según fuentes del Pentágono lograron mermar significativamente las capacidades del programa nuclear iraní. A partir de ahí, una espiral de represalias pareció inevitable.
Irán respondió con una batería de misiles lanzados contra una base estadounidense en Catar. Sin embargo, trece de los catorce misiles fueron interceptados gracias a los sistemas de defensa conjuntas de EE.UU. y Catar. El único proyectil que no fue derribado, según Trump, “fue liberado porque no representaba amenaza”.
Este peculiar momento —un ataque “avisado” y aparentemente contenido— generó la primera apertura para la diplomacia. Catar se ofreció como mediador, y comenzó una cadena de intercambios entre Washington, Doha, Teherán y Jerusalén.
Trump, el mediador atípico
Durante ese intenso período de 48 horas, Trump se movilizó con furia e ímpetu. Habló enérgicamente con el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu, advirtiendo que EE.UU. no estaba dispuesto a seguir interviniendo militarmente. Netanyahu, aún sin convencimiento pleno, entendió el mensaje.
En paralelo, el enviado especial de Trump, Steve Witkoff, contactó con el ministro de exteriores iraní, Abbas Araghchi, enviando un mensaje claro: “ya vieron lo que podemos hacer, no queremos más violencia, vuelvan a la mesa de negociaciones”.
Horas más tarde, Trump se deleitaba en su red social Truth Social anunciando que la guerra había terminado: “¡Fue un honor destruir todas las instalaciones nucleares y luego detener la guerra!”
Silencio, desconfianza y ataques continuos
Pero mientras Trump proclamaba el éxito, ni Israel ni Irán confirmaban oficialmente el acuerdo. Abbas Araghchi fue más cauto: “No hay un acuerdo firmado; si Israel cesa su agresión antes de las 4 a.m. (hora de Teherán), nosotros también lo haremos”.
Minutos después, el líder supremo iraní Ali Khamenei declaró que Irán “no se rendirá”, y la madrugada trajo malas noticias: tanto Irán como Israel lanzaron nuevos ataques.
Israel golpeó intensamente Teherán, matando a cientos de miembros de la milicia Basij y fuerzas de seguridad iraníes, mientras que Irán respondió en Gilan, donde explosiones dejaron al menos nueve muertos y múltiples viviendas destruidas.
Trump, mientras se dirigía a la cumbre de la OTAN en los Países Bajos, estaba furioso: “¡No estoy contento ni con Irán, ni con Israel!”, dijo desde la Casa Blanca. En su plataforma volvió a hacer uso de su estilo directo: “ISRAEL. NO SUELTES ESAS BOMBAS. SI LO HACES, SERÁ UNA VIOLACIÓN GRAVE.”
Diplomacia en redes sociales y respuestas improvisadas
Estamos acostumbrados a que los acuerdos diplomáticos se tramen en reuniones privadas, con comunicados oficiales y un lenguaje cuidadosamente calculado. Pero Trump ha transformado el proceder: extrema franqueza, amenazas públicas y celebraciones prematuras.
Cuando el vicepresidente J.D. Vance fue informado en vivo durante una entrevista televisiva que Trump había anunciado un acuerdo, su asombro fue evidente: “Estábamos trabajando en eso justo cuando salí de la Casa Blanca.”
Lo que para Trump era un logro de manual, en la práctica era un cese al fuego verbal al que ambas partes apenas se adherían parcialmente.
La posición ambigua de Netanyahu
El primer ministro israelí tardó más de ocho horas en confirmar que Israel aceptaba el cese de hostilidades. Y su aceptación llegó tras una intensa llamada con Trump, quien, según fuentes, fue “excepcionalmente firme y directo”.
Israel terminó anunciando que cesaría ataques, pero lo había hecho ya después de utilizar su artillería contra objetivos centrales en Teherán. Una “recompensa final” para mostrar que, desde la visión israelí, sus objetivos militares se cumplieron.
Como resultado, Trump volvió a declararse victorioso, publicando que todos los aviones israelíes daban la vuelta “mientras saludaban amistosamente con un 'Plane Wave' a Irán”.
¿Una verdadera paz o una pausa estratégica?
Aunque el cese al fuego fue proclamado por la Casa Blanca como un triunfo de la diplomacia trumpista, la reacción internacional fue mucho más medida. Irán no confirmó oficialmente la firma de ningún acuerdo, y la desconfianza mutua sigue intacta.
El rol de Catar como mediador fue clave. El emir Sheikh Tamim habló extensamente con Trump, facilitando contactos con Teherán y mostrando la disposición del régimen iraní a una desescalada, al menos temporalmente.
Sin embargo, ni Hezbollah en Líbano ni los hutíes en Yemen —ambos aliados de Irán— se han pronunciado claramente sobre cesar actividades ofensivas, lo que deja abierta la posibilidad de conflictos satélites.
¿Trump pacificador o pirómano con extintor?
La figura de Donald Trump como mediador es profundamente contradictoria. Por un lado, logró parar una guerra potencialmente devastadora. Por otro, fue su decisión de atacar los sitios nucleares iraníes la que reavivó la llama del conflicto.
Irán ha estado bajo presión internacional desde la ruptura del acuerdo nuclear original (JCPOA) en 2018, precisamente decisión tomada por el propio Trump. Desde entonces, las tensiones han escalado repetidamente.
Lo que Trump presenta ahora como un triunfo diplomático tiene ecos similares a otras maniobras con Corea del Norte o incluso Ucrania. Definir su legado como “pacificador” parece prematuro.
Un legado de pólvora diplomática
En un contexto global donde la diplomacia suele construirse con prudencia, multilateralismo y tiempo, Trump continúa apostando por la inmediatez, la presión directa y la narrativa propia. En su visión, él no solo salva vidas, sino que además “destruye todas las instalaciones nucleares” en el proceso.
Pero la realidad regional en Medio Oriente no cambia de la noche a la mañana. Irán conserva parte de sus capacidades de disuasión, y el propio Netanyahu sigue teniendo incentivos políticos y estratégicos para mantener la percepción de amenaza iraní viva.
Por ahora, la pausa es una oportunidad para que la región respire. Pero como han demostrado los acontecimientos posteriores a la proclamación del cese al fuego, el camino hacia una paz real y duradera aún está lleno de obstáculos.
El reloj sigue corriendo
Los próximos días serán clave para ver si este cese al fuego se estabiliza o vuelve al ciclo de violencia. El papel de terceros actores como Catar será vital para mantener abierto el canal diplomático. Mientras tanto, Trump ya se ha apropiado del crédito.
Como él mismo escribió: “¡Fue mi gran honor destruir instalaciones nucleares y luego detener la guerra!” Una expresión que sintetiza su estilo: hacer explotar el tablero y luego jugar a ser el pacificador.