El poder del monzón: esperanza y desafío para el suroeste de EE.UU.

Una mirada profunda a cómo esta temporada vital moldea la vida, cultura y entorno del suroeste estadounidense

Una danza estacional entre la vida y la destrucción

En el suroeste de los Estados Unidos, el cielo se transforma en un teatro de elementos durante el verano. Las nubes crecen con fuerza al mediodía, los vientos empujan en todas direcciones y, de repente, la lluvia cae torrencialmente... solo para desaparecer minutos después. Esta coreografía climática es el monzón, una temporada que no solo trae consigo humedad, sino también esperanza, temor, y una conexión ancestral con la tierra.

El monzón: más que una tormenta veraniega

El monzón de América del Norte se extiende normalmente desde el 15 de junio hasta finales de septiembre. A diferencia de los monzones asiáticos, conocidos por lluvias intensas y constantes por meses, en Estados Unidos y México esta temporada es notoriamente variable. Las lluvias pueden presentarse en ráfagas breves pero intensas, o pasar días sin dejar una sola gota.

Este fenómeno meteorológico ocurre gracias al intenso calor del verano que cambia la dirección de los vientos, permitiendo que la humedad del Golfo de México y el Océano Pacífico fluya hacia el interior continental. Como resultado, estados como Nuevo México y Arizona reciben entre el 10% y el 60% de su lluvia anual durante el monzón.

La amenaza latente de la sequía

Aunque el monzón puede ser etiquetado como una bendición, no hay garantía de que siempre llegue a tiempo ni de que su intensidad sea suficiente. De hecho, antes del inicio de la temporada del 2025, la Nación Navajo, que abarca partes de Nuevo México, Arizona y Utah, declaró emergencia por sequía. El ganado sin pasto, los cultivos marchitos, y el aumento del riesgo de incendios forestales son una amenaza constante.

La gobernadora de Nuevo México también declaró estado de emergencia en mayo debido a la escasez de agua y el peligro de incendios forestales. Según el NOAA (Administración Nacional Oceánica y Atmosférica) y NIDIS (Sistema Nacional de Información sobre la Sequía), la lluvia del monzón no basta por sí sola para abastecer los sistemas hídricos del oeste, ya que la mayoría del agua proviene del deshielo invernal.

Esperanzas, rituales y realismo agrícola

En lugares como Santa Ana Pueblo, cerca de las Montañas Jemez, el cielo se observa con fe pero también con pragmatismo. El gobernador del pueblo, Myron Armijo, comentó que ya han recibido varias lluvias considerables esta temporada, pero que al final son "los espíritus quienes deciden".

Los agricultores locales han aprendido a leer las señales del cielo y del suelo. Cambiar cultivos por otros más resistentes a la sequía y reducir el tamaño de sus rebaños son respuestas dolorosas pero necesarias. La agricultura en el suroeste ya no depende solamente del trabajo duro, sino también de la capacidad de adaptarse a un clima incierto.

Inundaciones y cicatrices ardientes

Con la lluvia, también llegan desafíos. Por todo el suroeste se levantan estaciones de sacos de arena, desde Tucson hasta Albuquerque e incluso San Antonio. Estos preparativos buscan mitigar las fuertes corrientes de agua que pueden llenar de golpe los "arroyos secos", arrasando con lo que se interponga.

En Española, Nuevo México, el cruce histórico sobre el río Grande tuvo que cerrarse ante el temor de que el incremento en el caudal pudiera erosionar sus estructuras. Simultáneamente, en los alrededores del Bosque Nacional Gila, donde un incendio ha quemado más de 192 kilómetros cuadrados, la Guardia Nacional ha distribuido decenas de pallets con sacos de arena para contener las futuras inundaciones.

La paradoja del monzón es evidente aquí: después del fuego, viene la lluvia... pero con ella arrastra cenizas y escombros de las laderas quemadas, reproduciendo una nueva forma de desastre natural.

Arte, memoria y agua: la lucha simbólica

Daniel McCoy, artista indígena Muskogee (Creek) y Potawatomi, ha hecho del monzón y del río Grande su fuente de inspiración. Desde su estudio en Santa Fe, McCoy ha captado en grandes lienzos la esencia cambiante del desierto, las montañas púrpuras y los ríos revitalizados por las tormentas. Su historia personal, marcada por su infancia agrícola en Oklahoma, le ha ayudado a entender la conexión esencial con el agua en un ecosistema árido.

En la calle frente a su estudio, un cartel aclara su filosofía: “El Agua No Se Vende. El Agua Se Defiende.” Una frase extendida por distintas comunidades indígenas del suroeste, que expresa la urgencia creciente de proteger el acceso al agua frente a industrias, privatizaciones y políticas medioambientales deficientes.

Datos y cifras del monzón

  • Temporada oficial: 15 de junio al 30 de septiembre
  • Precipitación esperada: hasta 60% de la anual en algunas regiones de AZ y NM
  • Contribución al sistema hídrico: secundaria frente al deshielo, pero esencial para recargar acuíferos y mitigar incendios
  • Impacto en Nevada: hasta 25% de la lluvia anual
  • Uso histórico del agua: Cultivo de maíz y frijol dependiente de aguas estacionales

Vivir con el sol y la lluvia

Para muchos residentes del suroeste, vivir implica observar el cielo intensamente. La rutina se moldea no por relojes, sino por el sol y las nubes. Así lo indica McCoy: “Cuando trabajas fuera, vives en un tiempo distinto. Vives por lo que hace el sol, por lo que hace el agua”.

La realidad es que el monzón es mucho más que un fenómeno meteorológico. Es un espejo de la historia ecológica, cultural y mística del suroeste de EE.UU. Contiene riesgos importantes, pero también representa conexión, regeneración y respeto. El agua no sólo da vida: en esta región, también enseña.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press