El béisbol al límite: ¿Se avecina una nueva guerra laboral en la MLB?

Los fantasmas de una posible huelga y el eterno debate sobre el tope salarial amenazan con sacudir el futuro del béisbol profesional

Por décadas, la Major League Baseball (MLB) ha sido un laboratorio de contrastes: la nostalgia del pasado contra la modernidad agresiva del negocio deportivo. Ahora, en pleno 2025, el béisbol se encuentra en la antesala de otra posible crisis laboral con el lockout de 2026 acechando desde las sombras. ¿Estamos al borde de otra guerra entre jugadores y propietarios? ¿Puede el deporte sobrevivir otro golpe sin precedentes?

Los antecedentes: un historial de batallas laborales

Para contextualizar esta inminente tormenta colectiva, primero debemos recordar que el béisbol ha vivido nueve paros laborales en su historia. El más célebre y perjudicial fue la huelga de 1994-1995, que canceló la Serie Mundial por primera vez desde 1904. Fue en esa disputa que se intentó imponer un tope salarial, lo cual fue combatido ferozmente por el sindicato de jugadores.

En marzo de 2022, después de 99 días de tensión, ambas partes consiguieron firmar un nuevo acuerdo colectivo de cinco años que evitó la pérdida de partidos oficiales. Sin embargo, el próximo vencimiento de ese contrato está marcado para el 1 de diciembre de 2026, y todo indica que pese al silencio aparente, las piezas ya se están moviendo.

El elefante en el cuarto: el tope salarial

El tema más espinoso es, sin duda, el tope salarial, una política que existe en otras ligas como la NBA, NFL y NHL, pero que los jugadores de la MLB rechazan rotundamente. En palabras del presidente del sindicato Tony Clark:

“Un tope no se trata de una asociación. Un tope no es para hacer crecer el juego. Un tope es para proteger el valor de las franquicias y las ganancias. Una vez implementado, no incentiva la excelencia. La sabotea corporativamente”.

Esta postura tiene una razón de ser. El sistema actual, aunque imperfecto, ha permitido contratos gigantescos como el de Juan Soto por 765 millones de dólares con los New York Mets, rompiendo el anterior récord de Shohei Ohtani (700 millones con los Dodgers). Basta con comparar esto con la NFL, donde el mayor contrato garantizado es el de Josh Allen (250 millones).

El problema: disparidad financiera y competitiva

El Comisionado de MLB, Rob Manfred, no menciona abiertamente la palabra “cap” (tope), pero ha señalado que hay un problema estructural grave en el béisbol: la disparidad competitiva.

“Identifico un problema en el negocio de medios y explico que los propietarios necesitan cambiar. Luego identifico otro problema que debemos solucionar juntos: hay fanáticos en muchos mercados que sienten que hay un problema de equilibrio competitivo”, comentó Manfred recientemente.

Veamos las cifras:

  • New York Mets: abrieron esta temporada con un salario base de $326 millones (el más alto en MLB)
  • Miami Marlins: apenas $69 millones — menos de cinco veces el presupuesto de los Mets
  • Los Angeles Dodgers: tienen el payroll más alto según el valor medio anual (AAV): $400 millones
  • Los Dodgers están en camino de pagar un impuesto de lujo de $151 millones, superando el récord anterior de $103 millones

Entre tanto, el último equipo de mercado pequeño que ganó la Serie Mundial fue Kansas City Royals en 2015. Desde entonces, todos los campeones han sido clubes con grandes presupuestos.

¿La solución? Un piso salarial, pero no un tope completo

Para parte del sector empresarial de la MLB, la opción intermedia incluiría un sueldo mínimo obligatorio por equipo (salary floor) más una garantía para que los jugadores reciban un porcentaje fijo de los ingresos totales. Sin embargo, esta alternativa tampoco convence completamente a todos.

El agente Scott Boras, una de las figuras más influyentes en el entorno contractual de los peloteros, hizo una crítica sarcástica:

“Lo hemos escuchado por 20 años. Es como el cuento infantil de la casita de jengibre: suena dulce, pero es una trampa”.

Pete Alonso: un jugador que alza la voz

Durante el Juego de Estrellas, Pete Alonso, primera base de los Mets, no se anduvo con rodeos:

“Sabemos que nos van a hacer un lockout. Vamos a pelear para que no haya tope salarial, y la liga evidentemente no va a estar de acuerdo con eso”.

Sus palabras fueron recibidas con una mezcla de preocupación y respaldo silencioso. Luego aclaró que el sindicato continuará luchando por la flexibilidad contractual que hace que el béisbol sea único en su generación: “Los jugadores de béisbol merecen contratos garantizados. Nos ganamos cada centavo en una temporada de 162 juegos”.

Nuevas presiones: el colapso de los medios regionales

Una variable adicional que incentiva este conflicto es la caída de ingresos de las redes deportivas regionales (RSN). Muchas de estas empresas, como Bally Sports, han tenido serios problemas financieros, lo que compromete buena parte de los recursos con los que se alimentaban varios clubes de mercado medio o bajo.

La MLB está buscando alternativas, como su propia plataforma de transmisiones, pero el impacto ya es evidente en las finanzas de muchas franquicias. Esta situación lleva a los propietarios a buscar soluciones estructurales, como un sistema que limite salarios y reparta mejor los ingresos.

Un espejo retrovisor: el acuerdo colectivo de 2022

En el acuerdo de 2022, se introdujeron algunas medidas para intentar controlar el gasto exagerado, como niveles progresivos de impuestos al lujo (conocidos como CBT o Competitive Balance Tax) y un sistema de lotería para el draft amateur que desincentive el 'tanking'. Sin embargo, los grandes mercados han continuado imponiéndose gracias a sus billeteras profundas.

A modo de referencia:

  • El umbral del CBT para 2025 será de $241 millones. Los Dodgers y Mets lo están excediendo ampliamente.
  • Aunque las penalizaciones son severas en papel (pérdida de selecciones del draft, recargos fiscales), no disuaden a los equipos top.

¿Y el futuro? ¿Quién tiene la ventaja?

Todo indica que nos acercamos a otra confrontación legal con consecuencias aún inciertas.

Por un lado, los jugadores tienen más poder que nunca, sobre todo las superestrellas que firman contratos colosales. La asociación de jugadores ha demostrado disciplina y resistencia, como en la huelga del 94-95, y aún hoy mantiene una línea dura contra el tope salarial.

Por otro lado, los propietarios están cada vez más preocupados por la sostenibilidad del modelo, especialmente en mercados pequeños. Muchos consideran injusto competir contra gigantes financieros como Nueva York o Los Ángeles, cuyos márgenes les permiten sobrepasar cualquier barrera fiscal sin sufrir consecuencias deportivas.

¿Quién pierde realmente?

Como siempre ocurre en estas peleas de titanes, el gran perdedor puede ser el aficionado. Una huelga prolongada o la cancelación de juegos destruiría buena parte del impulso que la MLB ha venido construyendo, especialmente entre públicos jóvenes y mercados nuevos.

Y lo más preocupante: se podría perder lo más valioso del béisbol estadounidense, su conexión emocional con generaciones de fanáticos. Como dijo el mítico Vin Scully: “El béisbol es la única cosa que te regala el pasado cada día que lo miras”. No se puede jugar con eso.

Por lo tanto, de aquí a diciembre de 2026, las negociaciones serán intensas, estratégicas e impredecibles. Ambas partes deben recordar que el objetivo final no es solo ganar la negociación, sino salvar la esencia del juego.

Nos acercamos a una encrucijada que definirá el futuro del béisbol para los próximos 20 años. Solo queda esperar que la cordura sea la gran MVP del próximo invierno.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press