Columbia vs. la protesta: ¿autoritarismo estudiantil o defensa del orden académico?

La histórica universidad Ivy League enfrenta severas sanciones estudiantiles en medio de acusaciones de antisemitismo, presiones del gobierno de Trump y protestas propalestinas

Columbia University, una de las instituciones educativas más prestigiosas de Estados Unidos, se encuentra en el centro de un huracán político, financiero y moral. Las recientes sanciones contra estudiantes involucrados en protestas propalestinas han vuelto a poner sobre la mesa el debate entre la libertad de expresión en los campus y la necesidad de mantener el orden institucional. Pero esta historia no es solo un conflicto interno universitario, sino un episodio más del tenso clima político nacional desde el regreso del expresidente Donald Trump a la Casa Blanca en enero de 2024.

Un entorno de protesta estudiantil que recuerda a los años 60

La primavera de 2024 marcó un renacer del activismo estudiantil en Estados Unidos, encabezado por Columbia. En abril, estudiantes propalestinos instalaron un campamento de protesta en el campus e incluso ocuparon una biblioteca para denunciar lo que consideran una complicidad institucional con la opresión del pueblo palestino por parte del Estado de Israel. Las imágenes de la policía desalojando manifestantes, similares a los movimientos de protesta contra la guerra de Vietnam en los años 60, recorrieron el país e inspiraron manifestaciones similares en otras universidades como NYU, Berkeley y Northwestern.

Estas protestas tuvieron lugar en un contexto geopolítico tenso: la guerra entre Israel y Hamas iniciada en octubre de 2023, que rápidamente generó polarización ideológica en Estados Unidos, especialmente dentro de los espacios académicos. La libertad de expresión, el antisemitismo, el respaldo a Palestina y la instrumentalización política de las universidades se entrelazaron en una trama cada vez más compleja.

Disciplinas severas: expulsiones y revocación de títulos

El martes, Columbia anunció formalmente sanciones disciplinarias contra muchos de los estudiantes que participaron en las protestas. Según el grupo de activismo “Columbia University Apartheid Divest”, unas 80 personas fueron notificadas de suspensiones que varían entre uno y tres años, e incluso, en algunos casos, expulsiones definitivas. En algunos casos, se les ha revocado el derecho a obtener sus títulos, una medida sin precedentes en la historia reciente de la universidad.

El grupo activista calificó la decisión como "disciplinas ejemplares que superan cualquier precedente institucional" y afirmó que estudiantes han sido obligados a escribir cartas de disculpa como condición para volver al campus, algo que muchos se niegan a hacer por considerar que se invisibiliza la causa palestina.

Presión desde Washington: ¿una purga por decreto?

Estas sanciones no fueron simplemente una decisión interna: Columbia ha estado bajo intensas presiones del gobierno de Trump, que nuevamente ocupa la presidencia desde enero. En marzo de 2024, su administración retiró 400 millones de dólares en subvenciones y contratos federales a la universidad, argumentando que ésta había fallado en “eliminar el antisemitismo” de su campus.

La maniobra fue parte de una estrategia más amplia de ataque contra lo que Trump califica como la “izquierda radical universitaria”. En los últimos meses, Yale, Harvard y Stanford también han sido objeto de auditorías, recortes de fondos o amenazas legales si no ajustaban sus políticas sobre antisemitismo según una definición promovida por el Departamento de Educación controlado por conservadores.

Columbia, bajo esta presión, accedió a cumplir con varias exigencias—including una revisión completa de su proceso disciplinario y la adopción oficial de la definición de antisemitismo de la International Holocaust Remembrance Alliance (IHRA), altamente cuestionada por sectores académicos.

Consecuencias laborales: despidos masivos y recortes en investigación

Las consecuencias financieras fueron inmediatas. Columbia anunció en mayo el despido de 180 empleados, aproximadamente el 20% del personal que dependía directa o indirectamente de los fondos federales perdidos. Muchos proyectos de investigación científica y humanística han sido pausados debido a la falta de recursos, afectando el prestigio y competitividad de la institución.

El propio comunicado de la universidad intenta conciliar los daños institucionales y el discurso público: “Nuestra institución debe enfocarse en cumplir su misión académica... y para crear una comunidad académica próspera, debe haber respeto por las políticas y normas”.

¿Antisemitismo o crítica legítima a la política de Israel?

El núcleo del conflicto gira en torno a la definición misma de antisemitismo. Para la administración Trump, cualquier expresión u organización que critique al Estado de Israel o que promueva el Boicot, Desinversión y Sanciones (BDS) contra Israel puede ser interpretado como expresión de odio judío. Diversas organizaciones de derechos humanos, sin embargo, han advertido que esta definición representa un arma peligrosa para silenciar el disenso político legítimo.

El caso del estudiante Mahmoud Khalil ilustra esta tensión: residente legal sin antecedentes penales, fue detenido y deportado en marzo debido a su participación en una manifestación pacífica a favor del pueblo palestino, sin pruebas de conducta violenta. Khalil ahora demanda al gobierno federal por “prisión indebida” y haber sido etiquetado falsamente de antisemita.

¿Castigo o advertencia política nacional?

Las acciones tomadas por Columbia pueden entenderse también como una advertencia ejemplarizante. Si la universidad más prestigiosa de Nueva York está dispuesta a penalizar de manera draconiana a sus propios estudiantes, el mensaje a universidades menos poderosas es claro: o se alinean con las directrices federales o sufrirán financieramente.

El miedo se ha extendido: numerosos estudiantes entrevistados por medios como The New York Times y Democracy Now! han dicho que se abstendrán de participar en futuras protestas por miedo a represalias, lo que ha puesto en vilo el futuro del activismo universitario.

La relevancia histórica y simbólica de Columbia

Columbia ha sido, durante décadas, el termómetro del activismo juvenil en EE. UU. De sus aulas salieron intelectuales como Barack Obama, Zbigniew Brzezinski, y Allen Ginsberg. Fue uno de los epicentros de las protestas contra la guerra de Vietnam en 1968 y también sede de pugnas en defensa del movimiento Black Lives Matter en 2020. Que hoy esté en el centro de una campaña de “limpieza ideológica” marca un inquietante giro.

Además, esto ocurre en un contexto más amplio de desplazamiento político hacia la derecha: desde el retorno de Trump, varias legislaciones han sido propuestas para censurar contenidos “antisistemas” en universidades, recortar presupuestos a programas de estudios multiculturales o implementar pruebas de “neutralidad patriotista”.

¿Un futuro sin protesta universitaria?

La represión institucional hacia los estudiantes de Columbia lanza una pregunta preocupante: ¿estamos asistiendo al apagón de la protesta estudiantil como fenómeno cultural en Estados Unidos?

Esteban Morales, sociólogo de educación en la Universidad de Chicago, opina: “La protesta universitaria no está muriendo, pero sí está siendo criminalizada a niveles que no veíamos desde la guerra fría”. Según Morales, “cuando criticar un Estado extranjero es etiquetado como odio étnico, se abre la puerta a un autoritarismo académico”.

La comunidad educativa a nivel global observa con preocupación la situación. La Universidad de Toronto, la Complutense de Madrid y la Universidad Hebrea de Jerusalén han expresado en comunicados oficiales su inquietud acerca del potencial impacto de estas políticas sobre la libertad académica internacional.

Con clases presenciales reiniciándose en otoño y el presupuesto de Columbia aún en revisión por parte del Congreso, queda por verse si el legado de protesta de sus estudiantes sobrevivirá o si sucumbirá ante una nueva era de conformismo universitario, incentivado por el miedo.

“No seremos disuadidos. Estamos comprometidos con la lucha por la liberación palestina”, reza el último comunicado del grupo Columbia University Apartheid Divest. A pesar de las represalias, parece claro que la voz rebelde del campus aún no se apaga.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press