El destino del Tíbet tras el Dalái Lama: ¿resistencia cultural o desaparición silenciosa?

El anuncio de una futura reencarnación no disipa los temores de millones de tibetanos que enfrentan nuevas amenazas a su identidad espiritual y cultural

Un faro espiritual que se apaga lentamente

El Dalái Lama, el líder espiritual del budismo tibetano y símbolo global de paz y resistencia, ha confirmado recientemente que se reencarnará, disipando en parte los temores sobre el fin de una institución religiosa que ha perdurado por más de cinco siglos. Sin embargo, lejos de traer tranquilidad, el anuncio ha exacerbado la incertidumbre entre millones de tibetanos dentro y fuera del Tíbet, ante la compleja encrucijada política, religiosa y cultural que seguiría a su fallecimiento.

El 14º Dalái Lama, Tenzin Gyatso, ha sido más que un líder espiritual: ha sido un refugio moral, una figura política en el exilio, e incluso un embajador del pueblo tibetano frente a un mundo que, cada vez más, cede ante la presión diplomática de China.

La sombra de Pekín sobre la elección del próximo Dalái Lama

Históricamente, la elección del Dalái Lama se realiza mediante ceremonias religiosas ancestrales que implican visiones, oráculos y la identificación de un niño que muestre signos del espíritu de la anterior encarnación. Pero esta vez, el proceso está amenazado por la injerencia del gobierno chino.

China, que tomó el control del Tíbet en 1950, ha declarado que no reconocerá a ningún sucesor si no es aprobado por su gobierno. Esta afirmación ha sido duramente criticada en el exilio tibetano, quienes ven en ello un intento cínico del Partido Comunista Chino de controlar el linaje espiritual como parte de su estrategia de asimilación cultural.

Un caso emblemático fue el del Panchen Lama, la segunda figura más importante del budismo tibetano. En 1995, tras reconocer el Dalái Lama a un niño como la reencarnación del 10º Panchen Lama, el niño fue desaparecido por las autoridades chinas. Pekín impuso entonces a su propio candidato, Gyaltsen Norbu, rechazado ampliamente por la diáspora tibetana.

Temores en Dharamsala, el corazón del exilio

En la localidad india de Dharamsala, sede del gobierno tibetano en el exilio, los preparativos para el 90º cumpleaños del Dalái Lama contrastan con la preocupación generalizada sobre su eventual desaparición. Para Penpa Tsering, presidente de esta administración, la pérdida será un “duro golpe espiritual y político”.

Desde 2011, el Dalái Lama delegó sus competencias políticas a un sistema democrático electo, pero sigue siendo el núcleo espiritual y moral del movimiento. Así lo expresa Tenzin Tsundue, escritor y activista nacido en la India: “Él es el punto de referencia; cuando no esté, la lucha por la autonomía quedará desorganizada y en riesgo.

Una cultura bajo asedio

Para el gobierno chino, el Dalái Lama es un “separatista peligroso”. Para muchos tibetanos dentro del Tíbet, es el símbolo de una cultura que sobrevive a duras penas bajo el peso de una campaña sistemática para su erradicación.

Se estima que más de 7 millones de tibetanos viven bajo la jurisdicción china, donde enfrentan restricciones a la libertad religiosa, represión política y una paulatina disminución del uso del idioma tibetano, reemplazado por el mandarín. Según diversas ONG de derechos humanos, cientos de tibetanos —especialmente monjes— se han inmolado en las últimas décadas como protesta frente al avasallamiento cultural chino.

El académico budista Geshe Lhakdor sostiene que el intento del gobierno chino de apropiarse del sistema de reencarnación es una “burla a los principios religiosos” que revela el carácter hipócrita de un régimen oficialmente ateo que busca controlar una fe milenaria.

Carencia de liderazgo y el riesgo del radicalismo

La búsqueda del sucesor puede tomar años, proceso que incluirá oráculos, señales espirituales y debates entre lamas de alto rango. Mientras tanto, no habrá un líder espiritual supremo que canalice las aspiraciones y energía de la causa tibetana.

¿Qué ocurrirá en ese vacío? Tsering teme que las protestas dentro del Tíbet —donde muchas veces los derechos fundamentales están reprimidos— puedan derivar en actos más radicales. “Espero que los tibetanos no se radicalicen”, declaró.

La ausencia de la figura moderadora del Dalái Lama puede allanar el camino para sectores más combativos del movimiento, especialmente entre las nuevas generaciones, menos dispuestas al enfoque pacifista consagrado en la política del “Camino Medio”, que propone una autonomía bajo soberanía china.

La atención internacional: ¿eco o silencio?

Durante décadas, líderes mundiales han cortejado al Dalái Lama, invitándolo a foros multilaterales y alabando su mensaje de paz. Obtuvo el Premio Nobel de la Paz en 1989 y es visto como un referente moral en cuestiones de derechos humanos.

Pero la situación ha cambiado. En palabras de Tsundue: “El mundo ya no defiende nuestras causas. Países como EE.UU. solo nos usan como carta en la negociación con China.

El crecimiento económico y geopolítico del gigante asiático ha hecho que países como India, la Unión Europea o incluso Estados Unidos moderen su postura para evitar choques con Pekín. Aunque Washington ha declarado que la sucesión del Dalái Lama debe respetar la libertad religiosa, ha limitado sus presiones concretas.

El resultado es un preocupante aislamiento para el pueblo tibetano: una diáspora de más de 150.000 personas repartidas por Asia, Europa y América que lucha por mantener su identidad sin una sólida red de apoyo internacional.

Nacimiento en el “mundo libre”

El Dalái Lama ha afirmado que su sucesor nacerá en el “mundo libre”, es decir, fuera de China. Esto abriría una confrontación directa con Pekín, que impondrá simultáneamente un niño “sucesor” criado y adoctrinado bajo sus parámetros.

En ese escenario, podría haber dos Dalái Lama: uno reconocido por China y otro por los tibetanos en el exilio. Esta situación no sería inédita. Ya ocurrió con el Panchen Lama, causando fracturas profundas dentro de la comunidad budista tibetana.

Este cisma podría prolongarse durante décadas y debilitar aún más la causa tibetana frente al mundo, mientras crea confusión entre los propios fieles.

Tíbet, entre lo sagrado y lo geopolítico

El Tíbet no es solo una cuestión religiosa o cultural. Es también una arena geopolítica donde convergen intereses estratégicos de India, China y, en menor medida, Occidente. El intento de control del budismo tibetano por parte del Partido Comunista se inscribe en una estrategia que busca consolidar fronteras, asegurar recursos naturales y debilitar cualquier expresión de autonomía étnica o espiritual.

En última instancia, el destino del Tíbet dependerá de la capacidad de su diáspora, sus líderes religiosos y del frágil equilibrio internacional para resistir una asimilación que busca borrar siglos de tradición, sabiduría y espiritualidad.

¿Puede un niño nacido en el exilio enfrentar a todo un imperio? Esa pregunta aún no tiene respuesta, y tal vez no la tenga en varias generaciones.

Un legado en riesgo, una llama encendida

En palabras del propio Dalái Lama: “Mi verdadera reencarnación no será un cuerpo, sino la continuidad de nuestras enseñanzas y los corazones que se niegan a olvidar quiénes somos.

Para los tibetanos, esa frase es más que una metáfora. Es un llamado a conservar su memoria, su lengua y su fe, aunque el mundo les dé la espalda, aunque el poder intente reescribir su historia.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press