El retorno a Sudán: esperanza, miedo y resistencia en medio de una guerra que no cesa

Miles de sudaneses emprenden un viaje de regreso a Khartoum tras un año devastador de conflicto armado. Con la capital parcialmente retomada, se abre una pequeña ventana de luz entre la destrucción y el desplazamiento

  •  EnPelotas.com
    EnPelotas.com   |  

Un tren hacia la esperanza

Cientos de personas se congregaron el lunes en la estación central de trenes de El Cairo. Aunque a simple vista podía parecer una escena habitual, con familias arrastrando maletas y niños aferrados a los brazos de sus padres, lo que realmente se desarrollaba en ese lugar era un momento histórico: el retorno voluntario de ciudadanos sudaneses a una ciudad que lleva más de un año devastada por la guerra.

Khartoum, la capital de Sudán, había sido ocupada por las Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF) desde los primeros días de la guerra interna en abril de 2023. Este conflicto, uno de los más cruentos de la última década, enfrenta al ejército regular sudanés y a las RSF en una lucha por el poder que ha dejado más de 40.000 muertos y a millones sin hogar.

Con la recaptura de Khartoum por parte de las Fuerzas Armadas de Sudán el pasado 20 de mayo, el gobierno egipcio ha comenzado a facilitar viajes gratuitos desde El Cairo para aquellos que deseen regresar. Se trata de un trayecto de casi 2.100 kilómetros, que incluye más de 12 horas de tren hasta la ciudad egipcia de Asuán, junto con transbordos a ferris y autobuses que cruzan finalmente hacia el sur de Sudán.

Una guerra de sombras y silencios

Desde el inicio del conflicto, Sudán ha sido engullido por un torbellino de violencia alimentado por intereses económicos, rivalidades étnicas y ambiciones políticas. Las RSF, antiguamente vinculadas al régimen de Omar al-Bashir, han demostrado ser una potencia miliciana incontrolable, extendiendo el conflicto por casi todas las regiones del país.

La feroz lucha ha causado uno de los mayores desplazamientos en África desde el genocidio de Ruanda. Según la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR), más de 1,5 millones de sudaneses han cruzado a Egipto desde el inicio del conflicto. A nivel interno, más de 7 millones de personas viven hoy como desplazadas.

Khartoum se convirtió rápidamente en un símbolo de la devastación: edificios gubernamentales en ruinas, mercados calcinados, el aeropuerto inutilizable y familias enteras viviendo en las sombras de las ruinas. La imagen más impactante: el palacio presidencial destruido, hito que alguna vez representó la estabilidad del país.

La vida entre la guerra y el destierro

Durante este año desgarrador, muchos refugiados sudaneses han vivido en condiciones extremadamente precarias. En Egipto, pese a la hospitalidad inicial, el colapso de recursos ha comenzado a generar tensiones en comunidades locales y políticas de contención migratoria más duras.

“Ha sido un año de humillaciones, pero también de crecimiento”, afirma Awatef al Hassan, una mujer que regresa con su hija a Omdurmán. “Ahora solo quiero reconstruir mi hogar, aunque solo queden escombros.”

Las redes de solidaridad entre exiliados sudaneses jugaron un papel crucial. En ciudades como El Cairo o Alejandría, se organizaron comedores comunitarios, escuelas provisionales y grupos de apoyo psicológico. Pero el sentimiento general era claro: el exilio, por pacífico que parezca, nunca sana el alma.

¿Qué vuelve a esperarles en Sudán?

Aunque el regreso representa para muchos una oportunidad de reunirse con familiares y volver a sus tierras, no está exento de riesgos. Khartoum, a pesar de haber sido retomada por el ejército, permanece en un estado crítico. La electricidad es inestable, el agua potable escasa, y los servicios de salud son prácticamente inexistentes.

“Estamos reconstruyendo desde cero, sin ayudas internacionales suficientes y con muchas zonas todavía bajo control de grupos armados disidentes”, comentó el periodista Asem al-Taieb, quien también viajaba en uno de los trenes hacia Asuán.

Además, el proceso de desminado y retiro de explosivos sin detonar se ha hecho sumamente lento. Diversos organismos, desde Médicos Sin Fronteras hasta el Comité Internacional de la Cruz Roja, han alertado sobre los peligros del retorno temprano.

El papel internacional y el olvido global

Sudán ha sido víctima del olvido informativo. Mientras los focos están puestos en Ucrania, Gaza o Taiwán, la guerra civil sudanesa languidece en el margen de las portadas internacionales, pese a ser una de las peores crisis humanas en curso.

Las negociaciones promovidas por la ONU y la Unión Africana han fracasado en múltiples ocasiones. El pasado junio, se alcanzó una breve tregua en El Fasher, bastión vital del oeste sudanés, para permitir la distribución de ayuda humanitaria. Sin embargo, analistas reportan que ningún alto el fuego ha durado más de una semana desde que comenzó la guerra.

Desde países como Noruega, Alemania y Canadá se han iniciado esfuerzos independientes para ofrecer refugio permanente a ciertos grupos vulnerables, especialmente mujeres con hijos y periodistas perseguidos. Pero estos programas solo cubren una mínima fracción de los afectados.

El viaje que lo cambia todo

El recorrido desde El Cairo a Khartoum tiene hoy un profundo valor simbólico. El tren se ha convertido en un espacio móvil de resistencia, donde los testimonios se comparten, las lágrimas fluyen y los sueños se recomponen.

“Vamos a reconstruir lo que nos arrebataron”, gritó uno de los pasajeros mientras guardaban su equipaje. Fue una frase repetida por varios con fuerzas desiguales: unos con optimismo, otros con rabia.

No todos retornan por esperanza. Algunos lo hacen porque no tienen opción: el costo de vida en Egipto ha subido drásticamente por la inflación, y las oportunidades de empleo se han reducido a empleos informalísimos y mal remunerados.

Historias desde el vagón

  • Alem Yousif, de 63 años, viajaba sola. Perdió a sus tres hijos en enfrentamientos en Nyala, región de Darfur, y espera encontrar refugio en casa de una sobrina en Khartoum. “Quizás muera allá, pero moriré en mi tierra”, dijo.
  • Mohammad y Khalid son dos hermanos adolescentes que regresan para cuidar a su abuela enferma. Su padre murió en una redada de las RSF, y su madre se quedó en Egipto trabajando como limpiadora.
  • Fatima, una médica joven de El Geneina, planea colaborar como voluntaria en clínicas móviles en Khartoum. Cree que “la salud es el primer paso hacia la reconstrucción de la dignidad”.

¿Es este el principio del fin?

Sudán no está cerca del cierre de su guerra. Las heridas del conflicto siguen abiertas y el equilibrio político es aún inestable. Las elecciones democráticas, prometidas varias veces desde 2019, continúan dilatándose. La estructura política exige renovaciones profundas, y buena parte del territorio está bajo control de actores no estatales.

Sin embargo, este pequeño convoy de trenes representa un suspiro de humanidad, una grieta en la oscuridad. El retorno de miles de sudaneses a su tierra, aun con escombros y duelo por delante, es una muestra de la inquebrantable vocación de vivir.

Y en medio del humo, entre los vagones y el polvo del desierto, el alma sudanesa resiste.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press