El caso Kilmar Abrego García: una batalla legal que expone las grietas del sistema migratorio estadounidense
Su deportación errónea a El Salvador, las denuncias de tortura y la amenaza de un nuevo traslado ilegal, revelan una lucha contra el tiempo y la justicia en EE. UU.
Una historia que desafía al sistema
En una sala de audiencias federal en Maryland, el nombre de Kilmar Abrego García resuena como símbolo de una lucha más grande: la del respeto a los derechos humanos frente a un aparato migratorio que, según sus críticos, actúa con opacidad y arbitrariedad.
Este salvadoreño, con más de una década viviendo y trabajando en Maryland, se convirtió en el centro de un desastre legal cuando fue deportado erróneamente a El Salvador en marzo, a pesar de una orden judicial de 2019 que lo protegía de ser enviado a su país natal, donde enfrenta amenazas de violencia por parte de pandillas.
El origen del conflicto
Abrego García fue detenido en 2022 durante una parada de tráfico en Tennessee. Transportaba a nueve personas sin equipaje, lo que levantó sospechas de tráfico de personas, aunque en ese momento se le permitió continuar su camino. Posteriormente, fue arrestado bajo cargos que sus abogados califican como “absurdos”.
El gobierno de Donald Trump, alegando sin pruebas que Abrego formaba parte de la MS-13, decidió deportarlo a El Salvador, violando la orden del juez de inmigración que había determinado que su vida corría peligro si regresaba allí.
Una deportación ilegal con consecuencias graves
Tras su arribo a El Salvador, Abrego fue encarcelado en una megacárcel conocida por sus condiciones inhumanas. Sus abogados denunciaron golpizas y tortura psicológica, algo que el presidente salvadoreño Nayib Bukele ha negado sistemáticamente. Sin embargo, los relatos de detenidos en este tipo de establecimientos describen una situación que raya en lo distópico.
Además, su expulsión no fue notificada correctamente ni a él ni a sus abogados, lo que despertó la indignación del poder judicial estadounidense. La jueza Paula Xinis expresó abiertamente su preocupación: “Estoy profundamente preocupada por la posibilidad de que el Sr. Abrego esté en otro avión hacia otro país sin previo aviso”.
Un caso que pone en jaque al gobierno federal
La tensión alcanzó un nuevo nivel cuando la jueza Xinis reprendió públicamente a los abogados del Departamento de Justicia por la “absoluta negativa” a detallar los planes migratorios para Abrego García. Estas críticas también apuntaron a Thomas Giles, funcionario de ICE, quien declaró vagamente que países como México o Sudán del Sur podrían ser opciones de destino para Abrego.
“La información que proporcionaron no tiene sustancia ni certeza. Son conjeturas, y estas decisiones afectan la vida de una persona que ya fue víctima de un grave error del gobierno”, sentenció Xinis.
¿Deportación a un “tercer país seguro”?
El concepto de “tercer país seguro” ha sido ampliamente criticado por expertos en derechos humanos. La administración Trump argumentó que Abrego podía ser deportado a otro país donde no enfrentara peligro. Pero la realidad es que este mecanismo ha sido usado para sortear protecciones legales fundamentales.
Según el Departamento de Seguridad Nacional, todo migrante debe ser informado del país al que será deportado y puede expresar temor fundamentado. En teoría, si ese miedo se considera creíble, debe recibir una audiencia ante un juez. Sin embargo, organizaciones como Human Rights Watch han documentado múltiples casos en los que este protocolo no se cumple adecuadamente.
Una familia estadounidense afectada
La esposa de Abrego García, ciudadana estadounidense, también ha tomado medidas legales, demandando al gobierno federal por la deportación errónea de su esposo. Juntos tienen una vida establecida en Maryland, lo que refuerza el argumento de sus defensores de que no representa peligro alguno para la sociedad —como alega la fiscalía— y de que merece una audiencia justa en territorio estadounidense.
Habla la defensa: “Esto es una lucha por el debido proceso”
Andrew Rossman, abogado de Abrego, pidió una orden de retención de 72 horas para impedir una deportación repentina tras su posible liberación en Tennessee. “Es la protección mínima crítica. Sin esto, una violación del debido proceso podría suceder de forma irreparable”, afirmó.
Estos temores no son infundados. De acuerdo con estadísticas del Transactional Records Access Clearinghouse (TRAC) de la Universidad de Syracuse, se han registrado más de 675 casos documentados entre 2010 y 2020 donde personas con órdenes judiciales de permanencia fueron deportadas por error (fuente: TRAC).
Un caso mediático con ramificaciones políticas
El caso ha captado la atención nacional porque pone en evidencia un conflicto institucional entre los poderes ejecutivo y judicial. La jueza Xinis subraya que, dadas las irregularidades ya cometidas, resulta inconcebible que este sea tratado como “un caso más”.
Además, hay una dimensión política clara: la narrativa de la administración Trump enfocada en justificar acciones radicales sobre bases endebles, como la supuesta afiliación de Abrego a pandillas sin que existan cargos penales ni pruebas suficientes.
¿Cuál será el desenlace?
La posibilidad de que sea deportado antes de su juicio preocupa a muchos defensores de los derechos de los migrantes. El gobierno de Biden, aunque ya lo trajo de regreso a EE. UU., ha mantenido silencio sobre si revertirá o corregirá administrativamente el fallo que lo deportó inicialmente.
El próximo miércoles, un juez en Tennessee debatirá su posible liberación bajo condiciones. La juez Xinis ha prometido emitir una orden antes de esa fecha para asegurarse de que Abrego no sea deportado sin previo aviso.
Por su parte, colectivos de derechos migratorios como America's Voice y MALDEF han comenzado campañas en redes sociales pidiendo al gobierno una solución humanitaria definitiva.
Un símbolo de resistencia
Más allá del caso individual, Kilmar Abrego García representa una lucha más amplia: la de miles de inmigrantes que enfrentan procesos judiciales sin claridad, acceso legal ni garantías mínimas del debido proceso. Su historia expone las grietas de un sistema que, con demasiada frecuencia, trata a seres humanos como cifras administrativas que pueden ser archivadas o desviadas a otros países.
“Este caso no se puede tratar como un procedimiento de rutina”, afirmó la jueza Xinis. Y tiene razón: lo que está en juego no es solo el destino de un hombre, sino los principios fundamentales en los que se fundamenta el sistema de justicia de Estados Unidos.