Lula da Silva y Cristina Fernández: un encuentro entre aliados en tiempos revueltos

La visita del presidente brasileño a la exmandataria argentina condenada por corrupción marca un nuevo capítulo en la historia política del progresismo sudamericano

Un reencuentro de viejos aliados

El pasado jueves, Luiz Inácio Lula da Silva, presidente de Brasil, protagonizó un gesto simbólico de alto valor político al visitar en Buenos Aires a la exmandataria argentina Cristina Fernández de Kirchner, actualmente bajo arresto domiciliario por una condena firme de seis años por corrupción.

La visita del líder brasileño, realizada tras concluir su participación en la cumbre del Mercosur, duró menos de una hora y se desarrolló en privado. No hubo aparición pública conjunta ni declaraciones a medios, pero el solo hecho del encuentro envió una señal potente: el respaldo entre líderes del progresismo latinoamericano sigue vigente, incluso cuando uno de ellos enfrenta la mancha de una condena judicial.

El peso simbólico de la visita

Lula no acudió como un mero visitante diplomático. En el gesto hay historia, compromiso ideológico e incluso un reflejo personal. Cristina Fernández y su fallecido esposo, Néstor Kirchner, forjaron junto a Lula durante la primera década del siglo XXI una sinergia política dentro del eje progresista sudamericano que tuvo como otros protagonistas a Evo Morales en Bolivia y Hugo Chávez en Venezuela.

Ambos exmandatarios comparten más que una cosmovisión política centrada en la justicia social y el intervencionismo estatal: también tuvieron —hasta cierto punto— trayectorias judiciales similares. Lula fue condenado por corrupción en 2018, pasó 580 días en prisión y, aunque finalmente la Corte Suprema brasileña anuló las condenas por considerar que no tuvo un juicio justo, el proceso dejó huella.

Así como en 2019 recibió a Alberto Fernández cuando este aún era candidato presidencial argentino y visitaba a Lula preso en Curitiba, en 2025 es Lula quien devuelve la cortesía de la solidaridad. El círculo se cierra simbólicamente: el juez puede condenar, pero el aliado político no abandona.

¿Quién es Cristina Fernández hoy?

Condenada en 2022 por direccionar contratos de obra pública en Santa Cruz mientras era presidenta (2007–2015), Fernández de Kirchner ha sido uno de los personajes más influyentes en la historia contemporánea argentina. Su figura trasciende al kirchnerismo, el movimiento político que originó junto a su esposo y que dominó la vida política argentina durante los últimos veinte años.

Actualmente, Cristina enfrenta el ocaso de su carrera política con un obstáculo legal: su condena no solo la obliga a cumplir arresto domiciliario sino que la inhabilita a ejercer cargos públicos de por vida. Sin embargo, conserva relevancia en sectores del peronismo e incluso en movimientos sociales latinoamericanos que ven en su figura a una víctima del lawfare, concepto que describe el uso del sistema judicial con fines de persecución política.

El progresismo herido pero no rendido

La visita de Lula deja entrever una lectura regional en la que la política y la justicia permanecen en tensión continua. Diversos líderes progresistas, tanto en América Latina como a nivel mundial, han acusado a sus adversarios de utilizar los tribunales como armas políticas. Para los seguidores de Fernández, su condena responde más a una estrategia del establishment político, judicial y mediático argentino para apartarla del poder, que a un real y exhaustivo proceso judicial.

Esta percepción no es casual ni local. En países como Brasil, Ecuador e incluso Bolivia, se han denunciado procesos judiciales similares contra expresidentes de izquierda. En 2021, Rafael Correa, expresidente ecuatoriano, fue condenado en ausencia por corrupción. En todos los casos, existe una narrativa predominante entre los sectores progresistas: los jueces están politizados.

Lula: ¿respaldo o provocación política?

La visita de Lula no pasó desapercibida para la clase política argentina. Mientras algunos referentes del peronismo la interpretaron como un acto de lealtad histórica, desde sectores opositores se criticó la decisión de recibir a un mandatario extranjero como si fuese parte de un club ideológico en lugar de respetar el carácter institucional de las relaciones internacionales.

Jorge Macri, jefe de gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, declaró a medios que "la visita de Lula a Cristina es un gesto que no contribuye al diálogo republicano y sí incentiva la polarización". Por otro lado, Julio Vitobello, exsecretario general de la Presidencia bajo el gobierno de Alberto Fernández, opinó que "la política es también afecto, es también memoria. Lula hizo lo que debía hacer un compañero, un demócrata".

Un Mercosur en redefinición

No fue casual que esta visita ocurriera en el marco de la cumbre del Mercosur. El bloque regional atraviesa un momento de rediseño, con la firma de nuevos acuerdos comerciales (como el anunciado con Emiratos Árabes Unidos) y la búsqueda de consensos en un contexto internacional marcado por las disputas entre Estados Unidos, China y Europa.

Argentina, bajo el liderazgo más conservador que sucedió a Alberto Fernández, parece encaminada a adoptar una postura más pragmática. En cambio, Brasil, de la mano de Lula y su tradición diplomática de autonomía estratégica, busca equilibrar sus nexos sudamericanos con sus alianzas globales.

El gesto de visitar a Cristina puede leerse también como un mensaje para los miembros del Mercosur: la ideología aún importa, y los lazos personales tienen peso en una región donde la política no solo se discute en los palacios diplomáticos, sino también en casas privadas cargadas de historia.

¿Es posible la reconciliación con la justicia?

La situación jurídica de Cristina Fernández plantea además preguntas de cara al futuro: ¿puede una figura política condenada recuperar legitimidad social? ¿Puede la justicia reconstruir confianza si es percibida como parcial por amplios sectores ciudadanos?

En Brasil, el caso Lula muestra que una reversión judicial puede reimpulsar una carrera política. No obstante, ese camino requiere condiciones extraordinarias: un nuevo clima político, pruebas contundentes de irregularidades procesales y, sobre todo, un electorado dispuesto a volver a confiar.

En Argentina, el kirchnerismo aún conserva una base sólida aunque menguante. La figura de Cristina sigue siendo referente. Como dato, una encuesta de Analogías en abril de este año mostró que el 34% de los argentinos considera que Cristina fue condenada injustamente, frente a un 55% que cree que tuvo responsabilidad penal. A pesar de estar inhabilitada para cargos públicos, sus opiniones siguen marcando la agenda del peronismo.

¿Un espejo hemisférico?

El caso Fernández no es único. Representa, en cambio, una constante en América Latina: presidentes con causas judiciales, procesos marcados por la polarización, sistemas políticos sin mediaciones intermedias eficaces. Desde Pedro Castillo en Perú hasta Nayib Bukele en El Salvador, la región muestra una tendencia: los líderes carismáticos no desaparecen sin dejar huella, incluso después de las sentencias judiciales.

Eso ya lo entiende Lula, y quizás por ello su visita sea también una advertencia: la política no termina en los tribunales. El proceso democrático incluye justicia, pero también memoria, lealtades e historia compartida. Y, sobre todo, resistencias ante lo que se considera injusto o manipulado.

“Porque si hoy me condenan a mí, mañana vendrán por ustedes”, había enfatizado Cristina en su última aparición pública. Es una frase que recuerda otra de Lula en 2018: “Quieren sacarme de la política porque saben que volveré más fuerte”. Tal vez por eso, cuando se encuentran, no necesitan discursos. Solo están cerrando un ciclo —o quizás, comenzando uno nuevo.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press