Bob Daugherty: El ojo que inmortalizó la historia de Estados Unidos

Detrás de cada imagen que definió décadas de poder y conflicto, estuvo el lente de un fotoperiodista incansable que ayudó a contar la historia de EE.UU. con luz, encuadre, y humanidad.

Bob Daugherty no fue solo un testigo de la historia estadounidense, fue uno de sus cronistas visuales más incisivos. Este hijo de aparceros en Kentucky, que de niño lustraba zapatos por monedas, llegó a capturar con su cámara algunos de los momentos más icónicos del siglo XX. Su legado va más allá de sus 43 años en la fotografía de prensa: simboliza el valor del periodismo honesto, persistente y profundamente humano.

Un comienzo humilde, una carrera legendaria

Nacido el 16 de enero de 1939 en una pequeña casa de madera en Kentucky, Robert A. Daugherty supo desde joven que las imágenes podían cruzar las barreras de alfabetización y contexto. En sus propias palabras, uno de los primeros lectores de un periódico local le dijo: “No sé leer, pero me gustan las fotos”. Esa frase se convirtió en un mantra no oficial de su carrera.

Después de mudarse con su familia a Marion, Indiana, comenzó a tomar fotos para el anuario de su escuela secundaria. Su talento lo llevó al Marion Chronicle-Tribune, y más tarde al Indianapolis Star, donde conoció a su esposa y compañera de vida, Stephanie Hoppes.

Sin recursos para pagar la universidad, Daugherty aprendió trabajando. Como él lo describía: “Obtuve mi título de junior college en el Chronicle, mi licenciatura en el Star y mi maestría en la AP”.

El narrador visual de la Casa Blanca

Bob Daugherty cubrió nueve presidencias, desde John F. Kennedy hasta George W. Bush. Fue testigo privilegiado de 22 convenciones políticas, los acuerdos de paz de París sobre la guerra de Vietnam, y participó en la cobertura de la Guerra del Golfo. Pero lo que realmente consolidó su nombre entre los grandes fue su capacidad para estar en el lugar preciso, en el momento justo.

En 1968, logró acceder al Presidente Lyndon B. Johnson mientras escribía su discurso para renunciar a la reelección. En la icónica fotografía, se ve a un LBJ demacrado, con el cuello de la camisa sin corbata, en plena introspección. Esa imagen quedó como símbolo de la tensión política y emocional de la era.

Daugherty también captó el histórico momento de Richard Nixon saludando con ambos brazos extendidos y los signos de “V” antes de abordar el helicóptero que lo llevó al exilio político. Y en 1979, sus dos cámaras —una para color y otra para blanco y negro— lograron retratar a Jimmy Carter, Menachem Begin y Anwar Sadat entrelazando sus manos tras firmar un tratado de paz entre Israel y Egipto.

La técnica tras la imagen

Detrás del lente, Daugherty no solo apuntaba y disparaba. Planeaba, preguntaba y se movía con la paciencia y astucia de un verdadero artesano. Su colega Pablo Martínez Monsiváis recordaba: “Bob era una leyenda. Planificaba tanto cada toma que cuando mostraba una foto icónica, decía: ‘Tuve suerte’. Pero eso era modestia pura”.

Cuando otros fotógrafos decidieron saltarse una parada presidencial considerada menor, Daugherty se quedó. Fue en Kentucky, en 1979, cuando captó a Jimmy Carter sentado encima de su limusina presidencial saludando con informalidad. Esa instantánea, inusual y humana, fue una de sus fotos predilectas de ese presidente.

Liderazgo y generosidad

Más allá de su propio trabajo, Daugherty fue mentor y líder. J. David Ake, exdirector de fotografía de la AP, lo describió como “un líder con un ojo agudo y con un corazón aún más grande”. Se aseguraba de que los demás fotoperiodistas hicieran su mejor trabajo, y no dudaba en ofrecer sugerencias o incluso ayuda logística. Era conocido por su amabilidad, su disposición a instruir y su comprensión innata de lo que hacía grande a una imagen.

Premios y reconocimientos

  • Premio Oliver S. Gramling (1999) —el honor más alto en periodismo dentro de la AP.
  • Lifetime Achievement Award de la White House News Photographers Association (2009).
  • Salón de la Fama del Periodismo de Indiana (2015), ingresado por la Sociedad de Periodistas Profesionales.

Pero quizá su logro más significativo fue la marca humana que dejó en todos quienes compartieron camino con él. Su esposa Stephanie recordó: “Viajamos mucho juntos tras su retiro, pero nunca nos acompañé en viajes de trabajo. Él era muy dedicado, no quería distracciones”.

El periodista como testigo activo

En un mundo donde la fotografía instantánea parece omnipresente, las imágenes de Daugherty nos recuerdan el poder de una foto para condensar una era política, transmitir una emoción colectiva y abrir debates históricos.

Su método implicaba no solo atención constante, sino también persistencia. Cuando supo que Johnson escribiría su discurso un sábado, hostigó a los asistentes hasta conseguir acceso. Esa fue la diferencia entre un fotoperiodista más y una leyenda gráfica.

Este ojo detrás de la historia no solo nos dio archivos visuales inolvidables: también encarnó el ideal del periodismo comprometido y honesto.

Un legado más allá de la imagen

Bob Daugherty no se dedicó solo a la política. También documentó Juegos Olímpicos, torneos de golf Masters y competencias ecuestres de la talla del Derby de Kentucky. Su versatilidad fue otro de sus distintivos.

En su hogar junto al Morse Reservoir, en Noblesville, Indiana, disfrutaba ver todas las puestas de sol posibles. Fue entrenador de fútbol y árbitro de natación para su hijo, y supo encontrar belleza y propósito tanto en los pasillos del poder como en los momentos familiares.

Daugherty falleció a los 86 años tras una larga enfermedad, pero su leyenda permanece cual álbum patriótico: una secuencia de momentos que ayudaron al pueblo estadounidense —y al mundo— a comprender su historia en imágenes imborrables.

“Hay que estar siempre alerta cuando estás con el presidente. Hay que estar preparado”, solía decir. Y lo estuvo. En cada click. En cada encuadre. En cada signo de la historia.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press