Mujeres en el encierro: el rugido femenino dentro de los Sanfermines

La presencia creciente de corredoras en Pamplona rompe viejos estigmas machistas del centenario evento taurino

Por siglos, los encierros de San Fermín en Pamplona han sido un símbolo de valentía, adrenalina y tradición. Pero ahora, una nueva revolución avanza a toda velocidad sobre los adoquines históricos: la participación femenina en uno de los eventos más icónicos (y peligrosos) de España.

Una tradición teñida de masculinidad

Desde su celebración formal a partir del siglo XIV, los encierros eran, hasta hace solamente unas décadas, territorio exclusivo de los hombres. Un decreto vigente hasta 1974 prohibía expresamente la participación de mujeres, niños y personas mayores en el recorrido del encierro.

Fue en 1975 cuando finalmente se levantó esa prohibición arcaica, allanando el camino para una participación femenina que, sin embargo, ha sido escasa y a menudo invisibilizada. La imagen del encierro —impulsada también por las palabras viriles de Ernest Hemingway en "The Sun Also Rises"— perpetuó la figura del corredor como un varón valiente frente al toro. Pero esto está cambiando.

Rompiendo barreras con cada zancada

Personas como Yomara Martínez, de 30 años, han comenzado a plantar cara a esa visión reduccionista. Vestida con la clásica camiseta blanca y el pañuelo rojo, Martínez corrió entre miles de hombres por las empedradas calles, desafiando no solo a los toros, sino también estereotipos sociales profundamente arraigados.

El toro no sabe de sexos ni de edades, ni de cuerpos. Le da igual. No importa si eres mujer”, dijo Martínez en una entrevista durante los Sanfermines.

Junto a ella, Sara Puñal, de 32 años, expresó emociones similares tras participar en uno de los encierros: “Hay momentos en que te sientes pequeña, que dudas de ti misma. Pero cuando estás corriendo, todos somos iguales”.

Encierros: esencia, cifras e historia

La carrera, que cubre aproximadamente 846 metros de pura tensión en menos de cuatro minutos, reúne cada mañana a miles de corredores —hasta 4.000 simultáneamente en sus puntos más tumultuosos. Unos corren impulsados por tradición, otros por adrenalina, y algunos, por necesidad espiritual. Pero todos se enfrentan al mismo enemigo con pezuñas: los toros, guiados por seis bueyes, se abren paso en una estampida que puede triturar huesos o egos en cuestión de segundos.

Las estadísticas hablan claro: más de 15 muertes documentadas desde que se llevan registros oficiales en 1910, cientos de heridos por año y decenas de cornadas hacen de los encierros un ritual de altísimo riesgo.

Paula López: coraje en herencia

Otra corredora, Paula López, de 32 años, no solo desafía las probabilidades físicas: también planta cara a un legado familiar dominado por el mundo taurino masculino. “Es difícil, pero tremendamente emocionante”, confiesa. Ella recuerda cómo muchas mujeres sienten el deseo de correr, pero el temor (y el entorno) las detiene.

Lo que para algunos es un espectáculo, para estas corredoras es una declaración viva de libertad. Ellas no buscan protagonismo, sino ejercer su derecho a existir en espacios históricamente masculinos.

El trauma colectivo de 2016

La lucha femenina en San Fermín tuvo un giro sombrío en 2016 con el famoso caso de La Manada. Cinco hombres violaron en grupo a una joven de 18 años durante las fiestas. Las protestas abarcaron toda España, y tras una revisión controversia judicial, el Tribunal Supremo los condenó a 15 años de prisión en 2019.

Este hecho marcó el inicio de una política de tolerancia cero hacia el acoso sexual en San Fermín. Desde entonces, se han reforzado las medidas de seguridad: patrullas policiales visibles, puntos de atención a víctimas y campañas contra la violencia sexual bajo el lema "Por unas fiestas libres de violencia".

La seguridad: un desafío constante

Sara relata: “Corremos por igualdad, sí, pero también nos enfrentamos a otras amenazas: acoso, empujones deliberados y juicios de valor antes, durante y después del encierro”.

Las organizaciones feministas recalcan la necesidad de un sistema integral de prevención. “No basta con aplicar medidas de seguridad: es esencial educar a la población y visibilizar el papel de la mujer en esta fiesta”, afirma Marisa Pizarro, portavoz de la plataforma Mujeres Sanfermineras.

El encierro sigue siendo masculino, pero menos

Según cifras del Ayuntamiento de Pamplona, apenas un 2% de los corredores son mujeres. Sin embargo, muchas más lo han intentado en los últimos años, lo que refleja un cambio social persistente aunque lento. Las redes sociales también han facilitado que las corredoras compartan sus experiencias, sirviendo de inspiración para las generaciones más jóvenes.

Yo corro por mí, pero también por las que vendrán”, dice Yomara con firmeza. “Un día no será noticia que una mujer corra; simplemente será normal”.

¿Y los espectadores?

En las gradas, la reacción sigue siendo mixta. Algunos aplauden abiertamente la presencia de mujeres; otros emiten comentarios despectivos o minimizan su esfuerzo. El sexismo, si bien más soterrado que hace 50 años, sigue asomando entre comentarios de pasillo y miradas incrédulas.

Pero para muchas corredoras, el juicio externo ha dejado de importar. Lo realmente definitorio es lo que ocurre desde que suena el cohete hasta que los toros salen de la plaza. Ese breve instante en el que cualquier prejuicio —sea positivo o negativo— queda fuera del campo visual, ahogado por la pura necesidad de sobrevivir.

El legado de la igualdad aún se escribe

La lucha por la inclusión en los encierros de San Fermín es solo un pincelazo en una batalla más amplia por la igualdad de género en los eventos populares, en el deporte y en la cultura. Como otras conquistas sociales en España —el derecho al aborto, el matrimonio igualitario o las leyes feministas como la de Sólo Sí es Sí— esta también se forja paso a paso, zancada a zancada.

No queremos aplausos. Queremos respeto”, concluye Paula López con resolución. Y ese respeto comienza asumiendo que no se corre para demostrar nada a nadie, sino para ser parte de una fiesta que, aunque tenga siglos de antigüedad, aún está viva, abierta y evolucionando.

Los encierros del siglo XXI tienen hoy cara de mujer. Y ese, sin duda, es el mayor triunfo.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press