Viajar en auto con la familia: el caos, las risas y las lecciones inesperadas

Un análisis ameno sobre lo que realmente significa embarcarse en un viaje familiar por carretera en la era de la conectividad constante y los adolescentes con cara larga

La realidad detrás del mito de los viajes familiares por carretera

Viajar por carretera en familia tiene un encanto cinematográfico: ventanas bajadas, playlist familiar sonando, conversaciones espontáneas y paisajes que se suceden como una cinta mágica. Pero la realidad está, como siempre, llena de matices: hay risas, sí, pero también gritos por quién toca la música, caos por empacar todo correctamente y la inevitable pregunta cada 15 minutos: "¿Falta mucho?". Lo viví en carne propia durante un viaje de 8 horas desde Boston hasta las Cataratas del Niágara, con mi esposo, mi hija de 8 años y mi hijo adolescente de 14 —en plena etapa de "no me hablen, cerraré la puerta del dormitorio y mi vida emocional también".

¿Por qué hacerlo?

Porque es una aventura. Y, como dijo Samara Worsham, una joven de 18 años que cruzó 25 estados con su familia en un viaje de 30 días: "Hubo largos tramos sin señal de celular. No nos quedaba otra que hablar". Esa experiencia le dejó recuerdos entrañables, desde zambullidas espontáneas en piletas de hotel hasta una insólita misión de su padre: probar todas las cadenas de comida rápida del país. Jamie Davis Smith, madre de familia y abogada de Washington, D.C., subraya otro punto clave: la economía. "Viajar en auto es más barato que volar, especialmente para familias grandes. Además, no hay que alquilar un coche al llegar".

Planificación con democracia familiar

El experto en viajes Alain Robert, de la agencia canadiense The Travelologist, recomienda involucrar a todos en la planificación. "Pidan a cada miembro algo que les gustaría ver o hacer. Luego organicen una ruta base y compartan las expectativas". Claro está, en mi caso, mis hijos estaban más interesados en llegar al destino cuanto antes. Lo de disfrutar el camino no figuraba en su radar.

Paradas kitsch y atractivos bizarros

Un consejo que Davis Smith ofrece con entusiasmo es incluir paradas llamativas. "Nos encanta descubrir atracciones estrafalarias a lo largo del camino", dice. Así fue como visitaron el Unclaimed Baggage Center en Scottsboro, Alabama, una tienda que vende equipaje perdido en vuelos comerciales. Fascinante para los curiosos. Inspirada, descargué la app Roadtrippers y marqué sitios tan peculiares como el Jell-O Museum en LeRoy, Nueva York, o la Schuyler Mansion en Albany, donde vivió el cuñado de Alexander Hamilton. ¿La realidad? Conducir ocho horas al día no deja margen para desvíos turísticos. Moraleja: si querés explorar, fijate en rutas más cortas, de no más de seis horas diarias.

¿Mascotas a bordo? Precaución y costos ocultos

Nuestra perrita Rosie, una Cavalier King Charles de dos años, fue inicialmente contemplada como pasajera. Pero el hotel en Niagara no admitía mascotas y ningún amigo podía cuidarla. La solución de emergencia fue internarla en una veterinaria. Hasta ahí, lógico. Lo que no teníamos previsto eran dos vacunas necesarias para su estadía, una consulta veterinaria express y un gasto total elevado justo antes de salir. Kelly Burch, periodista especializada en viajes y madre de dos, lo resume mejor: "Las políticas para mascotas en ruta son impredecibles. Revisalas tres veces."

La habitación deluxe para el adolescente gruñón

Decidimos invertir en una junior suite. Así, el adolescente tuvo su cama, su espacio y su tiempo para dormir hasta tarde. La habitación, con vista a las Cataratas Horseshoe y kitchenette, fue cara, sí… pero pagamos menos al no volar y la paz familiar lo justificó.

El dilema de las pantallas

Stratton Lawrence, periodista especializado en viajes, evita las pantallas a toda costa en viajes familiares. "Si empezás el viaje con videos, después es casi imposible que jueguen a otra cosa o interactúen", advierte. Su familia cruzó EE.UU. dos veces sin depender de tablets ni videojuegos. Juegos de cartas, mapas en papel e historias fueron sus aliados.

Lo que aprendí (y lo que haré diferente)

- Mantener rutas de menos de seis horas diarias
- Incluir paradas insólitas incluso si implican desvíos
- Planificar con margen para sorpresas y descansos
- Respetar el espacio del adolescente
- Presupuestar imprevistos (mascotas, snacks premium, souvenirs)
En nuestro caso, la atracción estrella fue el barco que nos llevó bajo la niebla de las Cataratas del Niágara. Salimos empapados —y felices. Incluso el adolescente sonrió. Misión cumplida.

Las cifras dicen que no estamos solos

- Según la AAA (American Automobile Association), cerca del 68% de los viajeros familiares estadounidenses prefieren el auto como medio de transporte en vacaciones de verano. - Y a pesar de los lamentos típicos, el 72% afirma que las experiencias rutinarias (como cantar en familia o conversaciones espontáneas) se convierten en los recuerdos más valiosos del viaje.

¿Vale la pena?

Definitivamente, sí. Porque más allá del fastidio temporal, un viaje familiar es un ejercicio de convivencia total, de memorias compartidas y de descubrir qué tan divertido es perderse... juntos. En palabras de la joven Samara: "Puede que los paisajes cambien, pero los recuerdos de mis hermanos bañándose en la piscina del motel en Ohio quedarán conmigo para siempre". ¿Todavía lo dudás? Encendé el motor, cargá papas chips y buen humor. El viaje, como la vida, comienza de forma incierta y termina siendo inolvidable.
Este artículo fue redactado con información de Associated Press