Horas de angustia en Los Ángeles: el drama cotidiano de las redadas migratorias

Detenciones arbitrarias, desconocimiento del paradero, condiciones inhumanas y temor constante marcan la vida de decenas de familias en el centro de detención de ICE

Un submundo bajo tierra en el corazón angelino

En un edificio federal del centro de Los Ángeles, oculto bajo una fachada institucional de mármol y banderas, se desarrolla un drama silencioso y perturbador. Decenas de familias se agolpan en la oscuridad de una escalera sucia y lúgubre, buscando respuestas que rara vez llegan con claridad. Sus seres queridos han sido detenidos por agentes migratorios, muchos sin haber cometido delito alguno, y han sido trasladados al sótano: el llamado ICE Staging Facility, el primer paso hacia la detención formal o la deportación silenciosa.

Hombres, mujeres y jóvenes llegan con bolsas de medicinas, mantas y documentos legales, con la esperanza de simplemente confirmar si su esposo, padre, hermana o novio está allí. No hay sistema de citas. No hay garantías. Solo hay un timbre, una puerta metálica, y el angustiante silencio de los funcionarios detrás de ella.

Redadas virulentas y barrios bajo vigilancia

Desde el pasado 6 de junio, la ciudad ha estado bajo el azote de agresivas redadas migratorias impulsadas por el gobierno federal. Agentes armados, muchos de ellos encapuchados, han sido filmados llevándose personas de estacionamientos de Home Depots, puestos de comida y calles residenciales de vecindarios latinos e inmigrantes.

Estas acciones han generado un clima de pánico que recuerda a operaciones policiacas propias de regímenes autoritarios. Una mujer relató haber confundido la detención de su hija ciudadana estadounidense con un secuestro, dado que los agentes no portaban credenciales visibles y el vehículo no tenía placas oficiales.

Nacionalidades diversas, una sola amenaza

Los arrestados provienen de una notable variedad de países: México, Guatemala, India, Irán, China y Laos, entre otros. Este hecho subraya que no se trata solo de una incursión contra inmigrantes latinoamericanos, sino una política que ignora el estatus legal, el contexto humanitario y las garantías constitucionales mínimas.

Los propios agentes del ICE han transferido personas que ya estaban solicitando asilo legítimamente y que, incluso, habían recibido evaluaciones favorables de oficiales migratorios. La abogada Kim Carver, de la Trans Latino Coalition, relató cómo su clienta hondureña fue detenida pese a tener un caso viable de asilo. “Desde entonces ha sido una persecución para localizarla”, dijo.

Una cultura de desinformación y maltrato

Entre los testimonios recopilados se repiten varias denuncias alarmantes:

  • Personas que han tenido que beber agua de los inodoros por falta de acceso a fuentes limpias.
  • Detenidos que han recibido solo galletas y papas fritas como alimento diario durante más de una semana.
  • Negación rotunda de acceso a artículos de higiene, medicamentos o incluso ropa adecuada, pese al frío nocturno.

Un abogado contó cómo funcionarios le impidieron entregar artículos básicos a su cliente, quien había pasado dos días con solo una botella de agua. Otro joven detenido relató haber dormido en el suelo con una lesión en la espalda y con frío constante.

¿Dónde empieza y termina ser "estadounidense"?

El caso de Andrea Vélez deja en evidencia el nivel de discrecionalidad con el que operan los agentes. Ciudadana estadounidense, fue arrestada brutalmente fuera de su trabajo, acusada de "obstrucción", una etiqueta cada vez más utilizada para justificar detenciones en ausencia de crímenes reales. Su madre y hermana presentaron su pasaporte, certificado de nacimiento y videos que mostraban su detención forzada. Fue liberada un día después, pero el daño emocional quedó.

Las redes sociales: testigos del terror

Una herramienta clave en este nuevo contexto represivo han sido las redes sociales. Muchos padres, amigos o parejas han descubierto el paradero de sus seres queridos a través de videos subidos por transeúntes o trabajadores que filmaron las redadas. Las imágenes muestran detenciones violentas que en muchos casos parecen carecer de causa legal suficiente.

Un adolescente mostró en su celular el momento preciso en que su padre era arrestado mientras compraba en una taquería. "No sabemos a dónde lo llevaron, ni si está bien", dijo con voz temblorosa.

El limbo burocrático del ICE

Incluso para quienes logran confirmar que su ser querido está detenido, las dificultades no terminan ahí. Todo pasa por un número de identificación conocido como el “A-number”. Sin él, es imposible iniciar cualquier procedimiento legal, contratar abogados o incluso depositar fondos para que el detenido pueda hacer llamadas.

Una joven, Mayra Segura, trataba de encontrar a su tío tras hallarse su carrito de paletas abandonado en la acera. Nadie sabía dónde estaba. No aparecía en el sistema. Luego de días, surgió que había sido transferido fuera del estado en secreto.

Una paradoja de derechos humanos

La situación vivida en Los Ángeles en estas redadas migratorias no es un caso aislado ni una reacción espontánea. Forma parte de una estrategia oficial que ha endurecido sus mecanismos de deportación sumaria y criminalización del inmigrante desde el retorno de Donald Trump a la Casa Blanca. Con amparo del fallo reciente de la Corte Suprema que permite deportaciones a terceros países, se han intensificado las separaciones familiares.

Organismos de derechos civiles como la American Civil Liberties Union han alertado del uso instrumental de ICE para establecer zonas grises de legalidad donde las personas pueden ser detenidas durante días sin registro oficial ni acceso a defensa mínima.

Resiliencia y comunidad: la esperanza

Pese al miedo y el desgaste emocional, muchas personas no se rinden. Al caer la tarde, surgió un ambiente de solidaridad entre los presentes. Compartieron comida, información legal, recursos para contactar abogados e incluso agua, que escaseaba entre quienes llevaban más de ocho horas sin moverse.

La historia de Jasmin Camacho Picazo, que llegó aún con su uniforme de trabajo tras su turno en el hospital, ilustra esta entrega. Su marido, con una lesión lumbar, dormía en el piso de concreto. Ella le llevó un suéter y le escribió su número porque él no se lo sabía. Su hijo le preguntaba cada día: “¿Papá me va a venir a recoger de la escuela?”

En un país que se define como garante de la libertad, cientos de personas pasaron el 25 de junio simplemente tratando de obtener una hora de visita. Aunque para muchos el reloj marcó las 4:00 pm y la puerta se cerró sin respuestas.

La escena final de ese día nos deja una imagen poderosa: madres abrazando documentos, hijos mostrando videos de arrestos con lágrimas contenidas, y familias enteras abrazadas en la acera aún con la esperanza de que al día siguiente, tal vez, el timbre sí suene.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press