Europa se quema: cómo la peor ola de calor en décadas pone a prueba a los Balcanes y más allá
Entre incendios en Turquía, sequías extremas en Serbia y Albania, y una infraestructura al límite, el verano extremo de 2025 expone la fragilidad ecológica y social del sureste europeo.
Una región al borde del colapso climático
Julio de 2025 ha marcado un nuevo capítulo en la crisis climática del sureste europeo. Una prolongada ola de calor ha devastado zonas enteras de los Balcanes, desde los campos de cultivo sedientos de Albania, hasta los pueblos evacuados por incendios en Turquía. Las temperaturas se han disparado por encima de los 40°C, afectando a millones de personas que empiezan a experimentar lo que antes se consideraba escenarios distópicos: escasez de agua potable, fallas energéticas, y un regreso al modo de supervivencia en pleno siglo XXI.
Sequía y calor extremo en los Balcanes: Albania, Serbia y Kosovo en alerta
Según reportes de los institutos meteorológicos nacionales, las precipitaciones han sido casi inexistentes desde el invierno. En Albania, las temperaturas alcanzaron los 40°C el jueves, sin perspectivas de lluvia significativa hasta septiembre. Esta situación ha desencadenado una crisis agrícola sin precedentes. El gobierno ha destinado recursos para expandir las redes de irrigación, finalizando recientemente un proyecto para llevar agua desde el río Mat a unas 4.000 hectáreas de tierras agrícolas.
Sin embargo, incluso con estas medidas desesperadas, los recursos hídricos son insuficientes. Y no se trata únicamente de un problema agrícola: la producción energética de Albania depende en gran medida de estaciones hidroeléctricas. En el primer semestre de este año, el país ha tenido que gastar hasta 60 millones de euros en importaciones de energía, una cifra que rompe récords y eleva preocupaciones sobre la sostenibilidad energética.
Serbia bajo “sequía extrema” y restricciones hídricas
En Serbia, la situación es igualmente alarmante. La sequía ha bajado los niveles de los ríos a mínimos históricos, afectando cultivos y obligando a las autoridades a imponer restricciones al consumo de agua potable en pequeñas localidades y pueblos enteros. Las autoridades meteorológicas del país han declarado que “la producción agrícola enfrenta pérdidas que podrían afectar significativamente el suministro nacional de alimentos”.
Kosovo y el símbolo cerrado: la piscina Germia
Un símbolo del verano kosovar —la piscina de Germia en Pristina, una de las más grandes de Europa— ha permanecido cerrada debido a la imposibilidad de llenarla. La piscina necesita 20.000 metros cúbicos de agua para su funcionamiento y este año, según el gerente Bardh Krasniqi, llenarla lleva tres veces más tiempo que el habitual. El agua simplemente no fluye desde las colinas que antes abastecían naturalmente el parque recreacional.
“Debido a la intensa ola de calor, no hemos podido abrir la piscina más grande del país”, lamentó Krasniqi. Solo el año pasado, el lugar acogía entre 4.000 y 5.000 visitantes diarios.
Turquía arde: incendios forestales y una víctima mortal
Al suroeste del continente, en Turquía, la situación ha escalado a tragedia. Un incendio en las cercanías de la ciudad de Ödemiş se cobró la vida de un anciano de 81 años, quien falleció por inhalación de humo. En total, las autoridades evacuaron con éxito a 37 personas más del mismo pueblo. Otro gran incendio, en la ciudad costera de Çeşme, un destino turístico muy popular, obligó a evacuar tres barrios y cortó carreteras principales.
La causa de estos incendios: cables eléctricos que encendieron pasto seco, que luego fue avivado por vientos fuertes. Esta combinación de infraestructura vulnerable y condiciones climáticas extremas ha llevado a Turquía a combatir cientos de incendios en la última semana, muchos de ellos incluso antiguos focos reavivados por el clima actual. La imagen de helicópteros lanzando agua sobre vegetación ardiendo al borde de carreteras es ahora común para millones de ciudadanos.
Un verano histórico: temperaturas récord y desplazamiento climático
La ola de calor en Europa no es un fenómeno aislado. La semana pasada, se registró una temperatura de 46,6°C en Mora, Portugal, rompiendo récords históricos. Estas cifras tienden a repetirse con creciente frecuencia, signo alarmante del cambio climático en aceleración. Organismos internacionales como la IPCC (Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático) advierten que el sur de Europa es una de las regiones más vulnerables a olas de calor extremo, con proyecciones que indican que estas serán cada vez más frecuentes e intensas hasta bien entrado el siglo XXI.
De hecho, el año 2023 cerró como el más cálido jamás registrado globalmente, según la Organización Meteorológica Mundial, con 2024 y 2025 mostrando señales de mantener esa tendencia. En los Balcanes, esto se traduce en más que simples cifras: pérdida de cosechas, migraciones por falta de agua, y una presión creciente sobre los sistemas de salud pública.
Las implicancias sociales: salud, migración y turismo bajo amenaza
El Instituto Nacional de Salud en Kosovo ha emitido alertas para que población vulnerable, como niños, ancianos y personas enfermas, permanezcan en casa. La exposición directa al sol durante olas de calor puede conllevar consecuencias graves como golpes de calor, deshidratación severa y hasta muerte en personas de alto riesgo.
Además, el turismo, fuente clave de economías en países como Turquía, Albania y Grecia, se ve amenazado debido a la imposibilidad de garantizar condiciones mínimas de seguridad y confort. Evacuaciones, incendios forestales y falta de agua crean un entorno inhóspito para visitantes internacionales.
¿Y el futuro? Escenarios para 2030 y más allá
Expertos prevén que, si no se adoptan medidas drásticas para frenar el cambio climático y adaptar la infraestructura, estos fenómenos se convertirán en la nueva normalidad. Algunos estudios, como los publicados por el Centro Común de Investigación de la Comisión Europea, indican que hacia 2050, el número de muertes por olas de calor podría multiplicarse por cinco en comparación con los niveles actuales.
En respuesta, algunos países de la región están acelerando sus planes de transición energética, con inversiones en energías renovables no vinculadas al agua como la solar y eólica. Sin embargo, la velocidad del cambio climático parece superar actualmente la capacidad de respuesta gubernamental.
Resiliencia ciudadana y el papel de las políticas públicas
A pesar de la adversidad, comunidades locales están mostrando resiliencia. En Albania, cooperativas agrícolas se están reorganizando para maximizar el uso eficiente del agua, y se están promoviendo cambios en los cultivos hacia variedades más resistentes al calor. En Turquía, se han creado las primeras brigadas comunitarias de respuesta ante incendios forestales.
Pero no basta con la acción local. Se requieren políticas públicas regionales coherentes y cooperación trasnacional para afrontar los retos compartidos. De lo contrario, fenómenos como los de este verano podrían convertirse en detonantes de crisis humanitarias y migratorias a gran escala.
Julio de 2025 no es simplemente un verano caluroso, es una advertencia global. La vulnerabilidad climática de los Balcanes y Europa oriental expone lo que podría suceder en otras regiones del mundo si no se actúa con urgencia. A medida que las temperaturas siguen en aumento, lo que antes era extremo amenaza con convertirse en lo cotidiano.