Glastonbury 2025: entre música, política e indignación
La edición más polémica del festival británico sacude al Reino Unido con actuaciones cargadas de mensajes políticos y acusaciones de discurso de odio
El Glastonbury Festival ha sido durante décadas uno de los eventos culturales más esperados y celebrados del Reino Unido. Famoso por acoger a miles de asistentes y por ofrecer un escenario a artistas de múltiples géneros musicales, también ha sido históricamente un espacio para la expresión política y social. Sin embargo, la edición de 2025 ha cruzado una peligrosa línea para muchos, desatando controversias que han puesto en aprietos a artistas, organizadores e incluso al gobierno británico.
Bob Vylan y el grito que encendió las alarmas
Durante su actuación el sábado en Glastonbury, el dúo de rap-punk Bob Vylan hizo más que interpretar su música frenética cargada de crítica social. En plena actuación, el vocalista Bobby Vylan lideró cánticos de “Free, Free Palestine” y el más polémico “Death, death to the IDF” (muerte a las Fuerzas de Defensa de Israel).
La ovación del público fue inmediata, pero también lo fue la polémica. La Embajada de Israel en el Reino Unido calificó los cánticos de "retórica incendiaria y odiosa”, y la policía de Avon y Somerset informó que estaba evaluando las grabaciones para determinar si se ha cometido algún delito.
El ministro de Salud del Reino Unido, Wes Streeting, tachó la actuación como "espantosa" y exigió explicaciones tanto a la BBC como a los organizadores del festival por permitir que se transmitiera en vivo sin censura. La BBC respondió añadiendo una advertencia en pantalla sobre “lenguaje discriminatorio” durante la retransmisión.
Kneecap: la otra cara del rap cargado de ideología
No fueron los únicos envueltos en la controversia. El trío irlandés de rap Kneecap, popular entre jóvenes republicanos en Irlanda del Norte, también desafió los modos tradicionales de liturgia musical. Mo Chara, uno de sus miembros, está acusado bajo la Ley de Terrorismo por presuntamente haber ondeado una bandera de Hezbolá en un evento anterior. Aún así, la banda subió al escenario en Glastonbury entre vítores de Free Palestine> y Free Mo Chara>.
Según medios británicos, en presentaciones anteriores ya se les había visto gritando "arriba Hamás, arriba Hezbolá" y alentando a “matar parlamentarios”. Aunque estas imágenes aún deben ser verificadas legalmente en su totalidad, la polémica les persigue allá donde se presentan.
Glastonbury: ¿festival de música o arena de militancia?
Con cerca de 200,000 asistentes y más de 4,000 actuaciones, Glastonbury es más que un festival; es un fenómeno cultural. Pero la controversia de este año ha reabierto viejas preguntas sobre cuál es el límite entre la libertad artística y el discurso de odio.
Por un lado, muchos defienden que la música es una herramienta política intrínseca. Desde Bob Dylan hasta Public Enemy, numerosos artistas han usado el escenario para criticar poderes establecidos, defender derechos civiles y visibilizar conflictos sociales. Sin embargo, según críticos, gritar 'muerte' a una fuerza estatal extranjera no se alinea con la tradición de protesta pacífica.
Además, el contexto internacional ha complicado aún más la percepción pública. Con el reciente repunte del conflicto israelí-palestino, los ánimos están muy caldeados tanto en Oriente Medio como en diversas diásporas dentro del Reino Unido y Europa. Para muchos, cantar contra la IDF no es diferente a incitación al odio.
Libertad de expresión vs. discurso de odio: una línea borrosa en 2025
La legislación británica sobre expresión pública establece límites claros en torno a lo que se considera incitación al odio racial o religioso. No obstante, la aplicación de estas normas ha sido irregular y más aún cuando entran en juego eventos masivos como Glastonbury, donde la reacción del público también cumple un papel.
Según el abogado penalista británico Mark Stephens, “las autoridades deben determinar si el discurso, aunque ofensivo, está protegido bajo el artículo 10 del Convenio Europeo de Derechos Humanos sobre libertad de expresión, incluso cuando la expresión sea chocante o escandalosa”.
¿Qué puede hacer el gobierno y la BBC?
El incidente también ha provocado cuestionamientos sobre el papel de la BBC, financiada con fondos públicos, al transmitir en vivo contenidos con declaraciones cargadas de odio.
La ministra de Cultura, Lisa Nandy, ya ha solicitado una reunión con el director general de la BBC. En un comunicado, Downing Street aseguró que “los canales de comunicación públicos deben mantenerse responsables de lo que transmiten”.
En redes sociales, británicos de todos los sectores y generaciones han debatido el tema bajo etiquetas como #GlastonburyControversy y #FreedomOrHate. Mientras que para algunos, la censura sería una amenaza más al espacio libre del arte, otros opinan que permitir declaraciones como “muerte al IDF” ensucia la misión del festival.
Glastonbury: entre la contracultura y la cancelación
No es la primera vez que Glastonbury se ve sacudido por la política. En el pasado, grupos como Radiohead, Stormzy o Beyoncé han usado el escenario para hablar del racismo sistémico, el cambio climático y los abusos policiales. Pero la edición 2025 parece haber tocado un punto de no retorno.
La presencia de mensajes que pueden ser interpretados como pro-terrorismo o de odio ha derivado no solo en críticas públicas, sino en investigaciones legales activas. Ahora, más que nunca, se cuestiona si el festival puede seguir siendo un espacio de expresión sin que ello se convierta en un posible delito.
¿Encontrará Glastonbury el equilibrio?
Con la sociedad polarizada en torno al conflicto israelí-palestino, lo ocurrido en Glastonbury es más que una acusación aislada. Representa el choque entre arte, ideología y límites legales. Ningún artista está exento de crítica, pero tampoco se puede ignorar el poder de la música como herramienta transformadora… o incendiaria.
Los organizadores de Glastonbury aún no han emitido un comunicado oficial más allá de expresar que “apoyan la libertad artística dentro del marco legal británico”.
La próxima edición, si la presión sigue aumentando, podría enfrentarse a vigilancia legal intensificada, mayor presencia policial o incluso censura previa en programación. Una situación que amenaza la esencia misma del festival.
¿Dejará Glastonbury de ser un faro contracultural, para convertirse en un evento cuidadosamente regulado? El tiempo (y la sociedad) lo dirán.