Revolución en el deporte universitario: El fin del amateurismo y el inicio del «profesionalismo» en la NCAA

Universidades como UCLA, USC y UC Berkeley comenzarán a pagar directamente a sus atletas: ¿quién gana, quién pierde y qué cambia realmente en el deporte universitario?

El día que cambió el deporte universitario

Desde el martes, el ecosistema del deporte universitario en Estados Unidos cambió para siempre. La NCAA, tradicionalmente aferrada al concepto de amateurismo, ha dado un paso monumental hacia el pago directo a atletas universitarios. Gracias a un histórico acuerdo legal, ahora las universidades pueden pagar hasta 20,5 millones de dólares al año a sus deportistas. Este cambio no solo representa una sacudida económica, sino también cultural, legal e institucional para el país.

¿En qué consiste este nuevo acuerdo?

La piedra angular de este cambio es el acuerdo House, fruto de una demanda colectiva que expuso cómo miles de atletas exuniversitarios fueron privados de ingresos por su desempeño atlético debido a las antiguas reglas de la NCAA. En el nuevo modelo, las universidades podrán distribuir hasta 20,5 millones de dólares anuales entre sus atletas, sin importar que los ingresos deportivos de la institución justifiquen la cifra.

Los pagos pueden provenir de cualquier fondo: recaudaciones, derechos televisivos, venta de entradas, o incluso fondos estatales y cuotas estudiantiles en instituciones públicas como UC Berkeley o UCLA.

¿Cuánto ganará cada atleta?

Según algunas estimaciones, atletas destacados de USC o UC Berkeley podrían recibir entre $100,000 y $200,000 anuales. Por ejemplo, el rector de UC Berkeley, Rich Lyons, explicó que la universidad proyecta distribuir:

  • $12 millones para jugadores de fútbol americano
  • $3 millones para baloncesto masculino
  • $1 millón para baloncesto femenino

Suponiendo una distribución pareja (lo cual es improbable), cada jugador de fútbol estadounidense podría recibir hasta $100,000, y cada jugador de baloncesto masculino, $200,000.

Deportistas ya estaban generando ingresos desde 2021

El nuevo sistema no parte desde cero. Desde que California aprobó en 2019 la ley que permite a los atletas monetizar su nombre, imagen y semejanza (NIL por sus siglas en inglés), muchos jóvenes ya ganaban dinero por firmar autógrafos, promover productos o colaborar con marcas en redes sociales.

Por ejemplo, Karson Gordon, atleta de UCLA en fútbol y atletismo, ganó más de $20,000 el año pasado con acuerdos que van desde tarjetas coleccionables hasta campañas con marcas de gafas de sol.

Las universidades frente a un dilema económico

Sin embargo, la situación varía radicalmente según el tamaño y presupuesto de cada institución. Mientras universidades como UCLA, USC o Stanford tomarán el máximo de $20.5 millones, otras como Montana o Nebraska-Omaha anunciaron que no participarán este primer año.

¿La razón? Principalmente, problemas de financiamiento, cumplimiento con el Título IX (que exige equidad en la distribución de recursos entre hombres y mujeres) y falta de infraestructura para implementar un sistema de pagos tan complejo.

Según el abogado especializado en derecho deportivo, Mit Winter, "el 90 a 95% del presupuesto de $20.5 millones irá probablemente a atletas hombres de fútbol y baloncesto", lo cual genera conflictos legales relacionados con la paridad de género.

El peso de la equidad: ¿Título IX en riesgo?

La equidad de género es uno de los puntos más controversiales. El plan inicial de distribución del acuerdo establece que el 75% del fondo de $2.800 millones para exalumnos se destinará a jugadores de fútbol, el 15% al baloncesto masculino, apenas 5% al baloncesto femenino, y otro 5% entre el resto de deportistas.

Varios grupos de atletas femeninas ya han apelado, alegando que esta distribución viola la ley federal sobre discriminación por género. Estas apelaciones podrían suspender temporalmente los pagos o modificar el esquema.

Ramogi Huma, la voz crítica desde dentro

Ramogi Huma, director ejecutivo de la Asociación Nacional de Atletas Universitarios y promotor de estos derechos desde hace años, critica abiertamente el acuerdo. Según él, el límite de $20.5 millones por escuela y la prohibición de ciertos tipos de patrocinio —como los provenientes de agrupaciones de boosters o donantes— representa una forma renovada de control que podría ir contra la ley californiana en materia de NIL.

Este acuerdo no expande los derechos de los atletas en California, los restringe”, afirmó Huma en entrevista.

¿Quién financia al nuevo deportista universitario?

En universidades públicas como UC Berkeley, buena parte del presupuesto se sostiene con impuestos estatales o cuotas estudiantiles. Un análisis del Knight Commission on Intercollegiate Athletics indicó que el 30% del presupuesto atlético de UC Berkeley proviene de estos fondos. Según el economista deportivo Daniel Rascher, "da igual de dónde venga el dinero, porque es fungible: puede moverse dentro del presupuesto según se necesite".

El punto más polémico reside en el uso de dinero público. ¿Está bien que se utilicen recursos financiados por todos para pagar a una élite deportiva universitaria? Esta pregunta sigue sin una respuesta clara.

Pequeñas universidades se plantean un abismo competitivo

Para instituciones pequeñas, el nuevo sistema puede ser un tsunami financiero. Universidades como UC San Diego o Cal State Bakersfield ya confirmaron que participarán, aun sin tener ingresos concretos para repartir por ahora.

“Estamos aún decidiendo cómo implementarlo y cuánto asignar”, dijo Jeff Tourial, directivo de UC San Diego. Asegura que dentro del departamento "hay gente pensando en esto todo el día".

La clave pasa por ser competitivos. El temor de perder talento a manos de universidades con mayor capacidad de pago ha llevado a muchas instituciones a lanzarse al agua sin salvavidas financiero.

El futuro es difuso y lleno de presiones legales

La jueza federal Claudia Wilken, que validó el acuerdo, dio a las universidades tan solo tres semanas para decidir si participaban. En ese lapso, las escuelas han debido construir sistemas legales, financieros y estructurales para canalizar millones en pagos tras décadas sin hacerlo.

Además, el acuerdo podría no ser definitivo. Las apelaciones y demandas continúan, y la estructura legal del pacto está bajo escrutinio. Si alguna corte dicta que ciertos elementos violan leyes como Title IX o la ley NIL de California, el sistema podría cambiar radicalmente.

¿Adiós al espíritu amateur?

El deporte universitario siempre ha sido presentado como una plataforma para el crecimiento académico y atlético, manteniéndose presuntamente al margen de la lógica del profesionalismo y del dinero. Pero los contratos televisivos millonarios, los sueldos astronómicos a entrenadores y la mercantilización creciente hacían de este discurso algo cada vez menos creíble.

Hoy, finalmente, los protagonistas —los atletas— reciben una recompensa tangible por su esfuerzo. Para algunos es el inicio de una nueva era más justa; para otros, la muerte de los valores que distinguían al deporte universitario estadounidense.

Sea cual sea la postura, una certeza permanece: el deporte universitario en EE.UU. jamás volverá a ser el mismo.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press