El controvertido legado de la Ley Mann: De Jack Johnson a Sean ‘Diddy’ Combs

Un siglo de polémica, racismo judicial e intentos de reforma en torno a una ley concebida para combatir la prostitución, pero usada como arma racial, moralista y política

Un pasado turbio que resurge en el presente

La reciente condena de Sean “Diddy” Combs por delitos relacionados con prostitución bajo la Ley Mann ha vuelto a poner el foco en un cuerpo legislativo con más de un siglo de historia y una reputación marcada por controversia, racismo y moralismo extremo. Aunque Combs fue absuelto de los cargos más graves relacionados con tráfico sexual y crimen organizado, su condena bajo esta ley ha generado intensos debates y comparaciones históricas inevitables.

¿Qué es la Ley Mann?

La conocida formalmente como White Slave Traffic Act de 1910, la Ley Mann fue promulgada en el contexto de un pánico moral y racista en los Estados Unidos de principios del siglo XX. Su objetivo inicial era impedir el transporte de mujeres para fines de prostitución o cualquier otro “propósito inmoral” a través de fronteras estatales o países.

Según el Instituto de Información Legal de la Universidad de Cornell, la ley "originalmente prohibía el transporte de ‘cualquier mujer o niña con fines de prostitución o depravación, o para cualquier otro propósito inmoral’". El lenguaje abierto e impreciso de “propósito inmoral” proporcionó a las autoridades una herramienta para perseguir todo tipo de comportamientos considerado no conforme con la moral de la época.

El caso Jack Johnson: racismo legal en estado puro

Uno de los casos más emblemáticos -e indignantes- involucró a Jack Johnson, el primer campeón mundial de boxeo de peso pesado afroamericano en 1910. Sin embargo, su fama y estilo de vida desafiante a las normas sociales —incluidas sus relaciones con mujeres blancas— lo convirtieron en objetivo del sistema racial del momento.

En 1913, Johnson fue condenado por violar la Ley Mann al transportar a su pareja blanca, Lucille Cameron, trabajadora sexual con la que mantenía una relación consensual. El juicio, frente a un jurado completamente blanco, fue superficial y evidentemente motivado por razones raciales.

Más de cien años después, en 2018, el entonces presidente Donald Trump otorgó a Johnson un perdón póstumo, reconociendo que fue “una injusticia motivada por el racismo”.

Reformas lentas y parciales

La ley ha sido modificada con el tiempo. En 1986, dejó de usar un lenguaje exclusivamente femenino y eliminó los términos “depravación” y “propósito inmoral”, cambiándolos por “cualquier actividad sexual por la cual cualquier persona pueda ser acusada de un delito penal”. Esta actualización pretendía adaptar la ley a tiempos modernos, alejándose del moralismo victoriano.

No obstante, según críticos y activistas legales, la ley sigue siendo demasiado vaga y ofrece espacio para una aplicación desigual o sesgada. En múltiples ocasiones, se ha argumentado que se utiliza como herramienta para castigar figuras públicas cuando otros recursos legales no son viables.

Sean “Diddy” Combs: ¿otro caso de persecución selectiva?

En julio de 2025, el conocido rapero, productor y empresario P. Diddy fue absuelto de los cargos más graves de tráfico sexual y crimen organizado, pero condenado por delitos de prostitución relacionados con el uso de vuelos interestatales. Según la acusación, Diddy voló tanto a mujeres como a hombres a diferentes ciudades con el propósito de tener encuentros sexuales “organizados”, hechos que constituirían una violación a la Ley Mann.

La defensa del cantante acusó directamente a la Fiscalía Federal de racismo. En una moción presentada en febrero de este mismo año, sus abogados afirmaron:

“Está siendo procesado por conductas que regularmente no son castigadas. La historia de esta ley muestra una y otra vez que fue diseñada y utilizada para perseguir a hombres negros exitosos en nombre de la moral pública.”

Su comparación con casos pasados como los de R. Kelly, Chuck Berry e incluso Jack Johnson no es gratuita. En todos estos procesos, la Ley Mann ha sido el instrumento estrella para llevar a juicio controversias que, en otros contextos, habrían sido tratadas desde el ámbito privado.

Estadísticas y aplicación desigual

De acuerdo con un análisis académico del Minnesota Law Review, más del 70% de las personas procesadas por la Ley Mann desde 1910 fueron hombres negros, a pesar de que el porcentaje de infractores por delitos relacionados con prostitución entre personas blancas y negras en Estados Unidos es casi igual.

La tendencia sugiere que, aunque en papel la ley es neutral desde 1986, en la práctica sigue mostrando fuertes señales de sesgo racial y moral.

Casos notables adicionales:

  • Chuck Berry (1959): El legendario músico fue arrestado por transportar a una menor mexicana –que trabajaba en un club nocturno– por varios estados. Fue condenado a 18 meses de prisión.
  • R. Kelly (2019): Además de los múltiples cargos federales por abuso de menores, también se enfrentó a violaciones de la Ley Mann por transportar a menores a través de fronteras estatales.
  • Ghislaine Maxwell (2021): Socia de Jeffrey Epstein, condenada por tráfico sexual, fue también acusada de transportar ilegalmente a menores, algunos cargos encajaban dentro del marco de la Ley Mann.

El debate actual: ¿una ley obsoleta o una herramienta útil contra el abuso?

Defensores de la ley argumentan que, en un mundo en el que la trata de personas y el tráfico sexual siguen afectando a millones de víctimas, es crucial preservar herramientas que tipifiquen este tipo de comportamientos y contribuyan a proteger a los más vulnerables.

Miguel González, portavoz de The Polaris Project, ONG dedicada a combatir la trata de personas, señaló en una entrevista reciente:

“No podemos perder de vista que, bien aplicada, la Ley Mann permite perseguir a depredadores sexuales que operan en redes interestatales. El problema no es la existencia de la ley, sino su uso injusto en ciertos contextos.”

Mientras tanto, detractores exigen su derogación total o al menos una reforma profunda. Argumentan que su existencia actual permite un margen de interpretación tan amplio que puede ser fácilmente usada con fines políticos o discriminatorios.

Una ley que habla más del país que de los delitos en sí

La Ley Mann no es solo una herramienta legal. Es una ventana a la evolución (o falta de) de la moral pública, de los valores raciales en la justicia estadounidense y de la criminalización de las sexualidades no normativas o fuera del perfil blanco heteronormado de poder.

Para muchos, el hecho de que Diddy haya sido condenado bajo esta norma centenaria, mientras celebridades acusadas de acciones similares –pero blancas– han salido ilesas o apenas sumidas en escándalos mediáticos, es una señal inequívoca de que la justicia sigue siendo selectiva. Y sobre todo, profundamente influenciada por códigos morales heredados de siglos pasados.

¿Hacia dónde nos dirigimos?

Desde su promulgación en 1910 hasta su aplicación a celebridades del siglo XXI, la Ley Mann es uno de esos capítulos jurídicos que muestran cómo una ley puede nacer con buenas intenciones, pero convertirse con el tiempo en una amenaza contra los derechos civiles y sexuales cuando se entrelaza con prejuicios sistémicos.

Sean “Diddy” Combs no es el primer afroamericano poderoso en ser condenado bajo la Ley Mann, y difícilmente será el último... al menos mientras esta ley siga vigente tal como existe hoy.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press