El renacer del río Klamath: un viaje juvenil con historia, lucha y esperanza
Tras más de un siglo de obstáculos, jóvenes indígenas celebran la restauración del Klamath navegando sus aguas liberadas hacia el Pacífico
Una travesía cargada de emoción, cultura y lucha
Un grupo de varios adolescentes indígenas finalizó recientemente un viaje épico de más de 500 kilómetros en kayak por el río Klamath en California, llegando hasta las costas del Pacífico. Este acto no fue solo una excursión veraniega; fue la culminación de generaciones de lucha por restaurar uno de los ríos más sagrados y vitales del occidente de Estados Unidos, que había sido reprimido y degradado durante más de un siglo por centrales hidroeléctricas.
La imagen es poderosa: decenas de jóvenes descendientes de las tribus Yurok, Karuk, Hoopa Valley, Klamath y otras, emergen entre la neblina, elevando tambores y voces mientras arriban al mar. Algunos corren, otros se abrazan con lágrimas. Todos celebran una conexión revivida con un río que por generaciones fue el eje de su cultura, alimentación y espiritualidad.
110 años de lucha por el Klamath
El río Klamath, una de las mayores fuentes históricas de salmón chinook en la costa oeste, fue bloqueado durante décadas por cuatro presas hidroeléctricas construidas por PacifiCorp a partir de inicios del siglo XX. Las represas Iron Gate, Copco 1 y 2, y J.C. Boyle no solo encapsularon la energía del río, sino también interrumpieron el ciclo de vida del salmón, arrasando la base alimenticia y espiritual de los pueblos originarios de la zona.
A partir de la instalación de las represas, los números de salmón comenzaron a caer abruptamente. En 2002, una combinación de bajo caudal y altas temperaturas causó una mortandad de más de 34,000 salmones, una catástrofe recordada vívidamente por las comunidades. Este evento marcó un punto de inflexión en más de un siglo de presiones, protestas y demandas legales.
Cuando los tambores suenan más fuerte que las turbinas
La lucha fue finalmente recompensada en 2022, cuando la Comisión Federal Reguladora de Energía (FERC, por sus siglas en inglés) aprobó la remoción de las represas. Entre 2023 y 2024, los gigantes de hormigón cayeron uno por uno, liberando más de 600 kilómetros de cauce fluvial.
“Hoy, nuestros jóvenes sienten el río como nuestros antepasados querían que lo hicieran”, dijo Phillip Williams, miembro del consejo tribal de los Yurok, mientras observaba desde la orilla el último tramo de navegación de los adolescentes.
Una generación que honra el pasado y construye el futuro
El viaje acuático, organizado en cooperación con la ONG Ríos to Rivers, comenzó el 12 de junio en las fuentes del río Wood, un afluente del Klamath. Desde allí, los jóvenes remaron en etapas durante un mes entero, acampando en los márgenes del río, atravesando rápidos, aprendiendo técnicas de navegación y compartiendo historias, comidas y reflexiones con otros participantes de comunidades indígenas de Bolivia, Chile y Nueva Zelanda.
Esta experiencia encarnó una pedagogía ancestral: la del contacto directo con el territorio, la oralidad, la celebración comunal. Para muchos, como Tasia Linwood, joven de 15 años de la tribu Karuk, fue también un momento de transformación emocional y política. “Creo que nuestros ancestros estarían orgullosos. Esto es por lo que lucharon”, expresó al acercarse al océano Pacífico.
El simbolismo de las aguas liberadas
Desde el primer chapoteo hasta el último remo, cada kilómetro fue una lección de memoria, resistencia y ecología. Muchos jóvenes visitaron por primera vez territorios que habían sido inaccesibles durante generaciones a causa de las represas. Vieron los sitios donde solían establecerse casas de pesca, escucharon sobre los arrestos y asesinatos de familiares por ejercer su derecho consuetudinario de pescar, incluso cuando era prohibido por el Estado en las décadas de 1960 y 1970.
“Sentí culpa a veces, como si no estuviera haciendo suficiente”, compartió Linwood, “pero luego recordé que esto es justo lo que nuestros antecesores querían que pudiéramos vivir: alegría junto al río”.
El impacto ambiental: más allá del simbolismo
Según cifras de la organización American Rivers, más de 2,200 represas han sido removidas en Estados Unidos desde 1912, la mayoría en las últimas dos décadas. La remoción de estas obras, si bien disminuye temporalmente la capacidad energética (en el caso del Klamath significaba 2% del abastecimiento de PacifiCorp), permite restaurar ecosistemas enteros, recuperar cadenas tróficas y devolverle a los pueblos originarios derechos garantizados por tratados federales.
En el caso del Klamath, el regreso de los salmones ya ha comenzado. Además, PacifiCorp ha compensado la pérdida hidroeléctrica con inversiones en energía solar y eólica.
Un acto político y reparatorio
Esta travesía acuática fue tanto un ritual sagrado como una afirmación de soberanía. Las tribus que participaron tienen sus derechos a pescar, cazar y circular reconocidos por tratados que datan del siglo XIX. Sin embargo, durante décadas esos derechos fueron arrasados a golpe de legislación estatal, permisos hidroeléctricos y una visión extractivista del territorio.
“Estos jóvenes están reclamando su existencia, su historia y su futuro sobre el agua”, afirma John Acuna, miembro de la tribu Hoopa Valley y uno de los líderes de la expedición. “Cada remo es también una forma de decir: nunca más sin nosotros”.
Un movimiento que crece globalmente
La expedición contaba también con participantes de pueblos indígenas de Bolivia, Chile y Nueva Zelanda, quienes enfrentan amenazas similares en sus ríos originarios debido a proyectos hidroeléctricos, minería o contaminación industrial.
Este proceso de intercambio internacional fortalece una red de luchas por la justicia hídrica que trasciende fronteras. Y también demuestra que la restauración de ríos y territorio no es nostalgia ecologista, sino una solución basada en la comunidad y la ciencia.
Los pasos que siguen
A pesar del éxito de esta remoción de represas y del viaje simbólico de la juventud, el Klamath aún enfrenta desafíos. Dos represas para riego permanecen en los tramos altos del río. Estos obstáculos pueden ser sorteados parcialmente por las llamadas "escaleras para peces", aunque su eficacia para el salmón adulto aún genera dudas entre biólogos.
Los jóvenes, animados por la experiencia, han declarado su intención de seguir involucrándose, ya sea como activistas, científicos o líderes tribales del mañana.
“Caminar juntos hacia el mar, de la mano, sintiendo el frío del agua restituida... No hay mejor forma de entender quiénes somos”, concluyó emocionada una participante del grupo mientras se fundía en abrazos sobre la arena húmeda.
Este renacer del río Klamath no es solamente una historia de restauración ecológica. Es una declaración de dignidad, justicia y futuro para pueblos que han estado a la orilla del olvido estatal demasiado tiempo. Y es un llamado mundial: donde hay agua y memoria, hay esperanza.