Epstein, Maxwell y el secreto de Estado: ¿Quién teme a la transparencia?

Debate político, teorías conspirativas y el choque entre justicia, poder y opacidad en el caso más turbio del siglo XXI

El telón de acero judicial: las transcripciones selladas del caso Epstein

Una vez más, los engranajes impenetrables del sistema judicial estadounidense giran en silencio. Esta vez, fue la jueza federal Robin Rosenberg quien decidió no levantar el velo sobre las transcripciones de los jurados federales de 2005 y 2007 en Florida vinculadas a Jeffrey Epstein. Consideró que no se cumplen los requisitos excepcionales contemplados en la ley federal para hacer públicas esas sesiones secretas.

El caso Epstein, con sus vínculos con celebridades, políticos y magnates, aún mantiene en vilo a parte de la sociedad estadounidense. Pero el intento fallido del Departamento de Justicia, dirigido actualmente por una administración favorable a Donald Trump, de desclasificar los archivos, ha avivado las llamas de la sospecha. ¿Por qué tanta opacidad tras años de escándalo?

Un pasado plagado de privilegios e impunidad

En 2008, Epstein logró un acuerdo con fiscales federales en Florida —un pacto ampliamente cuestionado— en el que evitó cargos más graves al declararse culpable de procurar menores para prostitución. Es decir, una resolución judicial que lo protegió bajo una nube de calamidad moral.

Quien fuera responsable de investigar a Epstein en ese entonces fue Alexander Acosta, más tarde Secretario de Trabajo de Donald Trump, quien justificó el acuerdo diciendo que una condena mínima era mejor que ninguna condena. Sin embargo, el pacto fue realizado a espaldas de las víctimas, lo cual violó sus derechos según resoluciones posteriores.

El nuevo intento de "transparencia" trumpista

El Vicefiscal General Todd Blanche declaró que liberar los archivos secretos es crucial para restaurar la confianza ciudadana. “La transparencia con el pueblo estadounidense es de máxima importancia para esta administración”, dijo en una solicitud oficial.

Pero esa súbita inclinación a la transparencia genera incredulidad. La razón utilizada por el Departamento de Justicia —aplacar las teorías conspirativas que circulan entre partidarios radicales de Trump— tiene un matiz claramente político. Especialmente cuando, en febrero, se distribuyeron en la Casa Blanca carpetas marcadas como “Los Archivos Epstein: Fase 1”, que no contenían más que información ya conocida públicamente.

Una lista fantasma: el mito de los “clientes” de Epstein

Pese a la presión creciente, el Departamento de Justicia reconoció el 7 de julio que no existe tal “lista de clientes” de Epstein. Además, afirmó que no se divulgarán más documentos relacionados con el caso.

Esta afirmación fue recibida con escepticismo por activistas, políticos de ambas ideologías y periodistas. La opacidad continúa alimentando las sospechas sobre la posible implicación de personajes poderosos. Basta con recordar los nombres ligados al financiero: el príncipe Andrés, Bill Clinton, Donald Trump, Leslie Wexner (fundador de Victoria's Secret), entre otros.

El Congreso entra en escena: citaciones y tensiones partidistas

A mediados de julio, los demócratas en la Cámara de Representantes lanzaron su jugada más agresiva hasta el momento: buscar una citación del Departamento de Justicia para obtener los archivos relacionados con la investigación de Epstein.

La congresista Summer Lee resumió el dilema político como un punto de quiebre moral: “Si nuestros colegas republicanos no se unen a esta votación, entonces lo que están haciendo básicamente es unirse a Donald Trump en la complicidad”, declaró.

Pese a que algunos republicanos se han mostrado favorables a liberar los archivos, la presión desde la cúpula del partido y del propio Trump ha generado divisiones. El presidente de la Cámara, Mike Johnson, incluso pospuso la votación para que no coincidiera con el receso legislativo.

Una batalla ideológica con implicaciones profundas

Para los demócratas, el caso Epstein es la encarnación de una vieja acusación: que el sistema protege a los ricos e influyentes a costo de las víctimas más vulnerables.

“¿Por qué no han liberado los republicanos los archivos de Epstein? Es razonable concluir que siguen protegiendo los estilos de vida de los ricos y sinvergüenzas, incluso si eso incluye a pedófilos”,

— Hakeem Jeffries, líder demócrata en la Cámara

Incluso el senador demócrata Ro Khanna ha impulsado un proyecto bipartidista para obligar judicialmente a la revelación de los documentos. Para Khanna, no se trata solo de Epstein: es un reflejo de hasta qué punto las instituciones pueden ser cooptadas.

Ghislaine Maxwell y la caza de culpables secundarios

La exnovia y colaboradora de Epstein, Ghislaine Maxwell, fue condenada en 2021 a 20 años por su papel en el tráfico sexual de menores. Desde prisión, su figura ha sido tentativamente propuesta por algunos legisladores como testigo potencial.

El Comité de Supervisión de la Cámara avanzó recientemente en una citación para una deposición de Maxwell, pero hasta sus promotores dudan de la veracidad de su posible testimonio.

“Es una buena idea, pero no es suficiente. Ni siquiera cerca”,

— Thomas Massie, congresista republicano de Kentucky

El cadáver más incómodo del expediente político

Jeffrey Epstein fue encontrado muerto el 10 de agosto de 2019 en su celda en Nueva York. Oficialmente, se suicidó, pero su muerte en un centro de máxima seguridad con múltiples irregularidades avivó todo tipo de teorías: fallos en las cámaras de seguridad, personal dormido y registros incompletos.

En este contexto, la resistencia del gobierno —primero bajo la administración Trump y luego bajo Biden— para desclasificar documentos, solo alimenta un fuego que amenaza con quemar figuras de ambos partidos.

¿Un nuevo Watergate?

El escándalo Epstein trasciende lo criminal. Se ha transformado en una guerra simbólica sobre la confianza pública en las instituciones. Para republicanos trumpistas, es una conspiración silenciosa para esconder nombres que perjudicarían al “Deep State”. Para demócratas, es el ejemplo último de cómo el poder protege a los suyos.

Aunque ambas perspectivas tienen sesgos políticos, coinciden en una verdad incómoda: la falta de transparencia alimenta la desconfianza.

Quizás la solución no resida en un único nombre o documento, sino en una transformación estructural sobre cómo se manejan los secretos judiciales en casos que afectan a la sociedad entera. Hasta entonces, el expediente de Epstein seguirá siendo un espejo oscuro en el que, tarde o temprano, todos tendrán que mirarse.

“Lo que no se dice, también cuenta.”

Este artículo fue redactado con información de Associated Press