Congo y Ruanda: ¿Paz duradera o ilusión diplomática?

Un alto al fuego entre el gobierno congoleño y los rebeldes respaldados por Ruanda despierta esperanzas de paz, pero las contradicciones iniciales y los intereses económicos siembran dudas sobre su eficacia

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Un conflicto que persiste desde hace décadas

El este de la República Democrática del Congo (RDC) ha sido durante más de tres décadas el escenario de uno de los conflictos más complejos y mortíferos del continente africano. Con raíces profundas en el genocidio de Ruanda de 1994 y alimentado por intereses geopolíticos y económicos, el conflicto ha dejado al menos 6 millones de muertos, según Naciones Unidas, y millones de desplazados internos. En ese contexto, el reciente acuerdo de principios firmado en Qatar entre el gobierno congoleño y los rebeldes del M23, apoyados por Ruanda, abre una nueva ventana a la esperanza... ¿o no?

La firma qatarí: un nuevo intento de paz

El pasado sábado, bajo la facilitación del gobierno de Qatar y con el respaldo de la Unión Africana y Estados Unidos, las partes firmaron un documento con promesas clave: intercambio de prisioneros, restauración de la autoridad estatal en todo el país, y sobre todo, el tan anhelado cese permanente de hostilidades. Este acto ha sido celebrado como un "hito importante" por diplomáticos africanos y observadores internacionales.

Pero el entusiasmo duró poco. Apenas horas después de la firma, el portavoz del gobierno congoleño, Patrick Muyaya, afirmó que el acuerdo establece de forma “no negociable” el retiro de los rebeldes de Goma, una ciudad estratégica. El M23, sin embargo, negó tal afirmación, asegurando que “no saldrán de Goma”.

Una paz ya en disputa

Desde el inicio, las interpretaciones opuestas sobre uno de los puntos clave del acuerdo siembran dudas sobre su viabilidad. La desconfianza entre Kinshasa y Kigali no es nueva, y los antecedentes no son alentadores. Desde la firma del acuerdo de Lusaka en 1999 hasta los pactos fallidos de Nairobi en los últimos años, los esfuerzos de paz en el este del Congo han fracasado por falta de cumplimiento, exceso de ambigüedades y, en muchos casos, debido a intervenciones extranjeras no reconocidas.

La raíz del conflicto: Ruanda y el genocidio de 1994

Comprender el conflicto entre Congo, Ruanda y los rebeldes del M23 es imposible sin remontarse al genocidio ruandés. En 1994, se estima que entre 800,000 y 1 millón de personas—principalmente tutsis, pero también hutus moderados—fueron asesinadas en 100 días. Cuando la milicia tutsi liderada por el Frente Patriótico Ruandés (FPR) tomó el poder, más de 2 millones de hutus huyeron hacia el entonces Zaire, hoy Congo.

Muchos de estos refugiados eran civiles, pero entre ellos había responsables del genocidio. Ruanda, sintiéndose amenazada, invadió territorio congoleño en 1996 bajo el argumento de neutralizar a los combatientes hutus. Con los años, esta intervención se transformó en una guerra regional que ha involucrado a más de nueve países africanos en diferentes momentos.

Minerales: el botín oculto del conflicto

Más allá de las tensiones étnico-políticas, el este de Congo posee una riqueza mineral difícil de ignorar. Se estima que los recursos minerales del Congo oriental, incluyendo coltán, cobalto, oro y litio, valen hasta 24 billones de dólares, según el Departamento de Comercio de Estados Unidos.

Estados Unidos, preocupado por la creciente influencia de China en África, está impulsando proyectos con empresas como KoBold Metals, que anunció recientemente una “exploración minera a gran escala” en el este congoleño. Por su parte, un informe de diciembre de Naciones Unidas asegura que Ruanda se está beneficiando de manera fraudulenta de la exportación de minerales desde zonas controladas por el M23, algo que Kigali niega rotundamente.

M23: ¿un actor independiente o una marioneta de Ruanda?

El grupo rebelde M23 se presenta como un movimiento político-militar autóctono que busca defender los intereses de los tutsis congoleños. Sin embargo, muchas organizaciones, como Human Rights Watch y expertos de la ONU, encuentran vínculos materiales y logísticos fuertes entre Kigali y el M23.

La ONU estima que hay hasta 4,000 tropas ruandesas operando ilegalmente en el este del Congo. Además, mientras el M23 insiste en que puede gobernar los territorios bajo su control, los informes denuncian reclutamiento forzado de jóvenes, violaciones sistemáticas y ejecuciones sumarias.

Justicia y confianza: pilares ausentes

Las ONG y líderes comunitarios locales insisten en que la ausencia de justicia socava cualquier intento de paz. “No se puede construir la paz sin justicia y reparación”, afirma Amani Muisa, un residente de Goma.

Los informes más recientes de Naciones Unidas y Amnistía Internacional reportan crímenes atroces cometidos tanto por el M23 como por las Fuerzas Armadas de la RDC. Esto incluye la violación de miles de niñas y mujeres, ataques a hospitales y la ejecución de menores.

El rol de la comunidad internacional

Aunque el conflicto ha sido largamente ignorado por los titulares internacionales, ahora el interés crece por dos razones: los minerales estratégicos y el fortalecimiento de China en la región. Estados Unidos ha presionado por un acuerdo que garantice el suministro de recursos clave y el debilitamiento de actores antioccidentales.

La firma en Qatar no solo refleja la diplomacia africana; también está alineada con el acuerdo auspiciado por EE.UU. el 27 de junio, que será finalizado durante una cumbre en Washington con los presidentes de Ruanda y el Congo. El objetivo, según diplomáticos estadounidenses, es una integración completa de los recursos del Congo en las cadenas de suministro globales, particularmente las relacionadas con tecnologías verdes y defensa.

¿Puede haber esperanza?

La situación sigue siendo volátil. El acuerdo en Qatar tiene un plazo concreto: el 18 de agosto se debe firmar el acuerdo de paz definitivo. Sin embargo, si las contradicciones actuales persisten, es probable que dicho acuerdo sufra el mismo destino que muchos de sus predecesores.

La paz en el Congo no se logrará si no se abordan los siguientes puntos:

  • Retiro efectivo y verificable de los rebeldes de territorios ocupados
  • Juicio a los responsables de crímenes de guerra de ambos lados
  • Transparencia en la gestión de recursos minerales
  • Fortalecimiento institucional del Estado congoleño
  • Coherente presión internacional contra actores que saboteen el proceso

Palabras finales... por ahora

El acuerdo de Qatar es, sin duda, significativo por haber conseguido un compromiso directo entre dos actores antaño irreconciliables. Pero cada día que pasa sin que se materialicen medidas tangibles en el terreno acerca más al escepticismo que a la paz.

Lo que nos queda claro es que, en el este del Congo, los silencios diplomáticos también matan.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press