Ratas, minas terrestres y dignidad: cuando la realidad supera la ficción en Camboya y Cuba

Desde los campos minados con ratas entrenadas en Siem Reap hasta la negación de la indigencia en La Habana, dos mundos desiguales muestran rostros distintos del sufrimiento humano

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Ratas contra minas: héroes inesperados en Camboya

En Camboya, un país marcado por décadas de conflicto y cicatrices de guerra, un héroe inusual está salvando vidas: la rata de bolsa gigante africana (Cricetomys ansorgei). Estas ratas, entrenadas por la organización humanitaria APOPO, están jugando un papel crucial en la detección de minas terrestres, un legado mortal que ha acechado al país desde los años del régimen de los Jemeres Rojos y los conflictos subsecuentes.

Una sola rata puede inspeccionar hasta 200 metros cuadrados en solo 20 minutos, algo que le tomaría a un humano con equipo convencional hasta cuatro días. La clave está en su capacidad olfativa: detectan el TNT, principal explosivo en las minas, y se mantienen livianas, lo que les permite caminar sobre los dispositivos sin detonarlos.

Una guerra silenciosa que continúa

Según un informe de Cambodian Mine Action and Victim Assistance Authority (CMAA), en 2004 unos 4.500 kilómetros cuadrados del país estaban contaminados con minas. Aunque esta cifra ha disminuido con los años, aún quedan 1.970 km² por limpiar (dato oficial de 2018).

Desde que comenzaron oficialmente los esfuerzos en 1992, se han retirado más de 1,1 millones de minas y cerca de 2,9 millones de explosivos remanentes de guerra. No obstante, en muchas regiones rurales, el miedo aún persiste.

“Mientras trabajo con estas ratas, siempre encontramos minas. Nunca fallan”,
—Mott Sreymom, técnica de campo de APOPO en Siem Reap.

Además de las ratas, APOPO también entrena perros. Alberto Zacarias, supervisor de los equipos caninos de APOPO, comenta: “Los perros y las ratas son más fáciles de entrenar que otros animales. Son sociables y aprenden rápidamente comandos básicos”.

La vida después de la explosión

Más allá del trabajo en campo, la tragedia humana es visible en los centros de rehabilitación como el Centro de Rehabilitación Física de Siem Reap. Allí, técnicos como Chan Vannak tallan prótesis para víctimas, muchas de ellas jóvenes que perdieron extremidades por pisar minas al jugar o trabajar.

En las afueras de sitios históricos como el templo Koh Ker (Patrimonio de la Humanidad), los trabajos de desminado todavía están en curso. La población ha cambiado su rutina diaria: revisar el suelo antes de pisarlo, advertir a los niños y vigilar terrenos abandonados.

Cada explosivo desactivado no solo salva vidas, sino también esperanza. Reconstruir casas, sembrar tierra sin miedo, permitir que niños jueguen sin temor: eso también es parte de la reconstrucción nacional.

Paradojas históricas: ratas salvando vidas y ministros negando la vulnerabilidad

Mientras en Camboya se exalta la labor de animales entrenados que salvan vidas, del otro lado del mundo, específicamente en Cuba, una ministra generó indignación al restar valor —y en algunos casos, existencia— al sufrimiento humano visible en la calles.

Marta Elena Feitó Cabrera, ministra de Trabajo y Seguridad Social de Cuba, declaró recientemente que “no hay mendigos en Cuba” y que los que se ven están “disfrazados de mendigos”. También sugirió que aquellos que limpian parabrisas en las calles lo hacen porque llevan una “vida fácil”.

Estas palabras explotaron en redes sociales y la intervención fue ampliamente criticada —incluso por el presidente Miguel Díaz-Canel, quien tuiteó que “la falta de sensibilidad para abordar la vulnerabilidad es altamente cuestionable”.

La realidad en las calles cubanas

La actual crisis económica en Cuba ha provocado el resurgimiento de escenas que habían sido prácticamente erradicadas: mujeres escarbando en la basura, ancianos pidiendo comida, familias reciclando residuos para revender y pagar algo de comida.

  • La pensión promedio ronda los 2.000 pesos cubanos, equivalentes a unos $5 en el mercado informal.
  • Un cartón de huevos puede costar más de ese monto.
  • La economía ha registrado una caída del PIB del 1,1% en 2024 y una contracción acumulada de 11% en los últimos cinco años.

Ante esta situación, muchos cubanos recurren a remesas del extranjero, trabajos informales o ayudas locales para sobrevivir. Pero no todos tienen acceso a esas vías, especialmente los adultos mayores sin familia en el exterior.

Desconexión política y dolor ciudadano

El discurso de la ministra Feitó muestra una profunda desconexión con la calle. Como expresó el trabajador por cuenta propia Enrique Guillén:

“Son personas mayores que cuentan con una pensión que no les alcanza ni para un cartón de huevos. Esa es la realidad que vivimos en Cuba.”

Esta clase de afirmaciones generan malestar porque niegan lo evidente. No se trata de ideología, sino de humanidad. Disfrazar el hambre de pereza es tan peligroso como negar la existencia de minas en un campo contaminado.

En contraste, mientras las autoridades cubanas reniegan de su pueblo más vulnerable, en Camboya los trabajadores de APOPO aplican bloqueador solar a sus ratas antes de salir a detectar explosivos. Allí, se entiende el valor de cada vida, humana o animal.

Una lección global: sensibilidad y ciencia al servicio de la dignidad

Dos guerras distintas: una visible, con explosivos escondidos en el suelo; otra, silenciosa, con hambre y pobreza escondidas bajo discursos oficiales. Pero ambas comparten una verdad irrebatible: la dignidad humana debe estar en el centro.

Que ratas entrenadas sean actualmente mejores defensoras de vidas que algunos discursos políticos debería sacudirnos. Y que aún haya personas dispuestas a exponer sus cuerpos, entrenar animales, diseñar prótesis o limpiar calles para subsistir, también debería inspirarnos.

Desde Siem Reap hasta La Habana, estas historias muestran que los verdaderos héroes no siempre visten uniforme ni tienen rango. Algunos caminan sobre cuatro patas y olfatean la esperanza; otros sostienen un trapo y limpian un parabrisas bajo el sol del Caribe. Pero todos tienen derecho a vivir con dignidad.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press