¿Terrorismo político en EE.UU.? El caso de Vance Boelter y sus implicaciones

Un análisis del ataque que sacudió Minnesota y del preocupante auge de la violencia con motivaciones políticas

El crimen que conmocionó a Minnesota

El 14 de junio de 2024, Minnesota vivió uno de los episodios más oscuros de su historia reciente. En plena madrugada, un hombre disfrazado de agente policial irrumpió en las viviendas de varios funcionarios públicos del estado, asesinando al matrimonio conformado por la reconocida ex presidenta de la Cámara de Representantes estatal, Melissa Hortman, y su esposo Mark. La misma noche, atentó contra la vida del senador estatal John Hoffman y su esposa Yvette, quienes milagrosamente sobrevivieron al ataque.

El sospechoso, Vance Boelter, fue acusado formalmente por un jurado federal de cargos que incluyen asesinato, acoso y posesión ilegal de armas. La gravedad del caso es tal que podría conllevar la aplicación de la pena de muerte en un estado —Minnesota— que la abolió en 1911. Los fiscales han calificado los crímenes como un asesinato político, una etiqueta estremecedora en un país que, aunque polarizado, rara vez había visto ataques sistemáticos contra figuras políticas democráticamente electas.

¿Quién es Vance Boelter?

Boelter, de 57 años, es descrito por conocidos como un cristiano evangélico con posiciones políticas fuertemente conservadoras. Luchaba por encontrar empleo y mostraba signos evidentes de alienación. Al momento de su detención, se encontró en su vehículo falsamente identificado como patrulla policial, municiones, armas de fuego y un cuaderno con una lista de políticos demócratas y sus direcciones, aparentes objetivos futuros. Según la fiscalía, esto eleva el caso a una planeación sistemática de ataques.

Una planificación meticulosa con fines oscuros

La acusación detalla que Boelter vestía una máscara de goma realista, equipo táctico completo y conducía un auto policial falsificado cuando comenzó su recorrido macabro por suburbios de Minneapolis la madrugada del 14 de junio. Primero atacó a los Hoffman en Champlin. El senador recibió nueve disparos; su esposa, ocho. Ambos sobrevivieron tras ser trasladados de urgencia al hospital.

Después, intentó ingresar en las viviendas de otros políticos sin éxito, gracias a la eventual respuesta policial o porque los objetivos no se encontraban en sus domicilios. Finalmente, llegó a la casa de los Hortman en Brooklyn Park, donde perpetró el doble asesinato. Hasta el perro de la familia fue gravemente herido y tuvo que ser sacrificado posteriormente.

Una cacería sin precedentes

La búsqueda de Boelter fue descrita como la más grande en la historia de Minnesota, según las autoridades. Tardaron 40 horas en encontrarlo a poco más de 1.6 kilómetros de su vivienda rural en Green Isle. La magnitud del despliegue refleja no solo la gravedad del hecho, sino también la alarma con la que las fuerzas del orden reconocen el potencial destructivo del extremismo político interno.

¿Crimen político o crimen personal?

En una entrevista reportada por el New York Post, Boelter negó que sus actos tuvieran relación con sus posturas contra el aborto o su apoyo al expresidente Donald Trump. Sin embargo, se negó a explicar los motivos de los asesinatos. "Estás pescando y no puedo hablar de mi caso... Diré que no tiene que ver con Trump ni con los pro-vida", escribió desde la cárcel.

La falta de una explicación coherente y el descubrimiento de listas con otros posibles objetivos políticos alimenta la teoría de que se trató de un atentado terrorista doméstico con base ideológica, aunque posiblemente disfrazado de resentimiento personal o problemas psicológicos.

El resurgimiento del extremismo político

Si hay algo innegable en el caso Boelter, es que se enmarca en un clima político cada vez más polarizado en los Estados Unidos. Según el Southern Poverty Law Center, los crímenes de odio y el extremismo han mostrado una preocupante alza, especialmente desde 2016. Los ataques hacia oficiales electos se han multiplicado, muchos de ellos precedidos por amenazas, publicaciones en redes sociales y retórica incendiaria.

El Departamento de Seguridad Nacional (DHS) ha señalado al extremismo doméstico como una de las principales amenazas a la seguridad nacional en el país. La retórica que demoniza al oponente político, combinada con la facilidad para obtener armas de fuego, crea un terreno fértil para individuos desequilibrados dispuestos a actuar violentamente en nombre de ideologías distorsionadas.

¿Cómo proteger la democracia?

  • Fortalecimiento del discurso público: Es crucial que los líderes políticos —de todos los partidos— condenen sin ambigüedad la violencia política, sin justificarla en función de ideologías.
  • Monitoreo efectivo de amenazas: Las listas encontradas en posesión de Boelter demuestran que existía un patrón claro de premeditación. Establecer protocolos de monitoreo e intervención temprana podría salvar vidas.
  • Regulación de armamento: La cantidad y el tipo de armas que tenía Boelter demuestran un acceso preocupante a arsenales letales. El debate sobre el control de armas debe ser parte de cualquier prevención integral.
  • Salud mental y aislamiento social: Las señales sobre el comportamiento errático y la alienación de Boelter no deberían haber pasado desapercibidas. Invertir en redes comunitarias puede ayudar a detectar a estos individuos antes de que actúen.

Lo político se vuelve personal

La muerte de Melissa Hortman ha calado hondo en la comunidad política del país. Fue una figura clave del Partido Demócrata en Minnesota, impulsora de una agenda progresista durante su mandato como presidenta de la Cámara entre 2019 y 2023. Incluso Joe Biden y Kamala Harris asistieron a su funeral, en un claro mensaje de gravedad e importancia nacional.

El gobernador Tim Walz la describió como "la portavoz más influyente en la historia del estado". Hortman había dejado su puesto en virtud de un acuerdo bipartidista luego de que las elecciones dejaran a la Cámara dividida. Su asesinato, por tanto, no solo es una tragedia personal y familiar, sino también un símbolo preocupante de cómo el extremismo puede silenciar incluso a quienes buscan consensos.

¿Pena de muerte para crímenes políticos?

Estados Unidos es uno de los pocos países occidentales que sigue aplicando la pena de muerte a nivel federal, a pesar de que estados como Minnesota la hayan abolido hace más de un siglo. La administración Trump reactivó su uso federal en 2020 tras casi dos décadas sin ejecuciones, y aunque el gobierno de Biden ha declarado una moratoria, no la ha abolido formalmente.

En este contexto, el caso de Boelter presenta un dilema legal y moral: ¿Es la ejecución un castigo adecuado por un crimen que busca sembrar terror en el corazón mismo de la democracia? ¿O perpetúa un ciclo de violencia estatal que socava los mismos valores que busca proteger?

Repercusiones a largo plazo

El atentado de Minnesota podría marcar un antes y un después en la manera en que el gobierno federal aborda el extremismo político doméstico. Con casos como el intento de atentado contra la congresista Nancy Pelosi y el asalto al Capitolio en 2021 como antecedentes cercanos, se hace evidente que Estados Unidos enfrenta un tipo de terrorismo interno que requiere nuevos marcos de prevención, legislación y educación cívica.

No es solo un problema policial. Es un problema cultural, político y social. La crispación actual no admite posturas ambiguas. Urge una respuesta firme que defienda la civilidad política como un pilar indispensable para la convivencia democrática.

"Lo que está en juego no es solo la vida de los políticos, sino el alma misma del sistema republicano que regula nuestra convivencia. No podemos permitir que la violencia determine nuestras diferencias políticas."

Este artículo fue redactado con información de Associated Press