El Último Baile de las Leyendas: El Regreso de Chris Paul y Damian Lillard
Dos íconos se reencuentran con el pasado en sus franquicias favoritas, mientras enfrentan el ocaso de sus carreras con liderazgo, experiencia y nostalgia
Una generación que dice adiós
La NBA está viviendo un cierre de ciclo. Dos de los jugadores más emblemáticos de los últimos 15 años están escribiendo sus últimos capítulos en las franquicias donde forjaron sus leyendas. Chris Paul regresa a Los Angeles Clippers en lo que se espera sea su temporada de despedida, mientras Damian Lillard vuelve a Portland, su hogar deportivo y emocional, con un contrato simbólico más allá de lo económico.
Aunque sus caminos recientes estuvieron marcados por intercambios, lesiones y nuevas experiencias, ambos veteranos han optado por concluir sus carreras donde sus carreras cobraron sentido. Lo que está en juego ya no son MVPs o campeonatos, sino un legado mucho más profundo: el del amor por una franquicia, una ciudad y una afición.
Chris Paul y su esperado baño de nostalgia
Con 39 años y 20 temporadas a sus espaldas, Chris Paul ha regresado a los Clippers, equipo que lideró entre 2011 y 2017, una etapa que los aficionados aún recuerdan como la era "Lob City" junto a Blake Griffin y DeAndre Jordan. Fue ahí donde Paul revitalizó una franquicia históricamente olvidada, llevándola a playoffs en todas sus temporadas y acumulando 4,023 asistencias, la mayor cifra en la historia del equipo.
Su regreso se produce tras una extraña pero admirable temporada con los San Antonio Spurs, donde, a sus 38 años, logró la hazaña de jugar los 82 partidos de la temporada regular, siendo el primer jugador en lograrlo en su vigésima campaña o más. Promedió 8.8 puntos, 7.4 asistencias y un 43% de acierto desde el campo. Ahora, está dispuesto a asumir un rol secundario como base suplente en un equipo muy competitivo con Kawhi Leonard, Beal, Harden y Brook Lopez.
"Está de vuelta para ayudarnos con su liderazgo, visión y ética de trabajo. Es una leyenda de nuestro uniforme" – Lawrence Frank, presidente de operaciones
Paul ha manifestado su deseo de cerrar su carrera cerca de su familia, que reside en Los Ángeles. Un adiós digno, lúcido, y sobre todo, con sentido. Incluso su rol como suplente demuestra su madurez: entender el momento justo para ceder el protagonismo sin perder impacto.
Portland abraza de nuevo a su hijo pródigo: Damian Lillard
Mientras Chris Paul busca su despedida física sobre el parqué, Damian Lillard opta por una despedida emocional. Lesionado del tendón de Aquiles y con una larga recuperación por delante que podría dejarlo fuera toda la próxima campaña, Lillard ha firmado un contrato de 3 años y $42 millones con no-trade clause y opción de salida tras dos temporadas.
Pero el dinero aquí no es lo relevante. Para Lillard, este acuerdo significa volver a casa. Tras una breve y desafortunada estancia con los Milwaukee Bucks –trunca por lesiones y falta de química–, regresa al lugar donde se convirtió en leyenda: Portland.
Elegido como pick #6 en el Draft de 2012, Lillard acumula los récords de la franquicia en puntos (19,376) y triples (2,387). Ha sido 9 veces All-Star, incluido en el equipo del 75° aniversario de la NBA, y protagonista de momentos míticos como su inolvidable partido de 71 puntos contra los Rockets en 2023.
"Estoy de vuelta con mis hijos, en mi ciudad, en mis calles, con mi gente. Eso no tiene precio" – Damian Lillard
Su jersey número 0 siempre estará ligado al lema "Dame Time", una muestra de liderazgo absoluto. Lillard quiere estar presente mientras el equipo se reconstruye con jóvenes talentos como Scoot Henderson y Shaedon Sharpe. Y aunque probablemente no pueda jugar esta temporada, su sola presencia será magnética en el banquillo, como asistente honorario.
Números que validan su grandeza
- Chris Paul: 12 veces All-Star, 11 veces en el All-NBA Defensive Team, promedios de 17.5 puntos y 9.5 asistencias en su carrera.
- Damian Lillard: Promedia 25.1 puntos, 6.7 asistencias, 5 partidos con 60 o más puntos, y el Rookie del Año en 2013.
- Ambos jugadores suman más de 70,000 minutos en cancha combinados a lo largo de sus carreras.
Los datos son impresionantes, pero lo que no se puede cuantificar es el impacto sentimental. Portland y Los Ángeles no están dando simplemente una oportunidad a dos viejas glorias: están celebrando la permanencia de sus ídolos, en una liga cada vez más centrada en el corto plazo y el traspaso constante.
Una NBA que valora la historia
Estos regresos sitúan a la NBA en una encrucijada emocional. En una liga movida por contratos multimillonarios y cambios de equipo constantes, Paul y Lillard representan lo contrario: la fidelidad, la nostalgia e incluso el romanticismo deportivo.
Ver a Paul repartiendo asistencias en el Crypto.com Arena, con su familia en las gradas, será un tributo a la perseverancia. Ver a Lillard sentado al lado de Chauncey Billups en el banquillo del Moda Center, enseñando a los novatos desde la sabiduría y la humildad, será un homenaje a la lealtad y la pasión sin condiciones.
Ambos han decidido que el final de la historia se escriba con la tinta de sus raíces. Y los fanáticos, siempre sedientos de figuras con las que conectar, agradecen el gesto. Porque detrás de cada triple y cada asistencia, hay una historia de sacrificio, orgullo y comunidad.
¿Estamos ante el fin de una élite?
Si tomamos como ejemplo a la "clase 2005–2012", podemos decir que estamos presenciando el final generacional de una era que comenzó con Kobe Bryant y Tim Duncan como referentes, y que encontró en Paul y Lillard a sus herederos en carácter y liderazgo.
La NBA se está renovando rápidamente con figuras como Victor Wembanyama, Anthony Edwards, Luka Dončić o el propio Henderson. Pero en el cierre de cada ciclo, es necesario rendir tributo a quienes definieron una época. Paul y Lillard no solo dejan números, sino historias e identidades.
El valor de cerrar el círculo
Puede que los Clippers no ganen el título esta temporada con Chris Paul. Puede que Lillard nunca obtenga esa ansiada medalla dorada como campeón de la NBA. Pero ambos ganan en algo igual de importante: el respeto inmortal de la afición, el amor de sus ciudades y la satisfacción de cerrar el círculo donde todo comenzó.
En una era de consumo instantáneo, el regreso a casa es un acto revolucionario. Nos recuerda que la lealtad todavía tiene un lugar en el deporte profesional. Y que a veces, el final más hermoso, no es el más espectacular, sino el más sincero.
Que suene la bocina. Que el estadio se ponga de pie. Que las leyendas reciban la ovación que merecen.