El viraje de Trump hacia Ucrania: ¿realismo, estrategia o mera conveniencia política?

La visita de Keith Kellogg a Kyiv y el giro retórico de Trump marcan un nuevo capítulo en la guerra de Ucrania que podría redefine su política exterior y su impacto geopolítico

Donald Trump ha vuelto a sacudir la agenda internacional. Esta vez, lo hace con una señal poco esperada: una aparente apertura hacia un respaldo más robusto a Ucrania frente a la embestida rusa. El reciente viaje de su enviado especial, el teniente general retirado Keith Kellogg, a Kyiv ha avivado las especulaciones sobre un cambio en la política del expresidente republicano, quien en el pasado calificó la ayuda estadounidense a Ucrania como un desperdicio de recursos.

¿Un cambio de discurso o de convicciones?

La política exterior de Trump ha sido siempre volátil, caracterizada por decisiones unilaterales y declaraciones contradictorias. Sin embargo, la llegada de Kellogg a la capital ucraniana marca un hito que no puede pasarse por alto: por primera vez desde el inicio de la invasión rusa a gran escala en 2022, un representante de Trump establece un contacto directo para discutir ayuda militar y cooperación bilateral.

La reunión con Andrii Yermak, jefe de la oficina presidencial de Ucrania, incluyó temas clave como el envío de nuevos sistemas de defensa aérea, sanciones contra Rusia, colaboración en materia de inteligencia y seguridad, así como la protección de civiles. Todo esto bajo una consigna que ha comenzado a reiterarse en la esfera trumpista: “paz mediante la fuerza”.

“Putin habla bonito y luego bombardea”

El nuevo tono de Trump ha sido evidente: “Putin habla bonito y luego bombardea a todos”, dijo a medios estadounidenses, dejando entrever un desencanto con el presidente ruso. Este comentario cobra especial peso ya que contrasta de forma radical con su discurso previo, en el cual no dudó en elogiar a Putin por su “liderazgo fuerte”.

Es más, el antiguo discurso de Trump que promovía una menor implicación de EE. UU. en conflictos ajenos parece tambalearse. La promesa de enviar sistemas de misiles Patriot a Ucrania supone un compromiso logístico y financiero considerable. ¿Está Trump virando su posición porque sinceramente cree en el valor geopolítico de Ucrania, o es una jugada conveniente para sus expectativas electorales?

Lindsey Graham: “Estamos en un punto de inflexión”

Uno de sus aliados más fieles, el senador Lindsey Graham, lo ha dicho con claridad: “Estamos en un punto de inflexión en el conflicto”. Graham, hasta hace poco escéptico sobre seguir invirtiendo en Ucrania, ahora sostiene que el conflicto ha alcanzado dimensiones estratégicas de alta relevancia, y que EE. UU. no puede permitirse mirar hacia otro lado.

Este giro se percibe también en el Congreso, donde ambas cámaras han estado discutiendo nuevas rondas de financiación militar para Kyiv. En medio de un año electoral, Trump podría estar advirtiendo que una postura de aparente “aislamiento” internacional podría costarle caro.

¿Qué papel juega la OTAN?

La visita del secretario general de la OTAN, Mark Rutte, a Washington para reunirse con Trump y otros líderes, se da en un momento clave. Rutte, expresidente neerlandés, es considerado un hábil negociador y desde su llegada a la alianza ha buscado consolidar un frente común frente a las amenazas de Rusia.

No es coincidencia que su reunión ocurra en paralelo con la de Kellogg en Kyiv. Una coordinación de agendas da cuenta de que existe una estrategia al menos tentativa para ensayar una política común sobre Ucrania en la que incluso Trump podría estar dispuesto a participar.

Una guerra que ya dura más de tres años

Desde 2022, cuando Rusia inició su invasión a gran escala, Ucrania ha sido el epicentro del choque entre Occidente y Moscú. Según la Oficina de Derechos Humanos de la ONU, más de 10.000 civiles han muerto desde entonces y millones han sido desplazados.

Estados Unidos, junto con la Unión Europea, ha sido el mayor contribuyente económico y militar al esfuerzo bélico ucraniano. Para abril de 2024, se estimaba que Washington había enviado más de $80.000 millones en ayuda militar y humanitaria. No obstante, Trump había criticado abiertamente estas decisiones, hasta ahora.

Los misiles Patriot: una señal poderosa

Los misiles interceptores Patriot son considerados uno de los sistemas de defensa más avanzados disponibles contra misiles balísticos, de crucero y drones. Ucrania ya ha recibido algunos, pero Kiev ha insistido en que necesita al menos una docena más para proteger ciudades clave como Odesa, Járkov o Dnipró.

El envío adicional confirmado por Trump (aún sin detallar en cantidad ni fecha exacta) podría cambiar el equilibrio defensivo a favor de Ucrania. Esto también pone en aprietos a Moscú, que ya ha visto cómo sus ataques aéreos encuentran cada vez mayor resistencia.

¿Cambio de valores o cálculo electoral?

Es inevitable preguntarse si este cambio de Trump responde a una reevaluación real de sus principios, o si obedece a un cálculo electoral. Recordemos que en 2016 y 2020, Trump conquistó un electorado nacionalista, escéptico de compromisos exteriores y renuente a sacrificios económicos por guerras lejanas.

Pero el escenario hoy es distinto. El conflicto ha dejado de ser “lejano” para convertirse en una partida crucial en la disputa entre democracias y autocracias. Además, dentro del propio partido republicano se han amplificado las voces que piden asumir un rol más activo frente a Rusia.

La presión de Bruselas

Al otro lado del Atlántico, en Bruselas, la historia también se complica. Justo cuando Kellogg viajaba a Kyiv, la UE debatía cómo responder a nuevos aranceles del 30% impuestos por Trump sobre bienes clave europeos. Mientras los ministros de comercio pedían cautela, el presidente de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, recordó que “debemos prepararnos para todos los escenarios”.

Esta presión comercial, junto con la presión geopolítica del conflicto en Ucrania, ubican a Trump en un doble juego: por un lado, muestra músculo ante Rusia; por otro, amenaza con castigar a Europa con medidas económicas.

La paradoja Trumpista: ¿aislacionismo reforzado o realpolitik?

Trump ha construido buena parte de su narrativa sobre una doctrina de “primero EE. UU.”, marcada por el aislacionismo y el escepticismo hacia alianzas multilaterales. Aun así, su reciente activismo sobre Ucrania ilustra una paradoja: su retórica pública ahora se alinea parcialmente con los objetivos de la OTAN y los aliados europeos.

¿Es este el inicio de una versión 2.0 del trumpismo: una que recurra a los instrumentos clásicos de poder duro, pero al servicio de sus intereses electorales más que de una visión global?

Mirada al futuro: ¿qué esperar si Trump vuelve?

Si Trump regresa a la Casa Blanca en 2025, su manejo del conflicto en Ucrania será uno de los desafíos más significativos. Aunque su tono ha cambiado, el pragmatismo y el impredecible estilo de gobierno del expresidente hacen difícil prever cuál sería su política a largo plazo.

Si bien ahora promueve sistemas de defensa y “paz desde la fuerza”, bien podría adoptar una postura negociadora con Putin si considera que ello le daría una victoria diplomática de cara al electorado. Ahí radica la gran incertidumbre de su figura geopolítica.

Lo cierto es que su influencia ya se hace sentir en Kyiv y Bruselas, y cualquier pronunciamiento, por errático que parezca, tiene el potencial de reconfigurar la guerra en Europa y más allá.

Como dijo el ministro de Defensa lituano, Arvydas Anušauskas: “Con Trump, todo es posible. Por eso ahora debemos estar más coordinados que nunca”.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press