Ashura: Dolor, Esperanza y Resistencia

Cómo la conmemoración de la muerte del Imam Hussein sigue marcando las luchas políticas, religiosas y sociales del presente

“Todo día es Ashura, y toda tierra es Karbala”. Esta expresión se repite entre los fieles chiitas al acercarse el 10 de Muharram del calendario islámico, una fecha cargada de simbolismo, dolor y resistencia. Ashura no es únicamente una ceremonia religiosa: es una narrativa que ha modelado identidades, ha impulsado movimientos políticos y sociales, y ha generado controversias profundas durante más de mil años.

Un martirio que cambió la historia del Islam

En el año 680 d.C., en las áridas tierras de Karbala, actual Irak, se libró una batalla decisiva. El Imam Hussein, nieto del profeta Mahoma, fue brutalmente asesinado junto a sus 72 seguidores por las fuerzas del califa omeya Yazid I. La negativa de Hussein a jurar lealtad a lo que consideraba un gobierno ilegítimo desencadenó su martirio. En ese momento, se consolidó la fractura entre suníes y chiitas, las dos principales ramas del islam.

Para los chiitas, la muerte de Hussein simboliza la lucha eterna contra la injusticia, la corrupción y la tiranía. Este evento se recuerda no como una derrota, sino como una expresión suprema de sacrificio y fidelidad a los principios. Como dijo una vez el ayatolá Ruhollah Jomeini:

“Imam Hussein nos enseñó cómo vivir y cómo morir con dignidad”.

Ashura hoy: rituales, simbolismos y expresión colectiva

El día de Ashura se conmemora con diferentes prácticas que varían según las regiones del mundo musulmán chiita. Entre las más visibles están las procesiones masivas, el vestirse de negro, los sermones religiosos y los ritos de autoflagelación o ta'ziya, como símbolo del sufrimiento físico de Hussein y sus seguidores. En sitios como el Líbano, Irak, Irán y Pakistán, estas manifestaciones congregan a millones de personas.

  • En Beirut, seguidores de Hezbollah marchan por las calles golpeando sus pechos mientras corean cánticos tradicionales.
  • En Pakistán e India, los fieles realizan representaciones teatrales de la batalla de Karbala, con énfasis emocional y dramatismo religioso.
  • En Irán, miles de personas salen a las plazas para llorar ante clérigos que relatan el martirio de Hussein.

Estas expresiones no son eventos aislados. Forman parte de una cultura viva que busca mantener la memoria y la lealtad al linaje del Profeta, y al mismo tiempo recordar (y denunciar) la opresión actual que viven los musulmanes chiitas en varios países.

Una conmemoración con implicaciones políticas y geoestratégicas

Más allá del simbolismo religioso, Ashura se ha transformado en un poderoso vehículo político. Organizaciones como Hezbollah en Líbano o las milicias chiitas en Irak e Irán utilizan el mensaje de Hussein para movilizar masas, resistir a potencias extranjeras e interpretar sus luchas contemporáneas desde la óptica de Karbala.

Recientemente, por ejemplo, los ataques en el mar Rojo cerca de Yemen han sido atribuidos a los hutíes, una insurgencia chiita respaldada por Irán. Aunque su retórica menciona la lucha contra Israel o el imperialismo occidental, no es raro que, durante Ashura y otras fechas sagradas, se invoque la memoria de Hussein como inspiración directa para sus acciones.

Según la ONU y observatorios marítimos, desde noviembre de 2023 hasta enero de 2025, más de 100 barcos mercantes fueron atacados por misiles y drones hutíes en el mar Rojo, provocando la muerte de cuatro marineros y el hundimiento de dos navíos. Las cifras son dramáticas si se considera que por esta vía marítima se transportan anualmente bienes por un valor de un billón (1 tn) de dólares.

Estos incidentes, si bien se desarrollan en contextos militares, adquieren otros matices cuando coinciden con fechas como Ashura, donde el relato de injusticia y resistencia cobra una nueva dimensión. Como en el caso del reciente ataque a un barco mercante, el simbolismo religioso puede alimentar y justificar decisiones tácticas que afectan el comercio internacional y la estabilidad global.

El dolor como identidad: Ashura y diáspora chiita

Para las comunidades chiitas en la diáspora —en Europa, América Latina y Estados Unidos—, Ashura representa tanto una herencia espiritual como un elemento identitario. En Estambul, Londres o Buenos Aires, grupos de migrantes organizan procesiones, conferencias y actividades culturales para explicar el significado de la fecha. En estos espacios, el debate sobre integración, derechos civiles y discriminación religiosa muchas veces encuentra eco en la historia de Karbala, usada como metáfora del sufrimiento contemporáneo.

En Puebla, México, por ejemplo, existe un pequeño centro islámico chiita que organiza cada año una ceremonia de Ashura abierta al público. El imam del centro, de origen iraní, comentó:

“Nuestra historia es una historia de pérdida, sí, pero también de esperanza. Hussein nos enseñó que ninguna tiranía es eterna”.

Karbala como narrativa de resistencia global

Desde los manifestantes chiitas en Baréin hasta los escritores iraníes en el exilio, la imagen del Imam Hussein ha sido convertida en un arquetipo heroico del disidente, del justo que resiste hasta el final. Incluso en contextos no islámicos, la figura de Hussein ha llegado a inspirar pensadores cristianos y seculares por su ejemplo de valentía moral.

Edward Said, el intelectual palestino cristiano, comparó a Hussein en una ocasión con otras figuras como Gandhi o Martin Luther King Jr., quienes también murieron defendiendo una causa moral más allá de la conveniencia política.

¿Frontera entre fe y extremismo?

Las prácticas asociadas a Ashura no están exentas de crítica, tanto entre los propios musulmanes como desde el exterior. Los actos de autoflagelación, donde hombres y niños llegan incluso a cortarse con espadas o látigos, han sido señalados por organizaciones médicas y organismos de derechos humanos. Algunos gobiernos chiitas, como el de Irán, han intentado promover formas no sangrientas de conmemoración para evitar la condena internacional.

Además, los paralelismos que trazan ciertos líderes entre las causas religiosas y sus proyectos políticos pueden derivar en una peligrosa instrumentalización del dolor colectivo. ¿Dónde comienza la devoción y dónde empieza el fanatismo?

Este es el debate que se repite cada año el día de Ashura. Si bien muchos lo ven como una tradición profundamente espiritual, otros lo interpretan como una forma de protesta social y resistencia, incluso a costa de alimentar conflictos militares o sectarios actuales.

Ashura y la permanencia de una herida abierta

Después de más de 1.300 años, el asesinato del Imam Hussein aún se recrea, se llora y se transforma en discurso. En un mundo que parece pendular entre la modernidad y el sectarismo, Ashura es testimonio de cómo el pasado puede permanecer vivo en las emociones colectivas, influenciando tanto la fe como la geopolítica. Hussein murió en Karbala, pero su legado atraviesa el tiempo, recordándonos que hay causas que, aunque dolorosas, son demasiado humanas para olvidarse.

“Hussein no venció con la espada, sino con su palabra y su sangre”, dice un dicho chiita. Quizás por eso, cada Ashura vuelve a resonar en las calles del mundo con más fuerza que cualquier proclama política.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press