UNESCO sin Estados Unidos: ¿Puede la cultura global sostenerse sin su antiguo benefactor?
Una mirada crítica al impacto de la retirada estadounidense, los logros recientes de la UNESCO y el valor de su labor en el siglo XXI
Un nuevo capítulo en la relación conflictiva entre EE.UU. y la UNESCO
La decisión de Estados Unidos de retirarse nuevamente de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) ha reavivado las tensiones diplomáticas y ha puesto sobre la mesa preguntas fundamentales sobre el papel de esta agencia internacional en la construcción de un patrimonio cultural global. ¿Cuánto afecta esta retirada al funcionamiento de la organización? ¿Y qué papel juega la UNESCO en los temas más urgentes del mundo actual?
La complicada historia entre EE.UU. y la UNESCO
Estados Unidos tiene una relación tumultuosa con la UNESCO. En 1984, bajo la presidencia de Ronald Reagan, abandonó la organización por considerarla "mal gestionada y politizada". Regresó en 2003 durante el mandato de George W. Bush como gesto diplomático tras la invasión a Irak.
Sin embargo, en 2011, bajo la presidencia de Barack Obama, EE.UU. suspendió su financiamiento tras la admisión de Palestina como miembro pleno. Finalmente, Donald Trump abandonó completamente la UNESCO en 2018, calificándola de "sesgada contra Israel". Con la llegada de Joe Biden, Estados Unidos regresó en 2023, preocupado por el creciente protagonismo de China en las decisiones institucionales.
Ahora, apenas dos años después, vuelve a irse. Según Audrey Azoulay, Directora General de UNESCO, la organización se preparó para este escenario y ha diversificado sus fuentes de financiación:
“Gracias a los esfuerzos realizados desde 2018, la contribución financiera de EE.UU. representa ahora solo el 8% del presupuesto total, frente al 40% que solía aportar en otras agencias de la ONU”.
Mosul: ejemplo de reconstrucción cultural en medio del caos
Uno de los proyectos que demuestra con claridad el verdadero impacto de la UNESCO es la reconstrucción de la ciudad iraquí de Mosul, devastada durante años por la ocupación del Estado Islámico.
Con una movilización de 115 millones de dólares provenientes de socios internacionales, la UNESCO lideró la restauración de sitios icónicos como la mezquita Al Nouri y el minarete Al-Hadba. Estos monumentos no son solo objetos arquitectónicos, representan la identidad colectiva de una ciudad y su historia milenaria.
Además, el proyecto empleó a cientos de trabajadores locales, incluidos arquitectos, artesanos y especialistas en patrimonio, impulsando la economía postconflicto de la región.
Más allá del patrimonio: las otras funciones vitales de UNESCO
Frecuentemente subestimada, la UNESCO extiende su labor mucho más allá de la preservación de lugares históricos.
- Educación del Holocausto: Desarrolla materiales educativos y organiza visitas a campos de concentración nazis para combatir el antisemitismo y la desinformación.
- Empoderamiento de niñas: Con iniciativas como el Fondo Malala, crea espacios seguros en escuelas y programas de ciencia para niñas en zonas de conflicto, como en Tanzania donde más de 2.500 adolescentes se beneficiaron.
- Cambio climático: Con más de 30 programas activos, la UNESCO lidera importantes iniciativas en adaptación climática y educación ambiental.
- Ética de la inteligencia artificial: En 2021, aprobó la primera recomendación global sobre ética en IA que enfatiza la transparencia, la equidad y la supervisión humana.
El turismo y el poder de las listas de la UNESCO
Una de sus acciones más visibles es la designación de Sitios Patrimonio Mundial. Actualmente, el programa protege más de 1.150 sitios en todo el mundo. Algunos ejemplos icónicos incluyen:
- La Gran Muralla China
- Las pirámides de Giza
- El Taj Mahal
- La Estatua de la Libertad
Pero también ha comenzado a sumar patrimonio intangible, como danzas, canciones, gastronomía y tradiciones orales. Cada designación genera un efecto dominó en términos de turismo, inversión en infraestructura y orgullo nacional.
Un ejemplo reciente es la incorporación de los sitios de brutalidad bajo el régimen de los Khmer Rouge en Camboya. Estos lugares, marcados por tragedias humanas, ahora se transforman en centros de memoria para nuevas generaciones.
¿Qué pierde el mundo con la salida de Estados Unidos?
Sin la financiación de Estados Unidos, la UNESCO ha comprobado que puede sostener su operación mediante alianzas con el sector privado y miembros comprometidos como Francia, Japón y los países escandinavos.
Pero hay un costo simbólico importante. La UNESCO nació en 1945 como respuesta a las atrocidades cometidas durante la Segunda Guerra Mundial. Su misión original fue unir la humanidad a través de la cultura, la ciencia y la educación. En ese contexto, la ausencia de uno de los pilares fundadores como Estados Unidos envía un mensaje de fragilidad institucional.
Además, dejando de participar, Washington pierde voz en políticas estratégicas globales como regulación tecnológica, protección de la diversidad lingüística o el futuro de la inteligencia artificial. Según algunos analistas, esto allana el camino para que China o Rusia cobren mayor protagonismo en la agenda cultural global.
¿Una institución del pasado o una necesidad del futuro?
Muchos críticos ven a la UNESCO como una burocracia lenta, más centrada en listas y declaraciones que en acciones concretas. Sin embargo, sus intervenciones recientes en zonas de guerra, su impulso por una gobernanza ética de la IA y su compromiso con la educación en contextos vulnerables cuentan otra historia.
La cultura ha demostrado ser no solo un derecho humano, sino un vehículo de reparación social. Como señaló Audrey Azoulay en la ceremonia de reconstrucción de Mosul:
“Cuando la destrucción busca borrar una identidad, reconstruir es un acto de resistencia.”
En ese sentido, quizás el verdadero valor de la UNESCO no reside en su presupuesto o número de miembros, sino en su capacidad para recordarnos que el patrimonio mundial es de todos.