Corrupción, poder y decadencia: el lado oscuro del liderazgo en África y América Latina

Desde chantajes políticos en Sudáfrica hasta autocracias envejecidas en Camerún y escándalos sexuales en Ecuador, la descomposición moral y judicial de las élites gubernamentales pone a prueba la paciencia ciudadana

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Cuando el poder se vuelve intocable

En el escenario internacional contemporáneo, algunos líderes y actores políticos parecen verse a sí mismos más como monarcas medievales que como servidores públicos. Los recientes eventos en Sudáfrica, Camerún y Ecuador demuestran que la corrupción, el abuso de poder y la impunidad siguen siendo dolores crónicos en varios rincones del globo. Más allá de la geografía, lo que une estos casos es el desprecio por la transparencia y la rendición de cuentas.

Sudáfrica en la cuerda floja: corrupción policial al más alto nivel

El presidente Cyril Ramaphosa, en un intento por preservar la institucionalidad de Sudáfrica, suspendió al ministro de Policía, Senzo Mchunu, tras graves acusaciones de colusión con el crimen organizado. La decisión se da tras las denuncias del general Nhlanhla Mkhwanazi, jefe policial en KwaZulu-Natal, quien afirmó que tanto Mchunu como el subcomisionado Shadrack Sibiya interfirieron en investigaciones sensibles. Según Mkhwanazi, se desmanteló una unidad clave encargada de investigar asesinatos políticos, luego de que hallaran indicios de vínculos entre funcionarios y cárteles de drogas.

Ramaphosa anunció una comisión encabezada por un juez para discernir cuántos altos funcionarios, tanto actuales como anteriores, han colaborado con redes criminales o se han beneficiado de ellas. No obstante, desde la oposición lo acusan de inacción. “La gente muere todos los días y el presidente pide paciencia”, sostuvo el vocero del MK Party, Nhlamulo Ndhlela.

El escándalo muestra el deterioro del SAPS (South African Police Service, por sus siglas en inglés), con ramificaciones que podrían llegar incluso al Poder Judicial y la Agencia de Seguridad del Estado. Con una tasa de homicidios de 45.7 por cada 100,000 habitantes en 2023 (según el Institute for Security Studies), no hay tiempo que perder.

Paul Biya: medio siglo de poder y una nación estancada

Mientras Sudáfrica lidia con corrupción institucional, en Camerún la octava postulación presidencial de Paul Biya, de 92 años, genera indignación dentro y fuera del país. Biya ha gobernado desde 1982, un récord solo superado en África por Teodoro Obiang de Guinea Ecuatorial. En lugar de voluntades de transición democrática, Biya continúa prometiendo que “lo mejor está por venir”.

Pero la realidad de Camerún dista mucho de ese optimismo. Con una guerra separatista en el oeste, ataques de Boko Haram en el norte y un sistema que favorece a las élites francófonas, el país ha caído en una profunda crisis. Según Amnistía Internacional, desde 2017 más de 3,000 personas han muerto y 700,000 han sido desplazadas debido al conflicto en las regiones anglófonas.

“Lo que Camerún necesita es renovación, no repetición”, sentenció el activista de derechos humanos Nkongho Felix Agbor. En las elecciones de 2018, Biya ganó con el 71% de los votos en medio de boicots, violencia y acusaciones de fraude.

No es el único en la región en este patrón. En Uganda, el presidente Yoweri Museveni busca su séptimo mandato, que lo acercaría a las cinco décadas en el poder. Muchos líderes africanos han convertido los mecanismos estatales en herramientas de perpetuación personal, robando a sus naciones cualquier posibilidad de alternancia política real.

Ecuador y la vergüenza parlamentaria: el caso Santiago Díaz

En Latinoamérica tampoco faltan motivos para la alarma. En Ecuador, el legislador Santiago Díaz Asque enfrenta una orden de captura por una grave acusación de violación a una menor. Tras ser expulsado de su partido, Revolución Ciudadana, Díaz se dio a la fuga y el gobierno ofrece $100,000 dólares por información que conduzca a su arresto.

El escándalo es aún más indignante por el discurso de Díaz, quien calificó la denuncia como un intento de censurar su “voz incorruptible y crítica”. El presidente Daniel Noboa, en una jugada polémica, propuso una reforma constitucional para permitir la castración química de los condenados por violación. “Es hora de saber quiénes están con las víctimas y quiénes con los abusadores”, expresó Noboa.

En un país donde la confianza ciudadana hacia la Asamblea Nacional ronda el 8% según la encuesta CEDATOS de 2023, este tipo de escándalos solo agravan la percepción de impunidad e ineficacia legislativa.

Una constante continental: impunidad institucionalizada

Lo que ocurre en estos países no es aislado. En toda África y América Latina, abundan los ejemplos de líderes y funcionarios que usan el poder como escudo. En lugar de fortalecer instituciones, las debilitan desde dentro. En vez de responder con responsabilidad, apelan al silencio o las represalias. Es el ciclo de la autoconservación política.

Y mientras tanto, las víctimas reales —los ciudadanos comunes— sufren la violencia, la injusticia y la falta de oportunidades. La reacción popular muchas veces se reduce a la resignación, pero cada vez más voces se levantan desde una ciudadanía empoderada y vigilante, que exige rendición de cuentas.

¿Podrá la transparencia convertirse en norma?

De Sudáfrica a Ecuador, pasando por Camerún, los desafíos son gigantes. El primer paso parece ser común: la exposición pública de los abusos, seguida de mecanismos sólidos de investigación, independencia judicial y voluntad política real.

La historia demuestra que ningún imperio es eterno y que, tarde o temprano, el abuso de poder tiene consecuencias. Pero si se permite que el silencio y la tolerancia hacia la corrupción sigan imperando, las democracias—o lo que queda de ellas—seguirán teniendo pies de barro.

Como ciudadanos, votantes y observadores globales, la exigencia es clara: basta de líderes que se protegen entre sí o que gobiernan como si fueran inmortales. El tiempo de los intocables debería haber terminado.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press