El regreso incierto del águila pescadora: ¿está la pesca industrial empujando a esta especie al borde del abismo?

Una mirada profunda a la alarmante caída de la reproducción en el águila pescadora en la Bahía de Chesapeake y cómo la sobrepesca del pez menhaden podría ser la culpable

Durante décadas, el águila pescadora —uno de los cazadores alados más formidables de América del Norte— ha sido un emblema vivo del éxito en la conservación ambiental. Gracias a la prohibición en 1972 del pesticida DDT, su población se recuperó de forma asombrosa. Sin embargo, ahora enfrenta una nueva amenaza mucho más silenciosa, pero igual de letal: la sobrepesca del menhaden.

Un regreso impresionante tras el DDT

Con ojos agudos y garras afiladas, el águila pescadora regresa cada primavera a la Bahía de Chesapeake para anidar. Desde los años 60, su número ha aumentado seis veces en la costa atlántica, según datos federales. Este regreso fue celebrado como uno de los mayores logros de la legislación medioambiental en los Estados Unidos.

Pero desde 2012, algo ha cambiado. El número de polluelos que llegan a volar ha disminuido drásticamente en áreas clave. Según el biólogo Bryan Watts, director del Center for Conservation Biology del College of William & Mary, en algunas zonas de la Bahía la nidificación no está produciendo ni una décima parte del promedio necesario para mantener la población.

El pez más importante del océano

El menhaden, también conocido como bunker o pogy, es un pez aceitoso que forma cardúmenes en grandes cantidades. Tiene un contenido nutritivo clave para las crías del águila pescadora, y otros depredadores como delfines, tiburones y ballenas también dependen de él.

El águila pescadora está gritando que no hay suficientes menhaden para reproducirse con éxito”, afirma Watts. “Deberíamos escucharla”.

Cada año, más de 1.100 millones de libras de menhaden (equivalente a más de medio millón de toneladas métricas) son extraídas del océano estadounidense. Son usados para fabricar aceite de pescado, harina de pescado, fertilizantes y también como cebo para la pesca del atún o la langosta.

La pesca industrial en el punto de mira

La pesca de menhaden está dominada por Omega Protein, una empresa con sede en Reedville, Virginia, propiedad del gigante canadiense de la acuicultura Cooke. La compañía niega que haya un vínculo directo entre la sobrepesca del menhaden y la caída de la población de águilas pescadoras, y señala que el cambio climático, la contaminación y el desarrollo urbano podrían ser factores influyentes.

Hay muchos lugares con declive reproductivo donde no pescamos menhaden”, afirma Ben Landry, portavoz de Omega, quien añade que culpar a la pesca “huele a presión política de grupos ambientalistas”.

Datos científicos que preocupan

Watts replica con datos contundentes. Para mantener estable la población, una pareja de águilas pescadoras debe producir un promedio de 1.15 crías por año. En los años 80 se alcanzaba esa cifra. Hoy, en áreas cercanas al cauce principal de la Bahía, se está por debajo de 0.5 crías por pareja e incluso existen zonas con menos de 0.1.

Estos números han sido publicados en revistas como Frontiers in Marine Science, y apuntan directamente a la escasez de menhaden como causa.

El valor económico contra el valor ecológico

El menhaden forma parte de una industria pesquera de más de $200 millones anuales. Se trata de una fuente económica relevante para comunidades costeras en Virginia, Maine y otras zonas atlánticas.

Si limitamos la pesca de menhaden, perdemos empleos”, explica Kenny Pinkard, retirado vicepresidente del sindicato UFCW Local 400 y pescador de larga trayectoria. “Hay quienes no quieren que el negocio siga existiendo.”

Pero esa riqueza oculta los impactos colaterales en el ecosistema. El historiador H. Bruce Franklin bautizó al menhaden como “El pez más importante del mar” en su libro de 2007. No por su rentabilidad, sino por su rol ecológico como base de la cadena alimenticia costera.

Medidas de conservación en el horizonte

Ante la creciente presión, la Atlantic States Marine Fisheries Commission (ASMFC) ha creado un grupo de trabajo para evaluar medidas de gestión precautoria del menhaden en la Bahía de Chesapeake.

  • Cierres temporales de la pesca
  • Limitaciones en las cuotas o en los días de faena
  • Restricciones sobre el tipo de aparejos permitidos

Desde abril se han debatido algunas de estas medidas, y se espera que para este verano de 2025 se oficialicen los pasos hacia una regulación más estricta.

¿Un nuevo retroceso histórico?

Watts advierte que, sin intervención, las águilas pescadoras podrían regresar a los niveles de población reducidos que enfrentaban antes de la prohibición del DDT. Ya se están observando nidos fallidos y polluelos muertos de hambre, algo que él describe como desolador.

El valor del águila pescadora va más allá de lo simbólico”, dice Chris Moore, director ejecutivo en Virginia de Chesapeake Bay Foundation. “Es un marcador de la salud del ecosistema. Si ellos están cayendo, nosotros también”.

Un dilema entre sostenibilidad y rentabilidad

En última instancia, el conflicto entre la conservación del águila pescadora y la industria del menhaden representa un dilema clásico: ¿cómo balancear el valor económico inmediato con el valor ecológico a largo plazo?

Grupos ambientalistas piden actuar antes de que sea demasiado tarde. Según ellos, esperar a tener "pruebas absolutas" del impacto de la pesca es un lujo que la naturaleza ya no se puede permitir.

Watts concluye con una advertencia clara: “Los pájaros nos están diciendo algo. Escucharlos podría evitar un nuevo desastre ambiental”.

En una época donde la sobreexplotación de recursos pone en jaque numerosos ecosistemas, la caída del águila pescadora en la Bahía de Chesapeake es más que una preocupación local. Es una alerta global.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press