El nuevo orden comercial de Trump: ¿estrategia brillante o bomba de tiempo?

El expresidente impulsa un marco de tarifas con Japón, Filipinas e Indonesia mientras enfrenta críticas y tensiones globales por su política arancelaria y nominaciones judiciales

Trump redibuja el mapa comercial: el caso Japón

Donald Trump anunció esta semana un nuevo marco comercial con Japón que incluye la imposición de un arancel del 15% sobre productos importados desde ese país. Esta medida representa una baja significativa con respecto al 25% que el expresidente había amenazado imponer en una carta enviada recientemente al primer ministro japonés Shigeru Ishiba.

Según Trump, este acuerdo es un hito económico que generará “cientos de miles de empleos” y demuestra su talento como negociador. Afirmó en Truth Social: “Nunca ha habido algo así”. Además, Japón supuestamente invertirá 550.000 millones de dólares en EE.UU., específicamente en sectores como automotriz y agrícola.

¿Qué significa este acuerdo para EE.UU. y Japón?

La relación comercial entre ambos países es históricamente desequilibrada. En 2023, EE.UU. tuvo un déficit comercial de 69.400 millones de dólares con Japón, según datos del U.S. Census Bureau. El objetivo de Trump es revertir esa tendencia usando una política de presión arancelaria.

El acuerdo también sugiere que Japón abrirá su mercado a productos estadounidenses como el arroz y vehículos. Sin embargo, persisten dudas: ¿los autos ensamblados en Japón estarán exentos del arancel del 25%? ¿O simplemente se les aplica el nuevo 15%?

Otros países en la mira: Filipinas e Indonesia

Trump no se detuvo en Japón. También anunció acuerdos similares con Filipinas e Indonesia, que contemplan un arancel de 19% sobre bienes importados desde esas naciones. Por contra, productos fabricados en Estados Unidos no enfrentarán impuestos al ingresar a esos países.

Estas naciones, con menos poder adquisitivo, también representan déficits comerciales para EE.UU.: 17.900 millones de dólares con Indonesia y 4.900 millones con Filipinas.

¿Tarifas como palanca geopolítica?

Desde su presidencia, Trump ha usado las tarifas como herramienta geopolítica. Durante su primera administración, desató guerras comerciales contra China y la Unión Europea. En esta nueva etapa política dentro del Partido Republicano, mantiene la misma línea.

La carta enviada a la UE este mes amenaza con imponer un arancel del 30% a productos europeos a partir del 1 de agosto. El propio Trump afirmó en una cena reciente en Washington: “Europa vendrá mañana o pasado para negociar comercio”.

También persisten negociaciones con China que, según el actual secretario del Tesoro, Scott Bessent, buscan llevar el modelo económico estadounidense de vuelta a la manufactura, mientras que China debería reenfocarse al consumo interno.

El impacto económico real

Al anunciarse estas tarifas en abril, los mercados entraron en pánico. Sin embargo, el efecto se ha estabilizado, al menos por el momento. Pero la incertidumbre sigue latente. Ejemplo claro fue la caída del 35% en ingresos netos de General Motors en el segundo trimestre, como consecuencia de temores arancelarios. Esto provocó una abrupta caída en su cotización bursátil.

La pregunta clave es: ¿trasladarán las empresas el costo de los aranceles al consumidor? De suceder, podría haber un aumento en precios de bienes de consumo, desacelerando el crecimiento nacional, justo cuando el mercado comenzaba a estabilizarse tras meses de recesión técnica.

Críticas y tensiones en el Senado

Mientras Trump se posiciona internacionalmente, también libra batallas internas. Una de las más polémicas es la nominación de Emil Bove como juez de la Corte de Apelaciones del Tercer Circuito. Bove, un abogado criminal y leal miembro del equipo legal de Trump, ha sido señalado por activar políticamente el Departamento de Justicia contra enemigos del expresidente.

Senadores como Chuck Schumer advirtieron que Bove representa “el extremo del extremo” dentro de las nominaciones judiciales. Aunque la nominación logró avanzar en votación previa (50-48), enfrenta oposición creciente. Las senadoras republicanas Lisa Murkowski y Susan Collins expresaron su desaprobación.

Collins declaró: “Debemos tener jueces que respeten la Constitución por encima de sus opiniones personales. Yo no creo que el Sr. Bove lo haga”. En la misma línea, Dick Durbin, del Comité Judicial, lo acusó de “instrumentalizar el aparato judicial”.

Relaciones internacionales y el papel de la ONU

En paralelo a estas tensiones comerciales y políticas, el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, hizo un llamado casi desesperado por el respeto al multilateralismo. Durante una sesión del Consejo de Seguridad, denunció el “espectáculo de horror” de Gaza y los conflictos abiertos en Ucrania, Sudán, Haití y Myanmar.

“Alrededor del mundo, vemos un desprecio total por el derecho internacional”, afirmó Guterres, señalando una “crisis de voluntad política” como raíz del debilitamiento de los compromisos multilaterales.

Irónicamente, la embajadora estadounidense interina, Dorothy Shea, defendió la postura del gobierno de Trump bajo el pretexto de haber propiciado desescaladas diplomáticas entre pares históricamente hostiles como India-Pakistán e Irán-Israel.

¿Un regreso a la autarquía económica?

El impulso hacia una mayor producción nacional es uno de los pilares centrales de la política comercial de Trump. El secretario Bessent lo resumió así en Fox Business: “Estamos transformando a EE.UU. en una economía manufacturera. Si China consume más y nosotros producimos más, ganamos todos”.

No obstante, la realidad es más compleja. El reindustrializar una economía impulsada por el consumo no es tarea sencilla. Solo entre 1999 y 2019, se perdieron seis millones de empleos manufactureros en Estados Unidos, según el Economic Policy Institute. Recuperarlos implicaría cambios estructurales profundos.

La estrategia de Trump: ¿proeza estratégica o experimento arriesgado?

En concreto, Trump está usando su conocida fórmula: presión, amenaza y desacato al consenso tradicional. Está generando titulares, moviendo piezas en política exterior e intentando dejar clara su postura económica de cara a 2025. Pero no hay claridad sobre cómo responderán sus socios comerciales ante tarifas que podrían ser ilegales según la Organización Mundial del Comercio.

Y mientras enarbola la bandera del empleo norteamericano, ignora los riesgos internos: alzas de precios, reacción empresarial negativa, bloqueos judiciales y una batalla ideológica con el Senado sobre el tipo de país que quiere ser Estados Unidos.

Como presidente, Trump se definió en su momento como el “dealmaker” por excelencia. Ahora, fuera del cargo pero aún con gran influencia, parece dispuesto a demostrar que su estrategia comercial agresiva no era una moda, sino un plan maestro.

¿Le saldrá bien la jugada? Eso, como todo en política, dependerá del impacto real sobre los estadounidenses comunes, no sobre titulares grandilocuentes.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press