David Gergen: El arquitecto invisible del poder presidencial

Consejero de cuatro presidentes y pionero del liderazgo público, Gergen dejó una huella imborrable en la política y la academia estadounidense

La historia política reciente de Estados Unidos no puede contarse sin mencionar el nombre de David Gergen. Este hombre, que sirvió con integridad y visión durante más de cinco décadas, fue una bisagra entre generaciones, partidos y contextos históricos. Su legado no solo se limita a las paredes del ala oeste de la Casa Blanca, sino que también vive en las aulas de Harvard y en las pantallas de televisión donde analizó eventos con agudeza sin perder su compostura civil.

Un hombre para todos los presidentes

David Richmond Gergen nació en Carolina del Norte, en un momento de gran transformación en los Estados Unidos. Años más tarde, se graduaría de Yale y luego de la Escuela de Derecho de Harvard, marcando el inicio de una carrera que abarcó el gobierno, la academia y los medios de comunicación. Su primera experiencia significativa en la Casa Blanca se dio en 1971, como asistente de redacción de discursos para Richard Nixon.

Desde ese modesto comienzo, Gergen trabajó para tres presidentes republicanos y uno demócrata —Richard Nixon, Gerald Ford, Ronald Reagan y Bill Clinton— lo cual habla no sólo de su competencia profesional, sino también de su capacidad de navegar entre ideologías con ética y neutralidad. En una era donde la política está marcada por la polarización, su figura es casi un símbolo de un estilo de liderazgo más escaso pero profundamente necesario.

Del Salón Oval al aula universitaria

Tras su paso por las más altas esferas del poder, Gergen volcó su experiencia en la formación de nuevas generaciones de líderes. En la Escuela Kennedy de Gobierno de Harvard, fundó el Center for Public Leadership, organizando programas destinados a dotar a los futuros líderes de herramientas éticas y estratégicas para una gestión pública eficaz.

Jeremy Weinstein, decano de la Escuela Kennedy de Harvard, dijo sobre Gergen tras su fallecimiento: “David dedicó décadas de su vida a servir a quienes buscaban servir”. Y Hannah Riley Bowles, ex codirectora del centro que fundó, agregó: “Fue un líder con principios de carácter inigualable, integridad y amabilidad”.

El arte de aconsejar al poder

No es fácil aconsejar a un presidente, mucho menos a cuatro. Según testimonios, Gergen tenía una habilidad natural para hacer entender a los poderosos cuándo estaban equivocados, sin perder nunca su tono templado y respetuoso. Su papel más influyente fue quizás como director de comunicaciones y consejero político, cargos que implicaban ser el puente entre el presidente y el pueblo estadounidense.

Durante la administración de Reagan, ayudó a dar forma a una narrativa optimista y moralista que redefiniría el conservadurismo en Estados Unidos. Con Clinton, se convirtió en un puente vital entre la juventud liberal de la administración y los intereses de centro que Gergen ayudó a representar desde su experiencia previa con los republicanos.

Un periodista con ética

En años posteriores, Gergen no abandonó la escena pública. Se convirtió en analista político de la cadena CNN, donde aportaba su visión templada en medio del caos comunicativo del siglo XXI. Su trabajo fue una bocanada de aire fresco; era analítico cuando la industria favorecía lo emocional, mesurado cuando abundaban los extremos.

En su libro de 2022, "Hearts Touched with Fire: How Great Leaders are Made", Gergen escribió: “Nuestros grandes líderes han emergido tanto en tiempos buenos como—más frecuentemente—a través de desafíos. Los mejores entre ellos son quienes toman decisiones difíciles que pueden alterar el curso de la historia”.

La voz de una era de bipartidismo

En tiempos donde la política parece más dividida que nunca, Gergen fue reconocido como un símbolo de bipartidismo. Desde las redes sociales, colegas, periodistas y funcionarios compartieron palabras sobre cómo su trato humano y sabiduría definían su legado. Fue un hombre de puentes, no de muros.

Al Gore, ex vicepresidente de Bill Clinton, escribió en X (antes Twitter): “De todas las formas en que David contribuyó a este gran país, lo recordaré especialmente por su amabilidad con todos, su buen juicio y su compromiso con el bien”.

Honores y legado académico

Gergen recibió 27 títulos honorarios a lo largo de su vida, un reconocimiento a sus contribuciones transversales. Desde universidades pequeñas hasta las más prestigiosas, el reconocimiento fue unánime. También se le atribuye haber formado una generación de servidores públicos que hoy lideran entidades gubernamentales, ONGs e incluso empresas con fuerte responsabilidad social.

El Center for Public Leadership continúa hoy como un referente en formación de liderazgos éticos y efectivos. Su visión de liderazgo como servicio, y no como poder, sentó una base sobre la que cientos de líderes emergentes construyen actualmente.

Un ejemplo ausente en tiempos modernos

Su fallecimiento, debido a una larga enfermedad, marca el fin de una era, pero también debe marcar una pausa para reflexionar sobre qué tipo de ejemplo queremos seguir en la política moderna. ¿Apostamos por los gritos y los espectáculos o por la idea de que se puede transformar al mundo, incluso desde un escritorio tras bambalinas?

El entierro privado de David Gergen se llevará a cabo en el histórico Cementerio de Mount Auburn, con una ceremonia más amplia planeada en las próximas semanas en Harvard. Según Mark Douglass, director de la funeraria encargada, se espera la asistencia de figuras clave del mundo académico y político.

En una era saturada de personalidades digitales y aspirantes a influencers políticos, la figura de Gergen se fija como una brújula moral y profesional. Su historia nos recuerda que no hace falta ser el protagonista del guion presidencial para cambiar su curso de forma duradera.

Reflexión final: el poder silencioso del consejo

David Gergen comprendía que el poder no siempre se encuentra en los reflectores. A veces, el mayor impacto lo produce una mente sensata que sabe cuándo hablar y cuándo escuchar, una cualidad cada vez más rara en la política moderna.

No se le recordará por escándalos, frases virales o polémicas; se le recordará por lo que todos los buenos servidores públicos deberían aspirar: haber hecho del mundo un lugar un poco mejor, desde donde pudo y como pudo.

“Liderar es, en esencia, un acto moral”, solía decir. Y él, sin duda, lo vivió con entereza.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press