Kickball en Liberia: el juego de mujeres que está redefiniendo el deporte y la reconciliación nacional

Del patio escolar a una liga profesional exclusivamente femenina, el kickball se convierte en un símbolo de orgullo, tradición e independencia en Liberia

El nacimiento de una tradición liberiana

En la mayoría de los países del mundo, si mencionamos el kickball, probablemente evoque recuerdos de la infancia, de juegos escolares donde niños y niñas comparten una cancha improvisada. Pero en Liberia, este deporte no es infantil ni mixto, sino una institución dominada por mujeres que ha adquirido un estatus casi sagrado.

Desde su introducción en los años 60 por la voluntaria del Cuerpo de Paz Cherry Jackson, el kickball se ha convertido en el segundo deporte más popular del país después del fútbol. Lo que comenzó como una actividad para estudiantes de una escuela femenina se transformó en un fenómeno cultural que conforma parte de la identidad femenina liberiana.

Un juego de mujeres sin barreras

Cuando estás creciendo como niña en Liberia, juegas kickball”, afirma Emmanuel Whea, presidente de la Liga Nacional de Kickball. Esta afirmación captura perfectamente la normalización de este deporte en la infancia y adolescencia femenina.

El kickball liberiano se basa en las reglas del béisbol: hay tres bases, se anota corriendo en el diamante y hay equipos ofensivos y defensivos. Sin embargo, no hay bates: se patea la pelota, que es un balón similar al de fútbol pero más ligero.

Una liga para la paz, la unión y el empoderamiento

En 1994, en medio de los estragos provocados por la guerra civil, nació la Liga Nacional de Kickball. Pero no se fundó simplemente para organizar campeonatos o exaltar el deporte: fue una herramienta de reconciliación nacional.

“Queríamos reunir a mujeres de distintas comunidades para promover un mensaje de paz y unidad. La guerra había dispersado a todos”, explica Whea.

Desde entonces, el kickball se ha mantenido como un símbolo de reconstrucción social, especialmente en una sociedad donde las mujeres han sido blanco de consecuencias desproporcionadas de los conflictos.

Profesionales sin recompensa justa

No todo es euforia en este campo de juego. Saydah A. Yarbah, una jugadora profesional de 29 años y madre de dos hijos, admite que vivir del kickball está lejos de ser sostenible.

“Llevo una década en esto, pero mi salario no se acerca a lo que ganan los hombres en deportes similares”, confiesa Yarbah.

Esta disparidad económica refleja una tendencia regional (e incluso global) donde el deporte femenino sigue siendo subvalorado. La visibilidad y el interés crecen, pero no van acompañados del mismo respaldo financiero ni atención mediática que reciben sus contrapartes masculinas.

Un futuro inclusivo: hombres como espectadores curiosos

Paradojas del contexto liberiano: aunque el kickball es un deporte femenino por excelencia, las figuras de liderazgo siguen siendo predominantemente masculinas: árbitros, entrenadores y directivos.

Whea detalla un fenómeno particular: “Las mujeres quieren jugar, pero pocas desean entrenar o dirigir. Algunas tienen restricciones familiares o de pareja que impiden su participación a tiempo completo.”

Saydah Yarbah quiere romper ese patrón. Planea convertirse en entrenadora después de retirarse como jugadora para seguir contribuyendo al crecimiento del deporte, incluso compartiéndolo con sus hijos.

“Ellos no juegan kickball por ahora, pero quizás en el futuro se lo presentemos también a los hombres”, concluye con una sonrisa.

Una estrategia de expansión deportiva

La ambición de Whea no se limita a Liberia. El presidente de la Liga Nacional tiene planes de exportar el kickball a otros países africanos e, incluso, crear una versión masculina del deporte.

“Queremos que África entera conozca este juego y lo adopte. Pero para lograrlo, necesitamos apoyo financiero y más visibilidad”, explica.

Los obstáculos son múltiples: falta de uniformes, estadios mal equipados y escasa difusión mediática. Aun así, Liberia ha conseguido lo que pocos países: profesionalizar un deporte femenino sin necesidad de compararlo ni medirlo con su equivalente masculino.

Contexto histórico y cultural

La relación de Liberia con el kickball no es simplemente deportiva: es social, educativa y cultural. La tradición comenzó en una época en la que las mujeres no recibían las mismas oportunidades en la esfera pública, y el deporte se convirtió en una forma de expresión, empoderamiento y resistencia.

Cuesta imaginar otro país donde el deporte femenino, al menos uno no olímpico, goce de semejante identidad nacional. Según ONU Mujeres, menos del 5% de las ligas deportivas profesionales en África están dedicadas exclusivamente a mujeres, lo que coloca a Liberia en una posición única.

Además, hay una fuerte relación entre el kickball y la mejora de habilidades sociales en niñas y adolescentes. “No es solo correr y patear, sino aprender a trabajar en equipo, a resolver conflictos y a respetar reglas”, comenta Ernestina Kollie, profesora y entrenadora juvenil en Monrovia.

¿Qué le depara el futuro al kickball?

La sostenibilidad del kickball en Liberia dependerá de varios factores: seguir atrayendo nuevas generaciones, mejorar las condiciones salariales y romper paradigmas de género en los roles técnicos y administrativos.

En un país que ha atravesado guerras, crisis sanitarias (como el Ébola) y pobreza estructural, el valor simbólico de este deporte va mucho más allá del entretenimiento. Es una plataforma de paz, autoestima y comunidad.

Jóvenes como Perryline Jimmie, de 23 años, representan esa nueva generación de atletas que han crecido en estadios, campos de tierra y plazas, y que ven al kickball como parte integral de su vida.

“Esto es tradición. Esto es parte de nosotras. Esto es Liberia”, dice Perryline después de marcar una carrera que desató vítores en el estadio Samuel Kanyon Doe de Monrovia.

Y con esa declaración, queda claro que este juego —a simple vista modesto— tiene un peso cultural y social enorme.

Para seguir aprendiendo

El kickball en Liberia no es solo un deporte, es una lección para el mundo sobre cómo una actividad simple puede transformarse en tradición, institución y motor de cambio. Es hora de mirar hacia África y aprender lo que significa jugar por la paz, la igualdad y la unidad.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press